Víctor Hugo Puchi prácticamente se viene bajando del avión. El empresario aterrizó en Santiago el jueves último, proveniente de Amsterdam, Holanda. Hasta allá viajó la semana pasada el presidente de AquaChile, la mayor salmonera del país, invitado por Rabobank y WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza) para exponer sobre la experiencia chilena en materia de sustentabilidad. Fue el único expositor chileno presente en el encuentro. Del viaje regresó optimista. "Fue muy positivo, porque cuando uno sale de Chile logra recoger una mirada distinta e inspiradora", comenta.
Hoy, ¿cómo es percibida afuera la industria chilena?
Desde el Chile de 2007 y 2008, cuando se concentró la crisis del ISA, ha habido un gran progreso regulatorio. El Estado se empoderó con facultades legales para poder contener y actuar frente a emergencias sanitarias. Se cambió el modelo de producción, nacieron los barrios, la rotación de cultivos, las obligaciones de levantar banderas a tiempo para que cada uno en su lugar de trabajo pueda advertir cuando hay un problema. Eso se logró. Y ese proceso se ve muy bien de afuera, han visto a un Chile actualizando sus normas.
En Chile, la industria no goza de esa misma etiqueta reputacional. ¿Por qué?
La industria del salmón es un caso ejemplar en emprendimiento y desarrollo. Partimos hace 30 años con recursos limitados y logramos construir una posición de liderazgo mundial, abasteciendo de alimentos saludables y confiables los mercados más exigentes del mundo. Hemos logrado distinguir la calidad del salmón chileno en todos los mercados donde exportamos, sin embargo, en Chile no hemos conseguido conquistar ese reconocimiento.
¿Qué autocrítica hacen?
Hemos sido poco proactivos en explicar y transmitir cómo se produce el salmón, sus beneficios, las distintas etapas del proceso productivo, el aporte que generamos. A lo mejor vamos a tener que invertir y hacer el esfuerzo de educar sobre nuestro proceso productivo y el impacto que este tiene en regiones.
Además de esa falencia, hay que reconocer que por mucho tiempo la industria se volcó al mercado externo, sin considerar interesante el mercado local, porque era de tamaño pequeño. Nos alejamos de lo doméstico, de lo interno. Hace unos años, nosotros como AquaChile empezamos a mirar hacia adentro y a abrir tiendas para acercar nuestro producto a la gente y a hacerlo accesible.
Gobiernos al debe
El sector aún tiene la asignatura pendiente de lograr ser sustentable. ¿Por qué?
Vamos en esa dirección. Aunque hay que tener claro que las próximas etapas nunca se van a terminar, porque vivimos en un modelo productivo que depende de la biología, del clima y que es dinámico.
¿Los empresarios entienden que debido a esa misma dinámica cada cierto tiempo habrá nuevas regulaciones?
En la gran mayoría hay conciencia. A veces uno se siente sobrerregulado por medidas que fueron estrictamente necesarias y justificadas cuando estábamos en pañales, y que quedaron obsoletas. Casi todas las normas que se han establecido son de prevención y de contención sanitaria. Hay que ir liberándolas para no perder eficiencia. Es una exigencia permanente poner el foco de las regulaciones en los temas más vigentes, en las nuevas tareas. La autoridad es la que tiene la obligación de definir.
¿Y cómo lo ha hecho la autoridad?
El Estado tiene una gran deuda con las regiones australes, donde el salmón en tres décadas ha llegado a ser la fuente de empleo y desarrollo más relevante. Hemos gastado mucho tiempo y recursos en preocuparnos de microrregulación, descuidando definir las reglas del juego en temas tan importantes como compartir el uso de los recursos de agua con distintos grupos sociales.
Por ejemplo, en los caladeros (zonas marinas de pesca) se dan derechos preferentes a los pescadores con prelación sobre el cultivo marino. Lo mismo ocurre con la Ley Lafkenche, donde se da prioridad a los pueblos originarios por sobre los pescadores artesanales y se congelan las peticiones previas de quienes cultivan el mar. Estas medidas dividen a Chile en ciudadanos de distintas categorías. Se necesita una política de convivencia que integre de manera armónica a todos quienes vivimos del mar.
¿Qué más ha faltado?
Un tema que siempre quedó pendiente es cómo Chile determina cuánto es razonable producir en las zonas que el gobierno ha definido como áreas aptas para la acuicultura. El diagnóstico general después del ISA es que se otorgaron concesiones muy por sobre la capacidad biológica que hace que la industria sea sustentable. Eso implica que las regiones X y XI han alcanzado su límite y cuando se excede se producen más enfermedades, mayores dificultades de contención e imagen, porque pasamos a ser un oferente en mercados mundiales con inestabilidad. Definir cuál es el nivel que soporta Chile en producción en las actuales áreas es fundamental e imperativo.
¿Por qué no se ha hecho?
Porque el proceso de relocalización que se definió hace siete años no se hizo.
¿Qué ha faltado ahí?
Voluntad política para definir una solución que aborde y resuelva de manera estructural y definitiva la regulación del sector, que permita garantizar su sostenibilidad en el largo plazo.
¿Esperaba más de este gobierno?
Yo esperaba más de la autoridad política de los últimos gobiernos. Esto no es ideológico, no es una crítica a un sector u otro. Este gobierno y el anterior quedaron en deuda con el sector salmonero. En este gobierno sólo ha habido una microrregulación en que la autoridad ha intentado hacer más costoso el crecimiento, afectando la densidad de cultivos, la estructura productiva de cada centro y la predictibilidad, lo que nos hace perder competitividad.
¿Ha habido indiferencia del mundo político hacia el sector salmonero?
Este sector es por lejos el de mayor valor social en la regiones X y XI, por su impacto laboral, pero no hemos podido capturar la atención con calidad de parte del mundo político. Siempre hemos sido el objetivo a quien dispararle, un flanco fácil de ataque del mundo político, porque aparecemos como exitosos. Pero la crisis del ISA demostró que así como la industria fue exitosa durante muchos años, también fue tremendamente vulnerable.
Hay que proteger a esta industria para que siga siendo una fuente de desarrollo, de empleo en lugares donde hay pocas alternativas, con más de 80 mil personas dependiendo de esta actividad, con un efecto multiplicador social y económico inmenso. Lamentablemente, no hemos logrado captar la atención y la simpatía política para que nuestro sector tenga una solución más estructural como la que merece tener. Hemos fallado en ganarnos la confianza y el tiempo de los políticos para que nos apoyen en buscar una mejor respuesta para los desafíos que enfrenta la industria.
¿Sienten que han sufrido ataques gratuitos e injustos?
También hemos cometido errores, obviamente. Es muy difícil que en un sector productivo que tiene ingredientes biológicos, en donde hay una cadena productiva inmensa, no haya errores. Una industria tan dispersa como la nuestra está expuesta a falencias.
Más allá de las correcciones que tenemos que hacer, es un hecho cierto que a los políticos de diferentes sectores que buscan el voto fácil les da dividendos atacar y dispararle a la industria. Nuestro sector alcanzó un nivel de éxito tan grande, que es donde el chaqueteo opera.
¿Más aún en un año electoral?
Tenemos que sentarnos a conversar estos temas en tiempos de paz, no a la orilla de una fogata ni de un conflicto, ni de un clima especialmente álgido como el actual. Hay que analizar con la profundidad necesaria los factores de riesgo que rodean a todos los que usamos el mar.
Carrera presidencial
¿Esperan lograr cambios más de fondo y estructurales en un próximo gobierno?
Nunca pierdo el optimismo, pero siendo realistas no esperamos lograr nada muy distinto en lo que queda de este gobierno. Eso sí, en cualquier gobierno que venga vamos a perseverar en plantear la necesidad de hacer un trabajo más profundo; no nos daremos por vencidos.
Si hasta ahora no les ha resultado, ¿qué harán para sí ser escuchados?
Es verdad que hemos sido ineficientes en convencer a las autoridades de que la solución debe ser más estructural, más de fondo y más de largo plazo. Por eso, estamos revisando dentro del gremio cómo replantear nuestra línea argumental con una mirada larga, porque los gobiernos pasan, pero el impacto favorable de esta industria en la región trasciende.
¿Han tenido acercamientos con los equipos programáticos de las candidaturas?
Sí, ha habido acercamientos preliminares, a nivel individual, pero creemos que la mejor forma de proceder es hacerlo de manera más formal y estructural, con alguna presentación de documentos que respalden propuestas, diagnósticos y con una mirada no tan partidista, sino de país, un mensaje que se entregue a cualquier equipo de trabajo. Aquí no hay motivaciones políticas, lo que buscamos es que cualquier gobierno que venga apañe la idea de que dentro del eslogan país, nuestro sector tenga un espacio digno y veamos cuáles son los temas pendientes y las oportunidades.
¿Con qué candidatura ha tenido contacto?
Paso...
¿Cómo ve la carrera presidencial?
Es difícil hacer pronósticos. Ha habido harta confrontación y a veces me asombra el nivel de agresividad.
¿Qué candidato le da mayor tranquilidad?
Más allá de candidaturas puntuales, el concepto de la retroexcavadora el país no lo quiere. Chile quiere cambios graduales, que den seguridad en temas básicos, como el ahorro, la vejez, la salud y la seguridad.
¿El crecimiento debería tener un protagonismo mayor en el próximo gobierno?
De todas maneras. Chile no puede darse el lujo de crecer por debajo de la media histórica; tenemos una historia que nos permite aspirar a más. Tenemos recursos, relaciones internacionales que hemos desarrollado en el mundo privado y público, tenemos todos los ingredientes para producir un vuelco.
Esta semana a Chile le bajaron la clasificación de riesgo. Eso no ayuda.
Es una primera señal de que hay que revisar lo que se ha hecho y preguntarse: "¿Es este el camino, cómo corregimos?". Yo creo que hemos ido en la dirección equivocada . Cuando se hagan correcciones se va a producir una nueva confianza pública, porque debiera robustecer la imagen que tenemos de país serio, que respeta el derecho privado, que fundamenta su crecimiento en el ejercicio de las libertades y el desarrollo individual.
Con todo, ¿cómo ve el país?
Hoy veo una sociedad cargada de clamor para que le solucionen los problemas y diversas demandas, por pedir. Y a los políticos les cuesta mantener los límites, estamos en un período del ofertón. Hay un clima de exceso de aspiraciones y nadie aterriza al realismo de la capacidad del país. No esperemos que el Estado nos solucione todo. Se ha perdido el discurso del esfuerzo personal, de la perseverancia, del ahorro.
Muy buenos 2017 y 2018
Este 2017 ha habido mejores precios, mejores condiciones sanitarias y menor mortalidad en los salmones. ¿Se superaron las expectativas?
Estamos a mitad de camino, pero de no mediar ningún acontecimiento, el 2017 será un año históricamente muy bueno. Se ha mantenido un muy buen nivel de precio, ha ido corrigiéndose a la baja, pero sigue a un nivel históricamente alto.
¿Este buen momento puede perdurar para el próximo año?
Lo que uno concluye de la lectura de los analistas internacionales es que tendremos un 2018 bueno, con un precio tal vez no tan alto como el 2017, un poco más moderado, pero favorable, y sin un gran crecimiento en la oferta global.
¿Y la demanda?
Creciendo. Empujada principalmente por China, Rusia y Estados Unidos. En Latinoamérica, México está bien dinámico, y partiendo, aunque bien aspectado, Colombia.
¿Cuál es hoy un volumen sustentable para la industria chilena?
Siempre va a ser un techo dinámico. De acuerdo a la información que tenemos en la actualidad, hoy debería estar entre las 600 mil y 700 mil toneladas.
¿Este año en cuánto cerrará la producción?
Pienso que vamos a superar las 750 mil toneladas.
¿Es un nivel riesgoso?
Lo importante es fijar los límites, lo peligroso es llegar a cifras que no sean predecibles. Si volvemos a las 800 mil toneladas, seguramente vamos a tener malas noticias. Más que buscar volumen, debemos apuntar a vender mejor, cómo llegar a los mercados con productos más elaborados, de mayor valor agregado y donde no seamos vendedores de salmón, sino de alimentos, de platos, de recetas, de productos con marca.