Hay un lado humanitario que la soprano chilena Verónica Villarroel (1962) difícilmente puede ocultar. Lo ha tenido siempre y fue parte de su biografía incluso cuando la que más necesitaba ayuda era ella misma. Es tal vez un instinto maternal y acogedor o quizás una suerte de ética inquebrantable, rara en el feroz y competitivo mundo de la lírica. Aquel costado asistencialista, casi de Florence Nightinganle, asomó primero en los años 80, cuando sin demasiado dinero bajo el brazo, ayudó a cuanto cantante pudo mientras estudiaba en la prestigiosa escuela Juilliard de Nueva York. "No tenía dinero, porque estudiaba con beca, pero trataba de darle techo, abrigo y comida a quienes lo necesitaban", cuenta.
Ahora, a la cabeza de una academia de canto que tiene más de un centenar de alumnos, ese espíritu benefactor se materializa a través de la Fundación Verónica Villarroel, organización que busca ayudar a jóvenes talentos sin los recursos necesarios para seguir con su perfeccionamiento. Creada en junio del año pasado, la fundación tendrá el próximo 9 de mayo su primera gran prueba de fuego: ese día, Verónica Villarroel realizará un recital junto a la destacada mezzosoprano española Nancy Fabiola Herrera y la no menos importante soprano mexicana María Katzarava en el Aula Magna de la Universidad de Los Andes.
Mientras Herrera está considerada una de las importantes intérpretes de Carmen del momento y viene de cantar Rigoletto en el Metropolitan de Nueva York, su colega mexicana es una de las figuras más ascendentes de la lírica en Latinoamérica y hace pocos días hizo Tosca en la Opera de Tous (Francia). Juntas cantarán un programa bastante ecléctico que va desde arias de La bohème de Puccini y Carmen de Bizet hasta zarzuela y musicales de Broadway. "En el concierto vamos a transmitir un mensaje muy importante que nos dará el propio Plácido Domingo y que tiene que ver con el apoyo a la fundación. Lo bueno del concierto es que hay de todo: si alguien detesta la ópera podrá escuchar musicales y, por supuesto, los operáticos también tendrán mucho repertorio para apreciar. Todos cantaremos gratis y el dinero a recaudar será para la fundación. Es por una causa, la de la beca a los estudiantes. Queremos tocar el corazón de quienes tienen recursos, cambiar un poco la mentalidad, que a veces es muy cerrada".
¿Cree que hay poca apertura hacia la cultura en Chile?
Sí, en general creo que sí. Hay elitismo aún. La cultura nos pertenece a todos y prueba de ello soy yo, que nací en Estación Central y no en una cuna de oro. Vengo de una familia de esfuerzo, de clase media, que ha luchado y que no se ha dado nunca por vencida. Y en general todas mis compañeras en el canto también. Lo bueno es que además mis amigos, que son muchos, y que están repartidos en teatros de todo el mundo desde el Covent Garden al Metropolitan, ya quieren venir el próximo año. Cantarían gratuitamente, pero lo que hay que pagar es el pasaje y la estadía.
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Foto: Reinaldo Ubilla / La Tercera[/caption]
¿A quiénes estarían orientadas las becas de la fundación?
En principio nuestras ayudas estarán dirigidas a los jóvenes que estudian canto, pero también nos gustaría apoyar a profesores y también a alumnos de la tercera edad. En nuestra academia están los que quieren aprender y los que cantan para sentirse mejor.
¿Cómo eran las condiciones cuando usted empezó?
Yo no estudié en Chile. Empecé en la Escuela Juilliard de Nueva York, pero fue un caso extraordinario porque Renata Scotto (la gran soprano italiana de los años 60 y 70) era mi madrina musical. Pero yo empecé desde la ignorancia: no sabía música ni inglés. Era una muchacha que no sabía dónde estaba parada ni hacia dónde apuntaba mi vida. Ni siquiera tenía claro si me gustaba o no el canto lírico. De alguna manera todas las carencias que enfrenté me sirvieron para tener claro qué es lo que necesita un artista si es que se va a dedicar a esto. Al menos debe saber inglés y algún otro idioma. También tiene que tener una fuerte preparación sicológica. Los chilenos somos muy de familia y de echar de menos al papá y a la mamá, pero si alguien quiere tener una carrera internacional debe superar aquello. El circuito de ópera es abrumador y a veces lo único que hay es concierto tras concierto. Lo digo por experiencia, porque yo misma tuve que pasar por varias terapias para salir de eso. Además tenía pánico escénico, que es fatal si uno justamente se dedica a aparecer en el escenario.
¿Es peor el trabajo excesivo o la competencia entre cantantes?
La dos cosas. Si la competencia es positiva, no hay problemas. Pero muchas veces la competitividad de algunos lleva a la envidia, a perder la nobleza y provocar demasiado daño. A herir a otros. Y ese, al menos nunca fue mi estilo. Por otro lado, el tema de las agendas de trabajo está totalmente supeditado a lo que quieren los managers y los teatros de ópera: todo se hace al arbitrio de ellos y no de lo que desea el cantante. Y ahora es peor. Se les paga mucho menos a los cantantes, tienen menos tiempo de ensayo y lo que pasa es que su voz se estropea antes de tiempo. Ya no es la época de Renatta Scotto, Joan Sutherland, Alfredo Kraus o Montserrat Caballé, que cantaron o cantan hasta después de los 70 u 80. Lo sé, porque además canté con ellos. Ahora no. Ahora hay que ser bello, lucir bien, tener buen aspecto y da lo mismo si tu voz no es la apropiada para el rol. Claro, en ese contexto, cuesta mucho decir que no. En mi momento yo lo hice. A los 20 y tantos años me ofrecieron cantar Tosca y Madama Butterfly en La Scala de Milán y me negué. Sobre todo porque además me aconsejaron Plácido Domingo y Renata Scotto. Ellos me previnieron de que mi voz se podría dañar. Y para qué vamos a hablar de la princesa Calaf de la ópera Turandot. Es demasiado. Lo cantas a los 20 años y le dices adiós a tu carrera de cantante. Ahora la voz no es la prioridad. Me criticaron mucho por rechazar algunos roles de ópera, pero no iba con mi modo de ser aceptar todo.