Abunda en una conversación realista, en la que se establece mucho debate casi sin querer. Pero así es Manuel Iturra (Temuco, 1984), un tipo que acepta el pesimismo en su vida: "Me gusta, porque me esfuerza a pensar". A los 30 años, padre de dos niñas, habla del placer o de la amargura de ser futbolista: "Las derrotas me impiden dormir". Pero ni siquiera así se olvida del niño que se crió en las calles de Temuco, donde los sonidos de la pelota le aconsejaron para toda la vida. "Mi madre comprendió que el fútbol era mi vocación". Hoy, desanimado por la situación del Granada, quizá no sea uno de sus mejores días. De ahí que su estado de ánimo fortalezca esta entrevista en la que Iturra, realista o pesimista, ya no le pide nada a Sampaoli: "Hay que ser consecuente".
Veo en usted a un futbolista que no deja de dar ordenes. No sé si me equivoco.
No creo que sea tan así. Pero si usted me sigue en el campo verá que mi función es la de incitar a correr todos juntos o la de ser un tipo supercompetitivo que no quiere ni oír hablar de la derrota.
¿Dónde se forma uno para perder?
No sé, en ninguna parte, me parece. Al menos, en mi caso no lo concibo: una derrota me puede dejar sin dormir, porque en mi cabeza se repite continuamente lo que pasó, ese balón que chocó en el poste, esa jugada que quedamos en desventaja... y todo, todo, es negativo.
¿Su felicidad se esclaviza entonces del resultado?
Al cien por cien, no. Tengo el otro cincuenta por ciento que es mi familia. Pero, sí, es difícil separar lo personal de lo laboral. Al final, uno se desahoga con la familia que no tiene culpa de nada. Pero sabe que esto me afecta mucho. Por eso ahora me acuerdo de cuando era chaval. Mi padre tenía una pequeña empresa de construcción. Siendo su hijo a veces me costaba entender sus decisiones y, sin embargo, ahora que soy padre las entendería perfectamente. Pero, claro, entonces no lo era y no sabía.
¿Es más difícil ser padre que futbolista?
Sin duda. Uno no deja de aprender. Pero yo, afortunadamente, tengo el apoyo de mi señora: ella no trabaja y asume el rol que yo necesito para dedicarme íntegramente a mi profesión. No me levanto por las noches, no estoy aquí muchos fines de semana. Me doy cuenta esas tardes en las que ella sale a hacer alguna gestión y tengo que quedarme dos o tres horas con las niñas. Acabo agotado.
Es la fortuna de ser futbolista.
No me la tiene por qué recordar, porque soy el primero que lo tiene en cuenta.
A los 30 años, no ha pisado una oficina en su vida.
Pero no todo es tan fácil. No hay una vida perfecta, no hay un trabajo perfecto. Yo soy frío, pero a veces extraño estar lejos de mi gente, de mis hermanos y veo que ellos sí pueden tener un trabajo para toda la vida. Uno es ingeniero constructor y el otro está terminando de estudiar Odontología. Sin embargo, yo no sé lo que será de mi el día de mañana.
De niño ya sabía que el futbolista tenía fecha de caducidad.
Pero era mi pasión y tuve una madre que supo verlo, que sabía que yo tenía madera y me decía: "tú tienes que hacer lo que te gusta para no ser un profesional frustrado y echármelo en cara a mí". Arriesgué y lo conseguí antes de tener que empezar a estudiar una carrera universitaria.
¿Y qué le ha faltado?
Jugar un Mundial, incluso participar.
¿Se lo perdonará a Sampaoli?
No lo sé.
¿Y eso cómo se averigua?
En realidad, no le tengo nada que perdonar: él elige a sus jugadores y yo no estaba entre ellos y como tiene tantos mediocentros para elegir. Y, además, si no me llevó cuando jugué la Champions con el Málaga... No, no hay manera.
La frustración no conduce a ningún sitio.
No, claro que no. Máxime en mi caso que sé lo que me ha costado todo esto. Hasta los 28 años no llegué a jugar en la Primera división con el Málaga y eso ya significaba mucho camino recorrido. Sobre todo, en una profesión que puede acabarse a los 35.
Al menos, habrá ejercido la profesión más vocacional del mundo, la de futbolista.
Para mí, sí, pero tampoco se crea. No generalice. Hay gente que trabaja por obligación en todas partes y el fútbol no es la excepción. Hay gente que llega aquí porque tiene condiciones, se remunera bien. Y si no es por esto ¿a qué se dedicarían? ¿Dónde estarían? Pero también hay gente que trabaja de profesor y no le gusta.
¿Es difícil trabajar en lo que a uno no le gusta?
Es la única pregunta que me ha hecho hasta ahora que no le puedo responder.
¿Qué aprendió Iturra en una España que fue machacada por la crisis?
No sé. No quiero engañarle. Nosotros venimos de fuera y estamos tan inmersos en nuestra burbuja… Yo salgo, entreno y me vuelvo a mi hogar. Tengo pocos amigos en España, poca relación. He estado casi cada año en un sitio y no me ha dado tiempo.
¿El futbolista necesita hablar de otra cosa que no sea fútbol?
Hace falta hablar de todo. Pero en mi caso no le quiero engañar, si abro un periódico, incluso, en un diario chileno, ni me detengo en los casos de corrupción, voy directamente a las páginas de Deportes. ¿Que debería culturizarme más? Pues entiendo que gente como Vidal, Alexis y Bravo, que son un espejo para todos los niños chilenos, sí. Deberían estar capacitados para hablar de todo. Pero yo no soy un gran referente. De hecho, me extraña esta llamada de La Tercera.
Siempre hay una primera vez.
Hasta ahora yo pensaba que nadie es profeta en su tierra.
Aún queda más de un mes para verle en la Copa de América.
Si las cámaras enfocan a una de las tribunas en las que yo estaré, sí, pero si no, no. Absolutamente, no. La línea entre el pesimismo y el realismo es muy fina. Pero hay que ser consecuente y no tengo ningún motivo. Máxime tal y como está ahora el Granada.