Funcionarios y soldados venezolanos comenzaron el martes a mudar a cientos de familias para desocupar un rascacielos de 45 pisos a medio construir que es considerado el barrio pobre más alto del mundo.
El desalojo masivo de la "Torre de David", un imponente edificio que domina la vista del centro de la capital Caracas y que se construyó como un centro financiero que nunca llegó a cumplir su función, procedía pacíficamente.
La torre fue abandonada en 1994 sin ser finalizada, cuando el sistema bancario venezolano sufrió la peor crisis de su historia. Más tarde
se convirtió en el hogar de más de 3.000 personas que la ocuparon ilegalmente.
"La necesidad me trajo aquí y la torre me dio una buena casa", dijo Yuraima Parra de 27 años, con su hija pequeña en brazos, mientras unos soldados cargaban sus pertenencias a un camión antes del amanecer.
"Yo viví aquí siete años. La voy a extrañar, pero era hora de irnos y nos van a dar a todos buenos apartamentos", agregó.
La mayoría de los residentes serán reubicados en la localidad de Cúa, al sur de Caracas, en apartamentos construidos por la Misión Vivienda Venezuela
, un programa bandera de edificación creado por el fallecido líder socialista
Hugo Chávez
que, sin embargo, ha desacelerado las entregas en el último año.
Otras familias serán llevadas a casas nuevas en otros estados del país, dijeron las autoridades sin precisar los vecindarios, pero añadieron que intentarán completar los traslados antes de que en septiembre comience el año escolar.
Bautizado por su desarrollador, el financiero y criador de caballos David Brillembourg, la Torre de David era percibida por muchos caraqueños como un foco de criminalidad y un símbolo de las "invasiones" a la propiedad alentadas en la era de Chávez.
Los residentes, sin embargo, aseguran que el edificio se había convertido en un refugio lejos de los barrios plagados de crimen y en un modelo de comuna.
De hecho, los pasillos demostraban la organización y disciplina de los habitantes: los pisos se pulían a diario, los ocupantes que primero vivieron en precarias carpas, luego se repartieron el espacio en apartamentos bien cuidados; y los horarios de trabajo y normas de convivencia se exhibían en los muros.
HERMOSA VISTA
Sin embargo, la vida no era siempre fácil.
Ocasionalmente la gente caía de peligrosas cornisas, la torre no tiene ascensores y los servicios de agua y luz son bastante improvisados.
Además, la policía allanó varias veces el edificio buscando víctimas de secuestros.
El Gobierno reconoció denuncias de crímenes e ilegalidades relacionados con la torre y dijo que los involucrados deberán responder a las autoridades.
"No guarda las condiciones mínimas para una vida segura, con dignidad", dijo el ministro para la Transformación de Caracas, Ernesto Villegas a periodistas durante la operación.
"El propósito es que esta semana se concluya con el traslado de 160 familias, hoy están siendo reubicadas 77", agregó. Se estiman que allí vivían más de 1.150 familias.
Pero a pesar de todo, la vista desde las rudimentarias moradas iguala a la de los más ostentosos apartamentos de la capital.
"Era demasiado bonita la vista. Hay mucha emoción pero tristeza también. Algunos no se quieren ir de Caracas, pero esto está acordado ya", dijo el camarero Robinson Alarcón de 34 años, quien vivió los últimos cinco años en el noveno piso y abandonó el edificio con su esposa y sus tres hijos el martes.
El Gobierno de Nicolás Maduro aún no ha dicho que hará con la torre, pero un periódico local informó que bancos chinos habrían comprado el edificio para restaurarlo a su propósito original.
Villegas descartó la venta.
La torre ha despertado mucho interés internacional y una exposición sobre ella ganó un premio en la Bienal de Arquitectura de Venecia de 2012.
Políticamente era un bastión del chavismo, pero los opositores veían en la torre un símbolo del fracaso gubernamental para asegurar viviendas a los venezolanos.
"Todo esto es gracias al Comandante. Primero por dejarnos vivir aquí. Y ahora por construirnos nuevas casas. Que descanse en paz",
dijo Carlos Francisco, un trabajador de una fábrica de plástico de 36 años, mientras empacaba sus pertenencias.