"Celebré así porque hay mucha gente que critica, pero cuando ganamos siempre se suben al carro de la victoria. Por eso festejé así. Incluso algunos me estaban... ¿jubilando? Claro". Vargas no suele hablar mucho, no es lo suyo. Pero en noviembre pasado, tras el vital triunfo que logró Chile ante Uruguay, el goleador quiso explicar por qué festejó su tanto, el del empate, llevándose el índice a la boca, pidiendo silencio.
En todo ámbito pasa, hasta en el fútbol. Hay determinados jugadores que, sin importar el éxito alcanzado, no son valorados en su justa medida. Y ése parece ser el caso de Eduardo Vargas, un jugador que ante Camerún, en el debut de La Roja en Rusia, llegó a 34 tantos alcanzando la línea del legendario "Bam-Bam". Pero poco importa que haya entrado al podio de goleadores históricos. Al nacido en Cobreloa no se le perdona una, es el primero en ser apuntado por una muchas veces despiadada crítica.
Es atípica la carrera de Vargas, quizás va por ahí. A sus 27 años jugó en las mejores competiciones del mundo: Calcio, Brasileirão, La Liga, Premier League, Bundesliga. Pero en ninguno pudo repetir la brillante campaña que lo instaló en el mercado internacional, comandando la histórica "U" de Sampaoli.
Su inicio también fue diferente. No hizo inferiores: exhibió su velocidad, freno y certero disparo en las canchas de Renca, jugando por el cuadro que fundó su abuelo, el Internacional. Al profesionalismo llegó a partir de un docurreality de "Fútbol 7" conducido por Fernando Solabarrieta, donde llamó la atención rápidamente. Si bien pudo llegar a la UC y, luego, a Palestino el 2005, finalmente optó viajar a Calama y comenzar en Cobreloa. Pegó el salto en 2010, cuando firmó por la "U", convirtiéndose en el elemento clave en la obtención de la Copa Sudamericana.
Hoy, sin embargo, sus cifras son decidoras: desde que dejó a los azules para firmar por el Nápoli, a la fecha ha conseguido perforar en 28 oportunidades la red. Números discretos si se los compara con lo que consiguió anteriormente. Sólo en 2011, jugando en el cuadro universitario gritó 30 veces gol.
Escenario que cambia drásticamente cuando juega por La Roja. Es difícil explicar el fenómeno sin caer en clichés, pero con la casaca de la selección Eduardo es otro. Es su lugar en el mundo. Logró convencer a Borghi, que lo citó de cara al compromiso contra España. Y no defraudó. Nunca lo hizo. Goleador de la Copa América 2015 y un año más tarde en su versión Centenario, se convirtió en el socio ideal de Alexis Sánchez en ofensiva, en ese nueve asesino que todo equipo ganador debe tener.
Su historia más inmediata es una repetición de lo que ha vivido en los últimos años. Abandonó Alemania tras una pobre producción en el Hoffenheim (sólo dos tantos en una treintena de cotejos) para recalar en el Tigres mexicano. Alejandro Rodríguez, presidente del cuadro felino, lo fue a buscar para conformar una delantera de ensueño junto a André-Pierre Gignac. Pero Vargas sólo convirtió tres tantos desde su llegada y no ha logrado consolidarse en el once estelar.
Vestido de rojo, afortunadamente la historia sigue siendo diferente. En Rusia ya se abrazó una vez frente a Camerún, pudiendo ser dos si no fuese por la polémica intervención del VAR. Tras ese cotejo, el timonel del cuadro azteca comentó, medio en broma medio en serio, que "ya prendí un cirio (una vela) para que siga así, jugando bien".
El artillero, habitualmente apuntado por su "irregularidad", quiere seguir tapándoles la boca a sus críticos a punta de goles. Ya lo alcanzó a Iván. Que se prepare el "Matador" y su compañero de batalla, Alexis.