El escritor alemán, Juergen Todenhoefer pasó seis días en Mosul, Irak, controlada por el Estado Islámico (EI). Llegó hasta ahí tras viajar desde Raqqa, en Siria. Señaló que encontró que los seguidores del EI están muy motivados y respaldan la brutalidad del grupo. Además, sostuvo que la dispersión de los combatientes en el territorio los hacía blancos difíciles para los ataques aéreos.
Todenhoefer, quien fuera parlamentario alemán por la CDU entre 1972 y 1990, es la única persona externa al grupo que se ha internado en territorio controlado por el EI y ha podido regresar. Esto, teniendo en cuenta que varios occidentales han sido decapitados recientemente.
En Mosul, capturada por el EI en junio pasado, Todenhoefer vio cómo el grupo imponía una versión extrema del islam sunita. Los afiches en las calles instruían a los hombres las posiciones correctas en las que deben rezar y le decían a las mujeres que se deben cubrir completas. No deben, por ejemplo, usar ropa que "se parezca a las que usan las mujeres o los hombres infieles".
Imágenes en carteles publicitarios habían sido tachados y una librería mostraba panfletos, libros sobre decisiones religiosas, incluyendo cómo tratar a los esclavos.
Conoció a niños combatientes que llevaban armas para el "califato", y se encontró con reclutas de todo el mundo, incluyendo de Reino Unido, Estados Unidos, Suecia y Trinidad y Tobago.
Todenhoefer dijo que le impactó el brutal celo del grupo, y la magnitud de su ambición de llevar a cabo una "limpieza religiosa" y expandir su territorio. "Hay un entusiasmo que nunca he visto antes en zonas de guerra", dijo.
"Son tan confiados, tan seguros de sí mismos. A principios de este año, pocas personas sabían del EI. Pero ahora han conquistado un área del tamaño de Reino Unido. Se trata de un movimiento del uno por ciento con el poder de una bomba nuclear o un tsunami".
Filmado por su hijo, su material da la impresión de que el Estado Islámico es un grupo ocupado por afianzar su burocracia y relativamente no perturbado por la amenaza de los ataques aéreos de la coalición internacional.
"Tuve la impresión de que quieren demostrar que el Estado islámico está funcionando", dijo. En la superficie, la vida -sostuvo- se ve más normal de lo que esperaba. Pero todos los cristianos y musulmanes chiitas de la ciudad ya han huido despavoridos, después de que el Estado Islámico se hizo cargo.
Los yihadistas ahora tienen su propio sistema de justicia - con sus banderas colgando en los tribunales - y su propia policía que hace cumplir la estricta ley islámica, aunque el jefe de policía local le dijo que ya no se necesita administrar castigos violentos. El miedo, dijo Todenhoefer, parecía ser un elemento disuasorio muy potente.
"Muy pesimista"
Los más perturbador fueron las conversaciones que mantuvo con los militantes que lo escoltaban, más que lo que realmente vio. Dijo que recordó a los combatientes que la mayoría de los capítulos del Corán comienzan con las palabras "Alá ... el más misericordioso". "Le pregunté: ¿Dónde está la misericordia? Nunca tuve una respuesta real"
Todenhoefer estimó que la ciudad ahora está en manos de unos pocos miles de combatientes. Pero, dice, que se ha hecho difícil atacarlos porque están esparcidos en toda Mosul y ya no viajan en convoyes para evitar los ataques aéreos de la coalición.
Además, sostuvo que el EI es más fuerte en la zonas que controla en Irak que en Siria. En Raqqa, por ejemplo -considerada su capital-, el escritor dice que el Presidente sirio Bashar Assad sigue pagando los sueldos de los empleados del gobierno.
De vuelta ya en Munich dijo a la BBC: "Ellos son el enemigo más brutal y más peligroso que he visto en mi vida". "Yo no veo a nadie que tenga una verdadera oportunidad de detenerlos. Sólo los árabes pueden detenerlos. Volví muy pesimista", añadió.
Todenhoefer tuvo la suerte de regresar porque negoció durante muchos meses el acceso al territorio a través de un yihadista alemán y llevó consigo el salvoconducto emitido por la "oficina del Califato" que lo protegió en varias ocasiones. "Estuve preocupado en algunos partes de que pudieran cambiar de opinión", dijo.
Al final, temiendo que no respetaran el acuerdo y decidieran tomarlos, a él y a su hijo, como rehenes, tuvieron que correr y cruzar la frontera con Turquía. "Corrí mil metros con las maletas y todas las cosas que teníamos", dijo. "Cuando llegamos, tuve una increíble sensación de felicidad. Me di cuenta entonces que había cargado toneladas sobre mis hombros. Llamé a mi familia. Y en ese momento me di cuenta de que no era muy fácil lo que había hecho".