El influyente vaticanista Andrea Tornielli es uno de los periodistas más cercanos al Papa Francisco. En conversación con La Tercera, quien además es director del Vaticaninsider -una prestigiosa web multilingüe de información sobre la Santa Sede y la Iglesia- realiza una evaluación del primer año de este pontificado.
Ha pasado un año de la renuncia del Papa Benedicto XVI, usted fue uno de los pocos que puso al entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio como uno de los papables. ¿Por qué?
Siempre lo puse entre los candidatos posibles. Tiene la energía renovadora de la periferia, indispensable para romper los esquemas de los ambientes más arraigados en la Santa Sede. Podía ser la respuesta a lo que pedían muchos de los cardenales en las congregaciones previas al cónclave. Cuando tras una semana de reuniones, los purpurados se encerraron en la Capilla Sixtina, la sensación era que había mucho movimiento alrededor de su nombre.
¿Qué gesto elegiría entre todos los de estos meses?
Uno de los primeros, que pasó como hecho secundario pero que es algo de profunda sustancia: la elección de no vivir en el apartamento pontificio reservado a los papas, sino de quedarse en la residencia de Santa Marta, un lugar en el cual se paran las delegaciones de visita en el Vaticano. No fue una decisión de "marketing pauperista", sino un acto ecuménico, de pastoral. Viviendo allí, el Pontífice cena con gente, toma el ascensor con gente, conversa de forma convival también con representantes de religiones distintas y de países lejanos. El acceso a él es de lo más fluido y él también tiene el pulso de la realidad. Otro gesto o más bien actitud, es su manera de no tener prisa cuando está entre los fieles.
Desde los tiempos de Buenos Aires, el Papa Francisco ha abogado por una Iglesia abierta. Si este concepto centra su actitud hacia la gente, ¿cómo se está concretando en su acción política?
Ha encaminado importantes reformas dentro de la Curia: nombrando una comisión de sabios que le asesora, comisiones que velan sobre el Instituto de Obras religiosas (el llamado Banco vaticano). En esto no está solo. Los cardenales pidieron un cambio radical durante las discusiones previas al cónclave. Cualquier Pontífice elegido debía poner mano en esta especie de contra-iglesia en la Iglesia que fue el IOR y en la híper burocratización de la Curia.
¿Cuál es entonces el toque particular del Papa en encarar su deber reformador?
Más importante que la reforma técnica de las estructuras eclesiásticas, que era un paso obligado para cualquier Papa en este momento, la del Papa Francisco es la reforma del corazón. Que pide a sus ministros una revolución interior, un cambio de perspectiva, pide cuestionarse a uno mismo, abrirse. Y por eso se encuentra con mucha resistencia. Hay círculos que ponen en tela de juicio todo lo que dice o hace, tienen nostalgia por otra concepción del pontificado, tienen miedo al cambio.
¿Qué resultados recogerá del cuestionario sobre la familia que envió a todos los obispos del mundo?
No tengo ni idea de lo que saldrá en el Sínodo de la familia de finales de año. Pero un resultado ya lo cosechó: proporcionar a los obispos una base real sobre la cual debatir. La Iglesia del Papa no quiere especular sobre la familia, basándose en investigaciones sociológicas, en teorías o doctrinas. Con este cuestionario escucha las bases por lo que son, no por lo que deberían ser. Entra en la realidad de nuestro tiempo.
Este año fue el primero con dos papas en el Vaticano. ¿Qué tal se dio?
Es un hecho extraordinario, inédito. Ni teníamos lenguaje para contarlo. Me acuerdo que al principio nos preguntábamos cómo llamarlo: ¿Benedicto o Joseph? ¿Papa o cardenal? No teníamos referencias en el pasado. Pero la grandeza de la personalidad de ambos protagonistas hizo que todo se desarrollara en la forma más natural.
El Papa parece que vive de esta forma espontánea cualquier relación...
Sí, es muy sencillo y espontáneo. No ha cambiado con la elección. Aunque sí, le he notado algo distinto cuando le encontré ya siendo Papa: luce una energía nueva, como si hubiera explotado su disposición natural al abrazo, como si fuese multiplicada. En la relación personal, su sencillez y profundidad siguen iguales que antes. Yo encontré al mismo hombre, sólo con la vestimenta de distinto color.