A un lado, un vaso de Coca-Cola y un piano. Al frente, la televisión prendida, un montón de cintas en VHS y varios premios que rodean una Gaviota de Plata maltratada por los años. Valentín Trujillo está de traje y corbata sentado en el living de su ochentera casa de Ñuñoa. "No me falle, por favor, no ve que la estoy echando de menos", le dice al teléfono a Amaya Forch, que viene en camino para ensayar una sesión de boleros que presentarán la noche del 1 de agosto en el Opera Catedral.
Además, Trujillo y la actriz graban un disco que editarán a fines de año, en uno de los tantos proyectos que mantiene a sus 76 años. "Estoy trabajando harto pero vivo al día, no trabajo en cosas a futuro", dice el pianista sobre un momento particularmente activo junto a una generación de artistas que podrían ser sus hijos: acaba de grabar junto a Daniel Muñoz para el nuevo disco de cuecas de su conjunto 3x7 Veintiuna y en estos días terminaba de registrar el piano para un nuevo álbum que prepara Angel Parra Trío. Además, prepara junto a su hijo Roberto un espectáculo llamado El show de Valentín Trujillo y acaba de ser electo como integrante del Consejo Directivo de la SCD.
"Esto no es un segundo aire en mi carrera, es como una tempestad a estas alturas. Me llena de energía trabajar con gente joven de distintos estilos, me reafirma que mi aporte siempre ha estado en la música popular. Si me hubiera dedicado a ser pianista selecto habría sido uno más, en fin, tengo resuelto retirarme a los 80, si es que vivo", dice.
Críticas a la televisión
La televisión fue la vitrina más potente para la carrera de Valetín Trujillo. Acompañando al muñeco Pin Pon, a mediados de los 60 en Televisión Nacional, y luego a Don Francisco en Canal 13, el pianista logró el reconocimiento gracias a un medio que debió abandonar en 2005, por un superado cáncer a la vejiga. "Si no es por esta enfermedad maldita, estaría en Miami", lamenta el hombre que trabajó en Sábados Gigantes como pianista y director musical desde 1964.
El tiempo y la distancia de las cámaras le han dado una mirada crítica sobre la pantalla. Aunque dice que entiende poco del rating y "esas palabras en inglés que les gusta usar ahora", tiene una opinión bien formada. "La televisión de ahora es mundial, ya no es chilena, los programas tienen una violencia que lamento mucho, no me convenzo de que los productores no se den cuenta que al final muere el bandido". Una pausa, toma aire y sigue. "Me gustaría que tuviera programas musicales, no sé por qué razón no los hacen, porque artistas vienen y a cada rato". ¿Un ejemplo? "Ese show de verano que le llaman Festival de Viña cumplió 50 tristes años y no hubo una idea buena".