Es un signo arriba de un poste de luz, que no cuadra con el nombre de la calle y se pierde en medio del follaje multicolor de los árboles otoñales de la cuadra. "Rodham Corner", se lee en el letrero verde con blanco en la esquina que da a la casa del 235 de la calle Wisner, en Park Ridge, un barrio a 45 minutos al norte de Chicago.
Y el signo de 1997 es el único reconocimiento visible de que, a unos metros, está aún la casa donde creció Hillary Rodham, la mujer que el mundo conoció como Hillary Clinton y que, de ganar este martes, añadirá el título de presidenta electa a un ya impresionante currículum: ex primera dama, ex senadora y ex secretaria de Estado.
Pero en Park Ridge nada hace presumir que quedan menos de 72 horas para que uno de los suyos pueda llegar a la Casa Blanca. En el inmueble que perteneció a los padres de Hillary, de hecho, no hay nadie: los dueños salieron hace días y la correspondencia se amontona. Y en la cuadra apenas hay un hogar que tiene un letreto que invita a votar por ella. "No nos sentimos cómodos hablando con periodistas", dice, firme pero cortés, la dueña de casa cuando se le consulta por la publicidad que tiene en su antejardín.
Los que sí están emocionados son David Poli (32) y Michael Fielkow (27), dos jóvenes que viajaron desde California a Chicago y que se bajan de su camioneta exclusivamente para fotografiarse frente a la casa. Ambos ya votaron por la aspirante demócrata por adelantado, enviando su sufragio por correo.
"Hillary está sumamente preparada para ser presidenta", dice Michael, que viste una polera de su candidata. "Y además, Trump sería alguien demasiado peligroso para Estados Unidos. Y para el mundo, claro", cierra el joven.
Un mundo de contrastes
Si Hillary gana el martes, para Chicago sería el segundo presidente al hilo con un vínculo estrecho con la ciudad. Pero a diferencia de Barack Obama, cuyo nexo con el barrio de Hyde Park -al sur de la ciudad- se ha convertido en un polo de atracción turística para los locales del entorno, en Park Ridge no hay señas visibles del paso de Hillary.
Aunque fue al colegio a cinco cuadras de su casa, y luego completó el equivalente a su enseñanza media en otro establecimiento a cinco kilómetros -donde sus compañeros en el anuario de despedida la eligieron como "la más probable que sea exitosa" en la vida-, el barrio permanece en un estado de bella abulia. Los carteles que predominan son los de la carrera por el congreso del estado, y calabazas y calaveras que dan cuenta de un Halloween que recién pasó.
Eso se explica en parte por el sistema de elección estadounidense. Illinois, el estado donde queda Park Ridge, no está en disputa: está asumido que los demócratas ganarán, como lo vienen haciendo desde 1992. Por eso los candidatos no invierten tiempo ni recursos en pelearlo, como sí lo hacen en los "estados clave". Hillary sólo visitó su tierra natal en marzo, cuando disputaba voto a voto con Bernie Sanders la primaria demócrata.
Pero su figura igual suscita resistencia en el barrio en que se crió. El año pasado, el concejo local no logró ponerse de acuerdo para nombrar un parque de la zona en su honor, temiendo que pudiera generar polarización.
Sin embargo, hay algunos signos en el corazón de Park Ridge que hablan de que la indiferencia no es total. El primero es un espacio en blanco: en la fuente de la plaza principal del barrio, están grabados los nombres de 31 hitos históricos de la zona. El número 32 está libre, y los habitantes locales dicen que no es misterio que quién lo ocupará será Hillary.
Y el segundo está apenas unos metros al frente. Cuando Hillary volvió a su barrio natal en 2003 para una entrevista con la destacada periodista Barbara Walters, eligió el restaurante Pickwick, en el corazón de Park Ridge, donde pidió una hamburguesa especial que con el tiempo pasaría a ser la "Clinton Burger" y su foto colgó del local hasta su cierre en 2014.
Sin embargo, el restaurante hoy presenta avisos de que se contrata a trabajadores con urgencia. En dos semanas más, Pickwick volverá a estar activo y su reapertura podría contar con un gancho especial: ser el restaurante favorito de infancia de la nueva habitante de la Casa Blanca. "Sería justo a tiempo", dice con una sonrisa nerviosa Anna, la nueva propietaria, con unos ojos de esperanza que son el mayor signo de apoyo a Hillary en el lugar que fue su hogar.