"Recomiendo calurosamente la Gestapo a cualquiera", escribió Sigmund Freud en la declaración que los nazis le hicieron firmar como condición para permitirle dejar Viena, en 1938. El padre del psicoanálisis huía a Londres para salvar su pellejo. Judío, célebre, viejo y enfermo, a Freud le quedaba más ironía que tiempo de vida.

Es el 3 de septiembre de 1939, faltan 20 días para su suicidio asistido e Inglaterra y Francia están a minutos de declararle la guerra a Alemania. Por entonces, el psicoanalista recibe en su escritorio a un tipo de la Universidad de Oxford. El hecho es histórico y el punto de partida para La última sesión de Freud, obra que llega este martes al Teatro Finis Terrae, en una elogiada versión a cargo del argentino Daniel Veronese (Los hijos se han dormido).

A un lado está un octogenario Freud, paladar sangrante y adolorido por el cáncer. Al otro, la obra imagina que está un cuarentón novelista principiante, cuyo nombre se haría famoso años más tarde: C. S. Lewis. El austríaco lo ha llamado porque le intriga eso de que el futuro escritor de Las crónicas de Narnia haya pasado de ateo a creyente, tras una larga conversación con J.R.R. Tolkien. Quiere discutir con él sobre la existencia de Dios. Menudas cabezas enfrentadas, hablando de eso y de amor, guerra, sexo, muerte y hasta un poquito de sí mismos.

Elogiada por la inteligencia y precisión de sus líneas, la obra escrita por el estadounidense Mark St. Germain, guionista de El show de Bill Cosby, se convirtió en un fenómeno del teatro neoyorquino tras su estreno, en julio del 2010. Como todos esos fenómenos, tuvo éxito de funciones, buenas críticas y algún premio, en este caso el Off Broadway Alliance Award a mejor obra. De ahí vino el estallido por una decena de países. En enero del año pasado, debutó una versión local en Argentina. Además de llegar con su buena fama, la obra une dos debilidades transandinas: el psicoanálisis y Veronese, una de sus grandes figuras teatrales. Fue otro éxito.

"Me interesó porque era un gran desafío, ya que al principio parece una obra muy basada en ideas y discusiones religiosas, filosóficas y literarias. Con poco espacio para la acción y la pasión", cuenta Veronese a La Tercera. Precisamente, los pocos puntos débiles que le vio la crítica al montaje neoyorquino son los que motivaron al director. Su idea era meterle corazón a una obra muy cerebral, para "mostrarlos como seres desamparados ante el enigma de la muerte. A ambos", dice.

"Este es un Freud más humano, un hombre traspasado por el dolor y una teoría que desarrolló durante muchos años y de la que, de cierta forma, está hastiado", explicó el actor Jorge Suárez al Clarín de Buenos Aires. Suárez (El desarrollo de la civilización venidera) trabaja en escena junto a Luis Machin (La familia argentina). Sus nombres son claves. "Enormes" y "memorables", fueron los adjetivos que le dieron a su trabajo en los diarios La Nación y Clarín. Y para Veronese ellos son la clave: "Primero, tuve que encontrar actores que pudieran encarnar la humanidad de estos seres. Luego, buscar lugares dentro de la trama donde jugaran con la emoción que la defensa de ideas les provoca a cada uno. No debía haber quietud en esa confrontación".

El montaje estará tres días en Chile, martes, miércoles y el jueves con una función extra a las 19 horas, que es la única con entradas disponibles a la venta.