Viaje a Itaca en Grecia, la mágica isla de Ulises
El encanto de la isla es absoluto, gracias a una bahía natural que es la más grande del mundo y a los cipreses que la hacen semejante a un rincón de la Toscana italiana.
Itaca, la isla de Ulises y la homérica "Odisea", existe en el mapa pero sobre todo en la mente, como meta del viaje por excelencia, un itinerario mítico y real que lleva a la más occidental de las islas Jónicas. Se llega en un transbordador que tarda 30 minutos desde Cefalonia. Media hora de mar y luego se atraca en Piso Aetos, que tiene solo una pequeña banquina y, a la izquierda, una encantadora playa blanca de guijarros.
Los colores envuelven los ojos: sol y mar, uno de los más límpidos de Grecia. Y dispersas en la isla, sobre sus colinas, las antiguas torres sarracenas.
No en vano los marineros consideran a Itaca el puerto ideal: el mismo al que Ulises tardó diez años en regresar, y al que Homero le dedica algunas de sus páginas más célebres.
Para algunos estudiosos, Itaca era la patria del propio Homero, de modo que la isla asume así una doble identidad: la de Ulises y la de su narrador.
El encanto de la isla es absoluto, gracias a una bahía natural que es la más grande del mundo y a los cipreses que la hacen semejante a un rincón de la Toscana italiana.
Casi hasta orillas del mar llegan los olivos, y sobre la playa brotan los pequeños poblados con casitas de fisonomía distinta a la otras islas griegas. En torno y entre las casas, las flores dibujan jardines sobre el mar.
Kioni es uno de los barrios más sugestivos. Pocas casas y un pequeño puerto, donde se destacan el blanco de las velas y los colores de las buganvillas: aquí, por poco dinero, se pueden alquilar departamentos sobre el mar, rodeados de silencio.
LA CAPITAL
Más animación hay en Vathy, la capital, situada al fondo de una profunda bahía que es también un excelente amarre para los veleristas.
Se llega recorriendo una ruta espectacular, entre un mar de un azul intenso y brillante a un lado y del otro una vegetación que cae mágicamente sobre el agua. Una atmósfera antigua con aires de leyenda cubre todo el paisaje.
Tal vez Ulises sigue aún aquí, con sus amores y sus dudas: Itaca, en todo caso, logró sustraerse al gran turismo y se mantiene como una meta oculta y un poco secreta.
Este año la isla está casi desierta: la gente habla de un 30 por ciento menos de visitantes, culpa de la crisis, pero Itaca en realidad nunca está superpoblada, como si el mito la hubiera preservado de invasiones y cambios.
Los hoteles son pocos, pequeñas estructuras de entre diez y quince habitaciones. Porque muchos prefieren alojarse en casas: y es fácil hallar un pequeño departamento en distintos lugares de la isla, siempre a dos pasos del mar, con pequeñas terrazas encantadoras cuando cae el sol.
El geógrafo griego Estrabón fue el primero en identificar la Itaca de Homero con la moderna Itaca: excavaciones arqueológicas demostraron la existencia en la isla de habitantes de época micénica, pero hasta no permitieron localizar con precisión una eventual morada de Ulises.
Este misterio es uno más de los encantos de Itaca, la isla que flota sobre el mar color de vino, y que invita en esta primavera a explorar el mito homérico en un viaje de leyenda.
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