1 de julio de 2016. Era una jornada tranquila, sin muchas novedades para Roberta Smargiassi. Como tantas otras veces, la mujer de 34 años conducía su moto Yamaha por las calles de Vasto, una pequeña localidad ubicada en el centro de Italia. Mismo sector que recorría Italo D'Elisa a bordo de su Fiat Punto. Una secuencia relativamente común que, sin embargo, finalizaría de la peor manera.

Todo apunta a que el joven de 22 años cometió un error fatal: ignoró un semáforo rojo. Una situación llevó a la otra y, segundos después, arrolló una moto Yamaha que aparecía en el camino. Sería el último viaje de Roberta. Pese a los esfuerzos de los paramédicos que rápidamente llegaron a lugar, no logró sobrevivir.

La tragedia cambió para siempre la vida del tercer protagonista de esta triste historia: Fabio Di Lello, esposo de Roberta. El panadero de 32 años se hundió en el inmenso dolor de perder al amor de su vida. Una tristeza que rápidamente dio paso a una inevitable impotencia ante la justicia, que en noviembre cerró la investigación sin ningún resultado, resolviendo la libertad del homicida.

"Transformaron su dolor y su muerte en algo parecido a un videojuego", sostuvo un decepcionado Di Lello en un diario local. "Me pregunto: ¿dónde está la justicia? Me respondo: ¡tal vez no existe! No nos olvidemos, luchemos para que no haya otra Roberta", agregó. Así, consumido por la pena, organizó una campaña pidiendo justicia para su amada, que incluyó una marcha y variadas manifestaciones en las redes sociales.

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"Giustizia per Roberta", una de las manifestaciones que encabezó Fabio.

"Giustizia per Roberta", una de las manifestaciones que encabezó Fabio.[/caption]

Sin embargo, no fue suficiente. La rabia, la tristeza y, sobre todo, la impotencia acumulada dieron paso a la venganza: Fabio Di Lello tomó la decisión de tomar justicia por sus propias manos. Así fue como esperó a Italo D'Elisa a la salida de un bar y le propinó tres disparos en la zona abdominal, acabando con su vida.

Ya no le importaba nada. Sólo restaba el final: tras avisar el crimen a uno de sus mejores amigos, Di Lello se dirigió al cementerio para visitar quizás por última vez a Roberta. Además, sobre la tumba de su amada dejó el arma que utilizó. Posteriormente se entregó a la policía y actualmente se encuentra detenido a la espera de su condena.

"Es una tragedia en la tragedia". La frase pertenece al abogado defensor de Fabio Di Lello, y bien representa el sentir de la ciudadanía frente al actual escenario, una "vendetta" difícil de explicar que conmocionó a Italia. Una locura "por amor".