Corrían los años 50 y el arquitecto Alberto Cruz (1917-2013) comenzaba a ser considerado un maestro demasiado peculiar e incluso peligroso para los conservadores estándares de la Universidad Católica. Además de los encendidos discursos que solía dar subiéndose al pupitre, al académico le gustaba incitar a sus alumnos a deambular y experimentar la intimidad de la ciudad. Para los apoderados, el método de prácticamente lanzar a sus hijos a la calle era inaceptable. Al poco tiempo, el arquitecto dejó sus funciones en Santiago y se trasladó al Litoral central con la invitación de refundar la Escuela de Arquitectura de la U. Católica de Valparaíso, donde encontró el espacio ideal para proyectar sus ideas de excursión y vida colectiva, y llevarlas a una dimensión mayor. En la tarea lo acompañó su grupo de colaboradores, entre ellos José Vial, Miguel Eyquem y Fabio Cruz, con quienes ocupó una residencia en el pasaje Cerro Castillo de Viña del Mar. Allí conoció también al poeta argentino Godofredo Iommi, quien se sumó al colectivo transformándose en pieza clave de los primeros actos poéticos de la escuela, los que se traducían en juegos colectivos (se disfrazaban y construían pequeñas obras) y caminatas por la ciudad reconociendo el territorio. El lema era: "No a la vivienda, sí al habitar".

Tras varios años de actos poéticos, en 1965 el grupo Valparaíso dio paso a su mayor proyecto: una expedición geopoética desde Tierra del Fuego hasta Santa Cruz de la Sierra, con el objetivo de reconocer y conectarse con el habitar particular del ser humano en este continente. La Travesía se transformó en el rito fundacional de Amereida o Ciudad Abierta: una cooperativa privada que compró casi 300 hectáreas en Ritoque para formar ese espacio donde la poesía y la arquitectura se cruzan naturalmente.

A 100 años del nacimiento de Alberto Cruz, dos exposiciones exploran el origen poético de la Ciudad Abierta. La primera -Amereida 1965-2017. La invención de un mar- se inaugura el 13 de enero en el Museo de Bellas Artes y reúne fotografías inéditas de esa primera Travesía, donadas a la Corporación Cultural Amereida en 2012 por uno de los participantes extranjeros del viaje, el filósofo francés Francois Fédier. La segunda será en septiembre en el Museo de Artes Visuales (Mavi) y reunirá los cuadernos de artista y dibujos inéditos del arquitecto, su faceta más desconocida.

"La distancia temporal entre nosotros y los primeros fundadores de la Ciudad Abierta es lo que provoca la necesidad de encontrarse directamente con esa primera fuente. La aventura es la de volver al origen, volverse sobre el origen", explica la arquitecta Victoria Jolly sobre la exposición en el Museo de Bellas Artes, que organiza junto al cineasta Javier Correa.

Arquitectura poética

Arriba de una vieja camioneta, a fines de julio de 1965 los poetas Jonathan Boulting, Michel Deguy, Godofredo Iommi, Edison Simons; los arquitectos Alberto Cruz y Fabio Cruz; los escultores Claudio Girola y Henry Tronquoy; el filósofo Francois Fédier y el pintor Jorge Pérez iniciaron el viaje de sur a norte por el continente. En el trayecto hicieron actos poéticos, conferencias, intervenciones artísticas y signos escultóricos en peladeros y pueblos: fue el germen de lo que sería hasta hoy la Ciudad Abierta de Ritoque y el poema Amereida de Godofredo Iommi, creado a partir de la bitácora de viaje de Alberto Cruz, su base poética. El cuaderno se exhibirá en el museo de Parque Forestal, mientras que otro resto se guarda para la exhibición de septiembre.

"De la misma manera en que no se puede entender la Escuela de Valparaíso sin Alberto Cruz, no se puede entender la 'plástica' de Alberto sin la obra colectiva a la que le dedicó toda su vida", dice la investigadora María Berríos, curadora de la muestra del Mavi y quien ya ha trabajado en otras dos muestras sobre Ciudad Abierta: en 2010 para Desvíos de la deriva, en el Museo Reina Sofía, y en 2015 en el Museo Experimental El Eco de Ciudad de México. Además, en 2012 la Escuela fue invitada a participar en la Bienal de Sao Paulo.

En la exposición del Mavi se exhibirán por primera vez sus dibujos, especiales collages llenos de color que remiten en algo al movimeinto constructivista de los 50. "Tiene interesantes vínculos con una dimensión mística, que en el arte se ha recogido en figuras aisladas de ocultismo abstracto tipo Hilma Af Klint. También hay varias piezas mas enigmáticas, dibujos compuestos como palimpsestos, laberintos que hacen eco de las rondas poéticas y los sistemas de construcción colectivos desarrolladas por el grupo. Hace mucho sentido mostrar la obra de Alberto y de la Escuela en un museo de artes visuales: aproximarse a su trabajo desde la visualidad permite abrirlo", agrega la curadora.

La obra inédita de Alberto Cruz está compuesta por más de 2.200 cuadernos y más de 200 dibujos que son resguardados por la fundación que lleva su nombre y que lidera su nieta, Sara Browne. "Muy poca gente pudo ver estos trabajos mientras estaba vivo: mi abuelo dibujaba y escribía el día completo. Toda su obra está cruzada por una fe profunda y por una constante reflexión sobre el ser humano y su devenir en el mundo", cuenta Browne.

Si bien como arquitecto Alberto Cruz nunca construyó ninguna obra (diseño varios proyectos que nunca traspasaron el papel ), sus escritos e ideas siguen inspirando a una generación de alumnos, quienes desde 1984 hacen Travesías como parte de la malla de la Escuela de Arquitectura y Diseño de la PUCV. "Hasta un mes antes de su muerte en 2013, mi abuelo seguía yendo a Ritoque para participar del Taller Amereida con alumnos y del almuerzo comunitario. En esa época empecé a trabajar con él en la clasificación de este archivo y él alcanzó a establecer todos los temas. Ahora la idea es abrirlo a público", resume su nieta.