Un letrero con la frase Failure is not an option (El fracaso no es una opción) está pegado en la sala de reuniones del Grupo de Operaciones Espaciales (GOE) de la Fuerza Aérea de Chile (Fach). Aunque hay un debate al respecto, el lema se le atribuye al director de vuelo de la Nasa, Gene Kranz, quien coordinó las maniobras para regresar con vida a los astronautas de la misión Apollo 13.

El GOE es el lugar desde donde se opera el Sistema de Observación Satelital de la Tierra (SSOT), en el que su protagonista es el satélite de observación Fasat Charlie, que el pasado viernes 16 de diciembre completó sus cinco años de vida útil.

"A partir del 16 de diciembre se inicia la fase en la cual la probabilidad de falla se eleva", explica Christian Stuardo, comandante del GOE.

El Fasat es el primer satélite operacional chileno. Los dos anteriores, Alfa y Bravo, fueron experimentales. El primero no logró desacoplarse del cohete en que se lanzó y al segundo se le agotó la batería.

El aparato seguirá orbitando a 620 km de la Tierra hasta que falle su computador, la batería o se agote su combustible, conocido como hidrazina. Después de eso caerá y se desintegrará en la atmósfera.

Este satélite -fabricado por la empresa francesa EADS-Astrium- ha captado hasta esta semana 156.364 imágenes que si se valorizan, ya superan los US$ 72 millones que se invirtieron en su fabricación, asegura la Fach.

Si bien es administrado por esta rama castrense, el Fasat es utilizado en un 41% por el mundo civil. Si alguien desea utilizar imágenes con fines comerciales, el costo de los 100 km2 es de US$ 250. La venta la hace el Servicio Aerofotogramétrico (SAF), quien las puede distribuir en forma gratuita, si no hay un afán de lucro.

Stuardo aclara que no se trata de "fotos", sino que de imágenes muy superiores a las que la gente puede obtener de servicios como Google Earth, ya que contienen una densidad de datos que permite procesarlas través de sofisticadas aplicaciones, y saber, por ejemplo, si una plantación será víctima de una plaga o alguna enfermedad, entre otros fines.

Maniobra riesgosa

En el GOE aspiran a extender lo más posible la vida del Fasat, sin embargo, se enfrentan al agotamiento de la hidrazina, que sólo se utiliza en casos extremos.

La parte electrónica del aparato y sus movimientos para captar imágenes, en roll y pitch, funcionan con la energía que proveen los paneles solares, pero la hidrazina es la que le da propulsión a los cuatro motores del satélite para corregir su órbita y evadir los 16 mil fragmentos de basura espacial que orbitan la Tierra.

En estos cinco años ha enfrentado 50 alertas de colisión con basura, pero sólo en tres oportunidades tuvo que cambiar de rumbo con hidrazina. Este combustible se usará nuevamente en marzo, cuando realice una riesgosa maniobra de posicionamiento orbital en la que ya trabajan cuatro ingenieros, bajo el lema de Gene Kranz.

La vida útil se pudo completar, en parte, gracias a que la nave en que se lanzó el Fasat le permitió ahorrar combustible al dejar al satélite cerca de su órbita, lo que no es frecuente. La Soyuz tenía planificado dejar al satélite a 12 km de su órbita final, pero finalmente quedó a solo 256 metros de su destino.

Reemplazo

El Fasat se demora 97 minutos en dar la vuelta al planeta y cuatro veces al día pasa sobre la Base Aérea El Bosque de la Fach, donde está ubicada la antena que captura sus datos.

Técnicamente es imposible estacionar un satélite de este tipo sobre Chile, por eso cuando no se puede obtener la imagen de alguna emergencia, el país puede recurrir a las que envían las naciones que tienen capacidad de observación y que son parte del sistema de cooperación International Charter Space and Disaster de la ONU, que deriva las imágenes a la Onemi.

¿Qué viene ahora? La Fach explica que la fabricación y lanzamiento de un nuevo aparato toma cuatro años, pero el Ministerio de Defensa, a través del proyecto Catalejo, evalúa hoy el perfil que debe tener el nuevo satélite de observación. Este análisis comenzó en 2013, dos años después del lanzamiento del Fasat.

Según informó Defensa en septiembre, el valor de un satélite nuevo podría ir desde los US$ 130 millones a los US$ 250 millones.

El Fasat posee una resolución de 1,45 metros, lo que significa que cada pixel representa un cuadrado en la superficie de la Tierra de 1,45 metros, por lo que ahora Chile podría optar por uno más avanzado de tipo submétrico. Desde este año, Perú ya cuenta con uno de 0,7 metros.

La evaluación de un nuevo aparato responde a las directrices que establece el Libro de la Defensa, texto que define las políticas de defensa de Chile, y que plantea que el país debe generar capacidades autónomas en esta materia, por eso la compra de imágenes a terceros no es una opción.

"Acá no estamos hablando de imágenes, estamos hablando de estar presentes en el espacio con una capacidad de Estado y de desarrollo tecnológico. Puedo comprar las imágenes hasta que ese tercero me diga que no y eso puede pasar cuando realmente las necesite", advierte Stuardo, para quien contar con presencia en el espacio posee el mismo valor que estar en la Antártica.

Tampoco es una opción depender de nanosatélites o cubesat, como los que desarrollan las universidades (ver recuadro). Para la Fach son importantes desarrollarlos, pero que hoy no pueden suplir la capacidad de satélites como el Fasat.

"Si le paso lo que cuesta un satélite a las universidades (…) lo van a desarrollar, pero el producto que necesita el Estado de Chile hoy día me lo van a entregar en 25 años más. El cubesat no es un satélite operacional, es un satélite académico", advierte Stuardo.

¿Es necesario renovarlo?

El Fasat tuvo un costo de US$ 72 millones y su reemplazo superará los US$ 100 millones. ¿Qué hacer? ¿Renovarlo, comprar las imágenes a empresas o apostar por los nanosatélites?

Cristián Mattar, director del Laboratorio para el Análisis de la Biosfera de la U. de Chile, quien usa imágenes del Fasat, dice que éste es un hito en la historia aeroespacial chilena. "Reemplazar un programa así para comprar imágenes es retroceder", indica.

Marcos Díaz Quezada, académico del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la U. de Chile, quien trabaja en el proyecto del nanosatélite Suchai, señala que hay que generar un programa espacial que analice qué capacidades quiere el país y cuáles se necesitan adquirir como servicios. "Es complicado que tengamos esta conversación cada cinco años, pues no se logra crear nada, ni infraestructura, ni masa crítica, en el largo plazo", plantea.

Una alternativa, agrega, es destinar recursos a la compra de imágenes a satélites más sofisticados. Sobre los nanosatélites, que cuestan entre 0,5 a 1,5 millones de dólares, enfatiza que no son para reemplazar la capacidad del Fasat, sino para complementarla.

"La empresa PlanetLabs, por ejemplo, está trabajando en una red de más de 60 nanosatélites a baja altura (380 km) para tener imágenes de resolución de un metro. Esta red ha costado cerca de US$ 60 millones, explica.

Desde Aurora Space, la primera empresa chilena de nanosatélites, cuyo primer negocio será enviar cenizas de difuntos al espacio, creen que independiente de la cantidad que se invierta en materia satelital, "es fundamental que parte de esa inversión signifique fomentar el desarrollo de tecnología espacial en el país. Contamos con excelentes capacidades en capital humano avanzado y una posición geográfica estratégica, que se podrían aprovechar para avanzar en crear tecnología desde Chile para el mundo. Actualmente hay opciones como los nanosatélites que nos ofrecen una excelente oportunidad de entrar como país en el desarrollo tecnológico de soluciones espaciales a nivel global", dice Carlos González Cortés, ingeniero de Aurora Space.