Es un hombre delgado, de barba cana y cada vez más pelado. Hace años se fue de Bogotá, pero sigue teniendo un inusitado poder en la política de Colombia: un par de dibujos suyos, por ejemplo, podría cambiar el rumbo de una decisión ministerial. Sin embargo, al caricaturista Javier Mallarino nadie podría reconocerlo en la calle. Ese poderoso anónimo le sirve al escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez (1973) para tomarle el pulso a los vicios de la vida pública de su país en su última novela, Las reputaciones.

Publicada hace pocas semanas y ahora disponible en Chile, el nuevo libro de Vásquez viene a confirmar todas las altas expectativas que desde Los informantes (2004) están cifradas en su nombre: Las reputaciones fue considerada por los críticos de Babelia, el suplemento literario de El País, como una de las cinco mejores novelas en español publicadas en 2013. Paralelamente, The New York Times eligió a su novela anterior, El ruido de las cosas al caer, como uno de los 100 títulos del año en inglés.

De ambición histórica y política, Vásquez es mucho menos hijo de García Márquez que de Vargas Llosa. Ha escrito sobre las conexiones del nazismo en Colombia tras la II Guerra Mundial y también de la guerra contra el narcotráfico que atemorizó a su país hasta no hace mucho. Ahora viene por una historia aparentemente íntima: al caricaturista Mallarino, "una autoridad moral para la mitad del país", de pronto cae en desgracia por un paso en falso que dio hace 28 años.

Crítica a la moral que el ex Presidente Alvaro Uribe instaló en Colombia y reflexión sobre la altura ética de los líderes de opinión, Las reputaciones es para Vásquez una historia sobre las apariencias que, sin proyectarlo, también se transformó en una reflexión sobre la sociedad colombiana actual.

"En mis otras novelas lo que estallaba era algo que sucedió en el pasado colectivo colombiano; aquí es un pasado individual y privado", le dijo a El País. Y agregó: "Las novelas son más inteligentes que sus escritores: yo empecé a escribir una novela sobre la fragilidad de nuestra imagen pública y nuestra reputación, pero acabé regresando a una reflexión sobre la fragilidad de nuestro pasado".