"Mañana iré a Chile y Perú. Les pido que me acompañen con la oración en este viaje apostólico", pidió el Papa Francisco al final de su tradicional saludo del Angelus, que pronuncia los domingos desde el Palacio Apostólico. En la Plaza San Pedro algunos aplausos, un par de banderas chilenas y peruanas, y un grupo de jóvenes con un extenso lienzo donde se podía leer buon viaggio,  recibieron las palabras del Pontífice, quien sólo un par de horas antes había celebrado un misa en la Basílica de San Pedro con ocasión de la jornada mundial de los migrantes y los refugiados. Bajo un cielo parcialmente nublado y apenas ocho grados de temperatura –muy distinto a las temperaturas que recibirán al Papa en Chile- el tradicional pedido de oración que hace el Pontífice cuando emprende alguna peregrinación fuera del Vaticano-, tenía esta vez una cercanía mayor y se leía, inevitablemente, a la luz de los últimos acontecimientos producidos en Chile, como el ataque incendiario a la iglesia San Agustín de la comuna de Melipilla.

En una entrevista concedida al nuevo sitio de noticias del Vaticano, Vatican News, el secretario de Estado Pietro Parolin, que acompañará al Pontífice durante su recorrido por Chile y Perú, reconoció que la cuarta visita a Sudamérica de Francisco "no será un viaje simple". "El Papa como pastor de la Iglesia universal va a encontrar a las iglesias locales (…), iglesias particularmente activas, pero que tienen que enfrentar numerosos desafíos", aseguró el cardenal. Entre estos, Parolin destacó dos: la situación de las poblaciones indígenas –un tema que el Papa abordaría durante su visita a Temuco- y la corrupción que, aseguró, "impide el desarrollo y la superación de la pobreza y de la miseria".

Unas palabras, que sumado a los últimos acontecimientos en Chile y Perú, han sido recogidas por diversos analistas vaticanos, quienes destacan la complejidad de la visita que el Pontífice comenzará el lunes a las 19:55, cuando el Boeing 777 de Alitalia que lo transporta aterrice en Pudahuel, tras cerca de 16 horas de vuelo.

Papa Francisco

Para Andrea Tornielli, uno de los periodistas más cercanos al Pontífice y editor del sitio especializado Vatican Insider, la visita de Francisco a Chile será un viaje complejo. "Las protestas en Santiago, el resentimiento hacia la Iglesia por los casos de pedofilia y la cuestión mapuche hacen difícil la visita que inicia el Papa", escribió en un artículo publicado el sábado pasado, donde advierte sobre los efectos que podría tener la reciente revelación de una carta en la que el Papa reconoce ante el episcopado chileno los problemas de la situación del obispo de Osorno, Juan Barros.

Además, Tornielli asegura que para revertir lo que califica como "pérdida de credibilidad de la iglesia chilena en la opinión pública", deberá "saber moverse fuera de los programas preestablecidos y de los protocolos de una viaje que se preanuncia complicado". Según Tornielli, el viaje que emprende Francisco, "que se esperaba fuera un tranquilo regreso a su América Latina y a países que conoce bien", puede ser uno de los más complejos de sus cinco años de Pontificado.

Al igual que Tornielli, el sitio religioso estadounidense Crux, del vaticanista John Allen, también abordó las dificultades de la visita, en especial por los efectos que han tenido los casos de pedofilia, tanto en la iglesia chilena como en la peruana. Para la periodista Inés San Martín, la complejidad del viaje del Pontífice queda clara en las palabras del cardenal Parolin: "No será una visita simple".

Pero al margen de esas inquietudes y como es habitual antes de cada viaje, el Papa Francisco visitó el sábado la Basílica de Santa María Mayor en Roma para encomendarle su peregrinaje a la virgen y, hoy partió la jornada a las 10:00 con la misa por el día mundial de los migrantes y los refugiados.

Una celebración que reunió a cerca de 10 mil personas en la Basílica de San Pedro y en la que el Papa hizo un fuerte llamado a acoger a los migrantes pese a lo que calificó de "legítimos temores y dudas que su llegada genera en las poblaciones locales". El Pontífice aseguró, además, en su mensaje que "las expulsiones colectivas y arbitrarias de emigrantes y refugiados no son una solución idónea sobre todo cuando se realizan hacia países que no pueden garantizar el respeto a la dignidad ni a los derechos fundamentales". La misa reunió a representantes de comunidades de 49 países presentes en Roma, incluida la chilena Marisol Silva, quien lleva 17 años en Italia y fue la encargada de portar la bandera de Chile durante la ceremonia. "Fue una gran emoción", dijo la mujer, que colabora en la misión de inmigrantes hispanoamericanos en Roma.