Por estos días, el explorador y escritor inglés Ed Stafford finaliza una travesía a pie por el Amazonas. Un viaje que comenzó el 2 de abril de 2008, recorriendo desde el nacimiento del río, en Perú, hasta su desembocadura en el Atlántico. Apoyado tan sólo por un teléfono satelital y algunas provisiones, este valiente británico intenta demostrar los graves daños producidos por la deforestación y el calentamiento global en esta región del planeta. La realidad, sin embargo, indica que no es necesario exponerse a graves enfermedades,como la malaria y el dengue, ni arriesgarse a ser atacado por serpientes, pirañas y jaguares, para disfrutar de los "pulmones del mundo". Existen diversas agencias de turismo en Manaos que ofrecen tours de dos, y hasta cuatro noches, para internarse en la selva, los cuales incluyen traslados, paseos, guías y comidas.
COMO AGUA Y ACEITE
Son las 10 de la mañana y ya está todo listo en el muelle Ajato, en Manaos, para que una lancha rápida nos traslade al lodge donde alojaremos la primera noche. Antes, dedicamos tiempo para una visita de una hora al sitio donde se produce el fenómeno natural más extraño del Amazonas: el encuentro de las aguas. Se conoce con este nombre al punto en donde se juntan el río Solimoes, proveniente de Perú, con el río Negro, cuya cuna está en Colombia. El primero de ellos es de color café claro. El segundo, tan negro como una taza de café. Debido a sus diferencias en densidad, temperatura y velocidad, ambos torrentes, cual agua y aceite, jamás se mezclan, a pesar de los 130 kilómetros que recorren juntos formando el Amazonas.
Aquí, el sol juega el papel de aliado, ya que sin él se dificulta la observación de este espectáculo. Tras hacer unas fotos, el tour continúa con una breve pero atractiva visita para observar vegetación en una zona de lagunas de aguas poco profundas y pantanosas. La atención se centra en la especie nenúfar victoria regia, cuyas hojas circulares llegan a medir hasta dos metros de diámetro, convirtiéndola en la planta acuática más grande del mundo. Tras la observación, es hora de partir a nuestro destino.
Dos horas de camino por el río Negro permiten disfrutar, con tranquilidad, de los alrededores. Algunos botos (delfines amazónicos) chapotean en el agua a la distancia y diversas especies de aves de plumajes coloridos llaman la atención. Finalmente, llegamos al Green Lodge, nuestro pintoresco lugar de alojamiento, oculto entre una densa vegetación. Un sitio que ofrece habitaciones, un comedor junto al embarcadero, un bar y algunas hamacas colgadas en el pasillo. El lodge, construido en base a madera, no cuenta con electricidad y lujos, pero a cambio regala una vista privilegiada de la selva y sus canales. Para la recepción, los guías preparan un almuerzo donde el plato principal es el jaraqui, un pequeño pero sabroso pescado de la zona de textura suave.
Luego de un breve pero reponedor descanso, partimos rumbo a la pesca de pirañas, lo que corresponde al primer paseo de la tarde. Equipados con una caña de madera y una carnada, el guía ancla el bote en una zona de aguas calmas. La paciencia juega un rol clave, debido a lo esquivos y luchadores que pueden llegar a ser estos peces amazónicos. Al anochecer, una cena a la luz de las velas es el anticipo de un posterior trayecto donde intentaremos divisar y capturar al yacaré, especie de caimán que tiene mayor actividad luego de la puesta del sol. La noche es iluminada tan sólo por la luna, mientras en la oscuridad del bosque ranas, monos e insectos, invisibles a nuestros ojos en ese momento, rompen el silencio a medida que avanzamos en la lancha. Uno de los guías, gracias a su destreza y sigilo, logra introducirse al agua y caminar por entre los matorrales y el pantano. Allí, tras 15 minutos de ansiosa espera, logra capturar con sus manos un pequeño ejemplar de yacaré de unos 50 centímetros de largo. Tras fotografiarlo y poder tomarlo por unos instantes, lo dejamos en libertad nuevamente.
EN LA SELVA NO HAY ESTRELLAS
A la mañana siguiente, un trekking de tres horas por la selva nos permite soñar con un contacto con la flora y fauna nativa, que cuenta con más de 50 mil especies arbóreas -siendo algunas utilizadas para la elaboración de fármacos- e innumerables insectos, mamíferos, reptiles y peces, muchos de los cuales no han sido clasificados. En definitiva, un paseo que se disfruta si se cuenta con los recursos necesarios: calzado impermeable, una chaqueta delgada para protegerse de los probables aguaceros y abundante agua para evitar la deshidratación. Lo angosto y resbaladizo del camino lo hacen algo complicado, pero es un área donde apreciar árboles nativos de más de 50 metros de altura y algunas plantas como el amapá, de cuya corteza se desprende un líquido blanco similar a la leche, y el caferana, que entrega una fruta de color anaranjado. La fauna, por su parte, se esconde de la presencia del hombre, por lo cual es difícil ver animales, pero si tiene suerte, podrá observar algunas especies de primates que saltan entre los árboles, arácnidos que se camuflan en las hojas y en cuevas, ciervos y diversas aves.
Al atardecer, debemos preparar el equipaje necesario para alojar una noche en la selva. Para ello nos trasladamos en lancha al otro lado del río Negro, lugar donde viven algunos nativos que subsisten de la pesca y agricultura. Desde allí, caminamos 15 minutos para llegar al punto donde instalaremos las hamacas. La velada es agradable junto a una fogata que han preparado los guías y el posterior pollo asado que cocinaremos allí calma el apetito de todos. Utilizaremos unas hojas como plato, y las manos para comer. Mientras la humedad se acrecienta en el lugar, escuchamos los chillidos de algunos animales y el cantar de algunas cigarras, en algún lugar del bosque, mientras nos advierten que es riesgoso lanzar los restos de comida cerca, debido a la presencia de animales que puedan verse atraídos. Sin embargo, la alegría de los turistas aumenta tras escuchar la melodía de una guitarra y luego de establecer conversación en inglés con algunos turistas europeos, momentos antes de ir a acostarse. Antes, debemos revisar que las hamacas estén bien amarradas a los árboles y que los mosquiteros sean efectivos. El campamento es pequeño, por lo cual la mayoría intenta ir a dormir, aunque algunos prefieren pasar la noche despiertos para seguir compartiendo.
Para la tercera jornada, la visita es a la Vila do Tupé, donde conviven cinco comunidades indígenas. La cálida bienvenida que nos regala una familia consiste en la danza de Japurutu, acompañada del armonioso instrumento del Cariçu. El líder del grupo nos explica algunas de sus creencias y tradiciones, que incluyen más de alguna divinidad y una que otra sorpresa. De regreso al lodge, almorzamos antes de regresar a Manaos, tras haber sobrevivido a dos noches en el corazón del Amazonas.
GUIA
DESDE MANAOS: La agencia utilizada es Green Planet Tours, con sede en el centro de Manaos. El precio: 600 reales ($ 170.000) para dos personas por tres días y dos noches. Los valores suelen regatearse.
COMO LLEGAR: Primero hay que llegar a Manaos vía Sao Paulo. Los vuelos a Manaos tienen un valor desde US$ 300, incluidas las tasas de embarque e impuestos. Vuelos a Sao Paulo desde US$ 250 sin tasas.