Mi vida sin Vicente

Henry Vasquez
22.12.2016 Henry Vasquez (en la Imagen) pareja de Vicente Vera, de 48 a?? el cual result??erto luego de intentar repelar el acoso de al menos cinco sujetos que lo hostigaron junto a su pareja desde hace 23 a??por su condici??exual.da entrevista a Supl...

Henry Vásquez (40) y Vicente Vera (48) llevaban 23 años de relación cuando este último fue asesinado, el sábado 17, en una calle de La Cisterna. El día en que decidió defenderse de burlas e insultos recibió una puñalada que le traspasó el cráneo. El asesino tenía una historial de amenazas y molestaba constantemente a Vera. Su pareja de toda la vida cuenta su historia, marcada por un amor profundo, pero también por los celos y el abuso de sustancias.




La fecha está marcada en la pared de la habitación que ambos compartían: 14-10-93. Al lado, en letras doradas, dice Te Amo. Ese día, hace 23 años, Henry Vásquez, de 17, y Vicente Vera, de 24, compraron un par de argollas y se dirigieron al Templo Votivo de Maipú. Ahí, le pidieron a un cura que les bendijera los anillos. Y luego, ya afuera del templo, se hicieron un corte en la muñeca y juntaron sus brazos. "Un pacto de sangre, a lo gitano", recuerda Henry, sentado en una banca de la Gran Avenida que pertenece a La Cisterna. Dice que ambos quedaron con la cicatriz hasta hoy.

Ese día, Henry y Vicente decidieron casarse simbólicamente.

Hoy, Henry está solo. El sábado 17, Vicente fue asesinado frente a él. Fue el cuarto asesinato a un homosexual este año. Desde el 2002, año en que el Movilh empezó a reunir la información, han sido 37 los crímenes de odio con resultado de muerte.

Henry y Vicente estuvieron a dos años de cumplir un cuarto de siglo juntos.

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La historia de Henry y Vicente es de altibajos pronunciados. Henry Vásquez, hoy de 40 años, había tenido una hija a los 17 años. Los hermanos de su novia de entonces fueron a pegarle, le dijeron que no se volviera a acercar. Y se llevaron a su novia y a su hija fuera de Santiago. La vio solo una vez a escondidas y luego le perdió la pista para siempre. Estando con esa pena, Henry conoció a Vicente.

"A mí casi no me dejaban salir de la casa", recuerda. "A los 17 años me empecé a escapar. Quería conocer los juegos Diana, el cerro San Cristóbal. Cuando me descubrieron me castigaron duro. Y Vicente, que era del barrio, me empezó a preguntar qué me pasaba, me empezó a aconsejar, con mucha sencillez y mucha humildad. Eso me fue atrayendo de él. A mí nunca me había gustado un hombre hasta ese momento. El no era de pintarse ni andar con cosas de loca frente a los demás. En cambio, para mí no. Para mí era la mujer".

Vicente nunca supo que Henry había tenido una hija. Henry se animó a contarle este año, justo el año en que Vicente murió.

Henry retrocede aún más y recuerda la fecha exacta. Fue el 11 de enero de 1993 en que la atracción pasó a un poco más que solo palabras. Pololearon 10 meses a escondidas. Para la familia de Henry fue una sorpresa: "Nunca me rechazaron, pero me preguntaban ¿qué te sucedió ahora que te gustan los hombres? Y yo decía que Vicente era tan dulce, que no era un tema que fuera hombre o mujer, que tenga o no tenga. Hasta que me enamoré de él y fue hasta las patas".

Por el lado de Vicente, su orientación sexual siempre estuvo clara para su familia. Abandonado a los cuatro años por su madre, vivió con su padre y un tío antes de llegar a vivir con Henry. Años después, su madre volvió a La Cisterna, y cuando se encontraba con Vicente, hacía como si no existiera. "Cada vez que le pasaba eso llegaba llorando a la casa", dice Henry.

A pesar de todo, la madre de Vicente llegó al velatorio. Pudo entrar a ver a su hijo, pero fue ignorada.

Henry confiesa que durante todos estos últimos años fue un hombre celoso, posesivo. Durante los primeros años no tuvo mayores incidentes, pero dice que con la apertura de la sociedad, empezó a ver cómo otros hombres flirteaban con Vicente. ¿Qué estai mirando?, le decía Henry a quien tuviera otras intenciones con él.

-El último problema que tuve fue hace un par de meses. Estuve detenido cinco días por agresión. Fue por defender lo mío.

La vida de Henry está lejos de ser ejemplar y él lo sabe. Dice que estuvo 15 años metido en la pasta base, que no se bañaba, que nada le importaba. Hacía trabajos que cobraba por adelantado y después no se aparecía a hacerlos. También le robaba cosas a su madre para costear su adicción. "Cuando salía a la calle, miraba para ambos lados, porque les debía a todos".

Fue Vicente, dice Henry, el que gradualmente lo fue convenciendo de mejorar, de salirse de la pasta base, de empezar a trabajar bien. Hace ocho años, aproximadamente, que ya no consume.

La relación funcionaba así: "Los trabajos los hacía siempre yo", cuenta Henry. "No me gustaba que Vicente trabajara. Van a pensar que es machismo, pero yo no barro. Las mujeres barren para mí. Vicente se encargaba de la casa, de hacer la cama. Para mí eso no era. Ahora voy a tener que hacerlo yo".

Henry mantenía la casa con trabajos ocasionales en el barrio. Pintaba casas, barría, limpiaba colectores de aguas servidas, cortaba el pasto. "Fue una vida muy feliz con él, de mucho amor", recuerda. "Todo el mundo lo quería a él, se daba con él". Y para graficarlo, Henry muestra un turro de tarjetas que acompañaban las coronas de caridad que llegaron a su casa, entre ellas, una de la hermana de Jefferson Semler, uno de los involucrados en la muerte de Vicente.

"Perdón por todo el daño provocado", decía el arreglo floral.

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"Yo le había dicho a Vicente que iba a defenderlo", dice Henry. "Yo, como su marido, iba a defenderlo".

Ese día habían estado jardineando en el patio delantero. En la casa del lado estaban Iván Astorga (24) y Jefferson Semler (21) tomando cerveza con los dueños de casa, Douglas y Pablo. A pesar de que en las declaraciones en poder de la fiscalía Astorga es Iván, Henry lo conoce como Fabián. También habla de él como "el Botija". Y ese día, Fabián había insultado, una vez más, a Vicente. "Maricón sapo, maricón hueco", le decía Fabián a Vicente. "Te creís rico, maricón", fue otra de las frases de ese día.

En medio de la discusión, Douglas se disculpó con la pareja: "Mis amigos están dando demasiado jugo", les dijo.

En el barrio, Vicente era conocido por sentarse en la puerta de su casa, en Avenida Francia, a mirar lo que pasaba afuera. Vicente sabía todos los movimientos de lo que pasaba ahí, era una suerte de aduana de las copuchas. Si una mujer llegaba a las cuatro de la mañana a su casa en un radiotaxi, Vicente lo sabía. Por eso, Fabián trataba a Vicente de sapo. "'El Botija', vez que pasaba el Vicente, le decía maricón, hueco. Yo le decía, 'déjate de humillar a mi señora'", explica Henry.

Una vecina, que no quiere dar su nombre, pero que vive en la misma casa donde los amigos habían estado tomando, afirma que Vicente iba casi todos los días a su casa y le hacía la cama a cambio de unas monedas. Ella no podía hacerla por sus dolores de espalda. "Ese día había estado tomando", dice ella. "Hablamos poco antes de que muriera, y me abrazó con mucho cariño. Era como si se hubiese estado despidiendo".

Esa tarde, la pareja había discutido. Vicente quería defenderse de los insultos del "Botija" y Henry le decía que no lo hiciera. Lo veía débil.

"El Botija" y Jefferson salieron de la casa del lado y Vicente decidió salir tras ellos para encararlos. A pesar de que Henry no estaba de acuerdo en que lo hiciera, decidió seguir a su pareja para defenderlo si pasaba algo. La discusión llegó hasta la esquina de Avenida Francia con Letras, cuando "el Botija" empezó a pegarle a Vicente. Henry quiso defenderlo, pero Jefferson se interpuso. Eran las cuatro de la tarde.

"Jefferson era amigo de Vicente", dice Henry. "Por eso se puso a pelear conmigo, porque él no le quería pegar a Vicente, pero tampoco quería que le pegara a Fabián. Yo no lo niego, yo le pegué a él. Lo de Jefferson fue defensa propia, pero lo de Fabián no fue defensa propia, fue directo a matar. Vicente estaba mirando cómo yo peleaba con Jefferson, y Fabián, por la espalda, lo ataca con un cuchillo que le atravesó hasta el cerebro. Ellos se estaban echando puros garabatos mientras yo peleaba. Y ahí, cobardemente, Fabián lo ataca. Toda su homofobia era hacia Vicente".

En medio de la refriega, Henry recibió un botellazo de Jefferson en la cabeza. Todavía tiene varios puntos. Henry dice que si no se le caen los lentes durante la pelea, Vicente aún estaría vivo. "Fue cuando me agaché a recogerlos cuando Jefferson aprovechó de pegarme el botellazo", dice. "Pero sin lentes habría pegado combos al aire, se me corren las cosas".

Fabián y Jefferson escaparon. Henry los persiguió, pero se devolvió por la gravedad de las lesiones de Vicente.

Vicente quedó tirado media hora en el piso, hasta que llegó una ambulancia que se lo llevó al Hospital Barros Luco. Murió ahí, a las 18.30 del sábado 17 de diciembre.

El futuro judicial de Fabián y Jefferson se ve oscuro. Con su actual formalización por delito de homicidio arriesgan una pena de 10 años de cárcel, pero al invocarse la Ley Zamudio como agravante, la pena comienza en 12 años y termina en 15. Para la fiscalía, Jefferson Semler es igual de responsable que Fabián Astorga, al evitar que Henry defendiera a Vicente. Además, estaba cumpliendo una condena en libertad vigilada de tres años y un día por un robo con violencia. De ser condenado, esos tres años se agregarían a la sentencia final. Por otro lado, el historial judicial de Fabián Astorga es amplio. Ha cumplido dos penas por consumo de drogas, otras dos por lesiones leves y otra por hurto. También se han ingresado 10 denuncias por amenazas de muerte, incluida la de su propia madre, en 2011, y su hermana, en 2015. A su madre le habría dicho: "Voy a tomar un cuchillo y te voy a matar". A su hermana: "Mira, maraca..., deja de retar a los niños si no te voy a matar".

Cinco días después del asesinato, Henry dice que casi no ha podido dormir, que la escena del cuchillazo de Fabián a Vicente se le vuelve a repetir. Y que cada vez que eso pasa, se queda congelado.

¿Qué vas a hacer si llegas a ver a Fabián?

Lo mismo que él le hizo al Vicente.

¿Te quieres vengar?

Sí. Porque le quitó la vida y me mató a mí. Se lo digo a usted, que es prensa, de corazón. y quiero que él lo sepa.

¿Pero estarías dispuesto a pasar años en la cárcel por venganza?

Yo me mato. Una vez haciendo eso, yo me mato. Me voy con Vicente. Yo voy a cobrar con él.

Henry hace una pausa. Y recapitula: "Yo no soy nadie para quitarle la vida a alguien. Pero de que le voy a pegar, yo le voy a pegar. No lo voy a matar, porque no soy ningún criminal, pero de que le voy a sacar la cresta, se la voy a sacar".

***

El ataúd de Vicente está dentro de la casa que por tantos años compartieron con Henry. Y los vecinos empiezan a llegar de a poco. La casa verde claro de ambos está justo al lado de la Iglesia Evangélica San Mateo. Henry no quiso velar a su pareja ahí, tampoco en la otra iglesia católica del barrio. Hernán Caro (43) es comerciante y vive a media cuadra de la pareja. Caro recuerda varias cosas, como, por ejemplo, que todos iban en el mismo colegio, el Naciones Unidas de La Cisterna. "Pero Vicente y Henry nunca se hablaron ahí", dice. "Se conocieron en el barrio". Y agrega que en La Cisterna de los 90, en el tranquilo barrio de clase media donde viven, la pareja que hacían Vicente y Henry fue aceptada sin muchos problemas. "Andaban juntos para todos lados. Si moría alguien, eran los primeros en aparecer en la misa".

Caro recuerda que hace cuatro años llegó un hermano de Henry que vive en Australia. El hermano sacó todos los muebles y quiso echar a la pareja de la casa familiar, que es de la madre de Henry. Ambos durmieron por varios días en casa de vecinos, también en autos. Y lo que hicieron fue llevar el caso hasta La Jueza, en Chilevisión. "Ahí estaban los tres agarrándose y empujándose. Todos en el barrio los vimos", cuenta Caro. "Al final, la jueza resolvió que el hermano tenía que devolver la casa a Henry, porque él se había quedado ahí y había cuidado a su madre ahí".

El hermano hizo caso y devolvió la casa para que Henry y Vicente volvieran para habitarla. Este año, la madre de Henry murió ahí. "Fue justo para el Día de la Madre", dice Henry, parado al lado de un árbol de Pascua y, arriba, colgado en la pared, un antiguo retrato de su madre. Un par de metros más allá, en otra pared, hay unas letras pintadas sobre el muro: TE AMO GUAGÜITA. Así le decía Henry a Vicente. En un par de metros cuadrados pareciera estar la representación de su vida entera. Por el living pasea Copito, el perro de la pareja, muy parecido a Washington, el perro de Condorito. Es todo lo que le queda a Henry. "Copito entiende que Vicente ya no está", explica. "Se pone a llorar en los lugares donde se sentaba Vicente".

Henry dice que sus planes ahora son chequear su diabetes, algo que Vicente siempre le insistía que hiciera, y arreglarse los dientes para buscar un trabajo estable. "No me voy a echar a morir. Tengo que salir adelante, tengo que sacar a pasear a Copito, pagar las cuotas del nicho de Vicente. Y si llega la persona correcta, hombre o mujer, que tenga la mentalidad de él. Pero sería difícil para mí volver a fijarme en otra persona. El es y fue mi vida. Eso que un clavo saca a otro clavo, para mí no es así".

Afuera de la casa están los restos de latas de cerveza cortadas en las que se derritieron las velas que los vecinos pusieron el día del asesinato. El ataúd de Vicente acaba de llegar y los vecinos empiezan a aparecer de a poco. La hija adolescente de Hernán Caro dice que los evangélicos fueron respetuosos con el dolor, que el domingo, el día después de la muerte de Vicente, hubo silencio, a pesar de que ese día la música de la iglesia suena por todo el barrio.

Hernán Caro recuerda cada vez que veía a Vicente. "Ya te pusiste sostenes", le decía en broma cuando lo veía, tocándole los pectorales. Vicente se reía, esa era su relación, sus códigos. "Ahora, cuando lo vi dentro del cajón, le dije exactamente lo mismo: ¿Ya te pusiste sostenes? Y escuché su risa. Era como si nunca se hubiera ido".

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