Tres palabras que comienzan con C. Pero Claudio, el muchacho de Buín, es mucho más que esa trinidad. Lo demostró en esos días borrascosos vividos como consecuencia del vil dinero, el que en abundancia trastorna y perturba las confianzas y la roja de todos no podía ser la excepción. El capitán navegó por mares borrascosos cuya espuma no era salobre sino visceral, esa que enfunde el descontento y la rabia.
Reculando humildemente reconoció con sus huestes que el sistema era fallido, ausente de equidad, desproporcional a los esfuerzos como la real sociedad en que nos desvivimos. Ofrendó el pecho ante las balas de los francotiradores agazapados con el ojo en la mira de las redes sociales. Admirado en la cancha cual felino colgándose de un balón y vilipendiado cual maltrecho gato de portal.
Con una mirada serena y mente abierta, analiza el fútbol del primer mundo y el tercero que se juega por estos confines. Su mirada es distinta, la obviedad apunta que es un portero con la eternidad del mundo para situar su ojo avizor y atrapar las amenazas de los goleadores. A menudo mira el dorsal de sus jugadores, su visión periférica va más allá de los límites de un Iphone, por lo tanto ha debido educar su mirada. No es lo mismo ver que mirar, esto requiere un esfuerzo más intelectual del cerebro, fijarse en un objeto que no horade sus redes. Ver lo hace cualquiera.
Desde niño saboreó el liderazgo en los pastos del Monumental, le apetecía admirarse con la jineta. Allí aprendió o percibió los valores del cacique, esos que la pluma de Neruda describió certeramente como que era honesto, sencillo, humilde, instruido, sociable, combativo e indomable.
Con la juventud de sus 22 años llega a tierras vascas y se adueña de la portería de la Real, un paredón frente a los frecuentes fusileros españoles, merengues, aletis o culés. Sufrió lo indecible con Messi pero ahora lo goza con globos, serpentinas y piñata.
Su ojo vigilante repara en una cultura distinta, la del conocimiento que suministra la lectura, observando que sus compañeros recorriendo la península ibérica, casi todos esgrimen un libro en sus manos, comparando que en su tierra al fin del mundo, todos se enfunden sendos auriculares para mover músculo y esqueleto rezagando las neuronas.
Es vitalizador darse cuenta de las oportunidades de crecer. Es cierto, como Yo Claudio, el emperador romano tildado de tonto, tartamudo y cierta cojera, sabe que la lectura otorga cultura, conocimiento y conciencia, pero son infecundas si no hay acción y trabajo.
Antes de la batalla, Bravo convoca a sus guerreros rojos en el verde césped recordándoles que la confianza, capacidad, conocimiento, cooperación, compromiso y la comunicación le conceden a su equipo credibilidad. Todas palabras que comienzan con C. Como Claudio, capitán, cacique y ahora catalán.