No había dirigido una sola práctica con Universidad de Chile y Martín Lasarte decidió tener una conversación con los referentes del plantel. Antes de pararse frente al grupo, quería conocer de boca de los líderes cuál era la opinión sobre su persona y principalmente hacerse un diagnóstico sobre la realidad de un equipo que venía de terminar en la posición 12 del Clausura.
Seis meses después, tanto Machete como los referentes, junto al resto del plantel, dieron una de las vueltas olímpicas más emocionantes de los últimos años. Mientras el técnico daba rienda suelta a su alegría como un hincha, los futbolistas derramaban lágrimas por el objetivo cumplido. Cuando se cruzaron en la cancha, con las medallas de campeón colgadas al cuello, todos recordaron aquella conversación.
En ese punto de partida, el charrúa tomó nota de cada palabra de sus nuevos dirigidos. Pero le quedaron dos ideas dando vueltas. La primera tenía que ver con las metas que debía fijarse el grupo y que no debían acabar en títulos locales. "Acá Martín se debe aspirar a ganar títulos internacional. Sólo así podrás ganarte el respeto", le afirmó uno de los referentes.
Lo segundo era la situación de Patricio Rubio. Todos en la reunión coincidieron con que el delantero era un gran jugador, pero con el físico que arrastraba era imposible exigirle demasiado. Dos meses después, el ariete ya tenía siete kilos menos gracias a un detallado plan nutricional y también a una enorme fuerza de voluntad del futbolista.
Lasarte lograba convencer en todos los aspectos. Pero los jugadores también pusieron mucho de su parte. Los fracasos consecutivos en los últimos torneos debían terminar. La salida de algunos jugadores, apuntados como nocivos para el camarín, facilitó la convivencia. Después de mucho tiempo, todos remaban para el mismo lado. Y los referentes volvían a asumir la conducción del grupo. Si hasta Paulo Magalhaes cedió su sitial de DJ a Johnny Herrera.
Los buenos resultados ayudaron al proceso de reconstrucción. Hasta los dirigentes se integraron de buena manera al camarín. La probación casi inmediata al premio por salir campeón, cerca de 200 millones de pesos, cayó muy bien en el plantel, que veía en Carlos Heller y Sabino Aguad a dos tipos confiables y cercanos.
Las lesiones y algunos tropiezos ensombrecieron el panorama. Las dudas se instalaron en el CDA. Pero. en ese momento de flaqueza, encontraron un factor motivacional en los dichos de los jugadores de Colo Colo. Los reclamos y mensajes subliminales apuntando a la U los unió aún más. Guardaron cada uno de ellos, tanto los que aparecían en los diarios como en las cuentas personales de twitter, entre ellas la de Emiliano Vecchio.
La orden de los referentes era clara: nadie podía responder. Eso sí, una vez coronados campeones, todos estaban liberados para contestar. Así surgieron las fotos de varios jugadores en el camarín simulando un llanto, en clara alusión hacia Macul. Otros, como Gustavo Lorenzetti, quisieron ser más directos: "Les cerramos bien el orto a los que hablaron antes".
Y mientras la canción Travesuras (Nicky Jam), la cábala de este plantel, sigue sonando en el camarín del campeón, todos comienzan a despedirse antes de salir de vacaciones. El título del Apertura ya queda atrás y ahora los ojos están puestos en la Libertadores. Lasarte sabe que ahí debe apuntar todos sus sentidos.