"Desde que la tierra tembló, nuestros dirigentes no se han dirigido ni una sola vez al pueblo. Ellos también están afectados por la catástrofe, pero al menos podrían decir algo". La frase, dicha por un funcionario del Ministerio de Finanzas de Haití a la prensa, refleja la creciente molestia de los haitianos ante la falta de liderazgo de sus autoridades. Muchos afirman que "tras el terremoto del pasado martes, el gobierno prácticamente no existe". Los principales ministros y asesores del Presidente de Haití, René Preval, están muertos o desaparecidos. El Parlamento está reducido a escombros, debajo de los cuales se teme hay decenas de senadores atrapados. También colapsó la mayoría de las reparticiones públicas.

Peor aún, el propio mandatario no tiene dónde gobernar -por el derrumbe del palacio presidencial- ni tampoco dónde dormir. Preval duerme en un improvisado campamento dentro del aeropuerto de Puerto Príncipe.

El problema es que, tal como reconocen funcionarios de la Misión de Estabilización de la ONU en Haití (Minustah), si no logran coordinar con mayor rápidez la entrega de alimentos y agua, la desesperación de los haitianos puede generar saqueos y un agravamiento en las condiciones de seguridad para las operaciones de ayuda humanitaria. Al final, según han dicho funcionarios internacionales, la violencia puede generar un círculo vicioso que pondría aún más en peligro la vida de los haitianos, ya que no permitiría llegar a ellos.

Barricadas de cadáveres
Ayer, corresponsales extranjeros relataron cómo en ciertas calles de Puerto Príncipe, la gente hizo barricadas con los cadáveres de las víctimas, como muestra de la rabia generada por la demora en la llegada de maquinaria pesada para buscar sobrevivientes, retirar los cuerpos y dar medicamentos y comida. Incluso, algunos supermercados comenzaron a ser saqueados, lo mismo que parte de las bodegas de alimento de la Minustah y del Programa de Alimentación de Naciones Unidas (PAM), que lograron recuperar gran parte de lo extraído.

"Si la ayuda internacional no llega pronto, la situación puede degenerar muy rápido. Falta agua, comida", dijo una mujer al diario español El Mundo, en lo que queda de su casa. Otros preocupados por el inicio de los incidentes reconocían que "todos los policías están ocupados rescatando y enterrando a sus propios familiares (...). No tienen tiempo de patrullar las calles", agregó el dueño de una fábrica de baldosas. Mientras, en las calles, la mayoría de los sobrevivientes han comenzado a usar improvisadas mascarillas de género, para evitar sentir el fuerte hedor que han comenzado a emanar de los cadáveres.