"NO escribo sobre la guerra, sino sobre el ser humano en la guerra. No escribo la historia de la guerra, sino la historia de los sentimientos. Soy historiadora del alma", anota la periodista bielorrusa y Premio Nobel 2015, Svetlana Alexiévich, en su libro La guerra no tiene rostro de mujer. Por estos días, la argentina Lola Arias (1976) escucha un largo playlist con testimonios de sobrevivientes. Antes de irse a dormir, incluso, vuelve a leer fragmentos de Alexiévich y queda recostada boca arriba, digiriendo esos ásperos y frescos recuerdos. A veces, por las noches, sueña con la guerra y despierta de un salto. A veces se desvela.
La dramaturga y directora de teatro, quien también ha incursionado en el cine y la música, recordada por obras de corte documental, como El año en que nací (2012), lleva ya tres años obsesionada con los acontecimientos ocurridos entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, cuando ingleses y argentinos disputaron durante 73 días la tenencia de las islas Malvinas. 649 soldados argentinos, 255 británicos y 3 civiles isleños perdieron la vida, y mientras en el Reino Unido la victoria ayudó a que el gobierno conservador de Margaret Thatcher fuera reelegido a comienzos de 1983, en su país la derrota precipitó el fin de la Junta Militar del llamado Proceso de Reorganización Nacional. Meses después, en diciembre del mismo año, hubo elecciones y se instaló al fin un gobierno democrático, encabezado por el radical Raúl Alfonsín.
"Tenía 5 años, y no tengo recuerdos de ese momento. Sí de haber crecido en una escuela pública, cantando la Marcha de las Malvinas, que sé de memoria hasta hoy. Crecí con la idea de algo que habíamos perdido como nación y que teníamos que recuperarlo, pero nunca escribí cartas para los soldados. A varios los vi, supe, mucho tiempo después, convertidos casi en mendigos. Creo que ese fue el germen de todo", recuerda.
Hace tres años, Arias fue convocada a participar del evento After the War, en que 25 artistas del mundo debían escarbar entre las consecuencias de la guerra. "Presenté una video instalación donde enfrenté casi por un acto involuntario a veteranos ingleses y argentinos de las Malvinas. Quería saber qué había sido de sus vidas después de las armas y de haber visto morir a varios de sus compañeros. También comparar, desde luego, pues está claro que para los ingleses la guerra no significó lo mismo que para nosotros. Yo quería restarle cualquier carga nacionalista, y solo me dediqué a oírlos", dice.
Así apareció, tiempo después, Campo minado, la obra que debutó el 28 de mayo pasado en el Brighton Festival de Londres, y que este jueves 10 lo hará en el Centro de Arte Experimental de la Universidad de San Martín, en Buenos Aires. Luego, entre el 14 y 17 de enero próximo, su montaje aterrizará en el GAM como parte del Festival Santiago a Mil. Sobre el escenario, donde se ha montado un set que a ratos parece una máquina del tiempo, Arias sube a seis ex soldados, tres ingleses y tres argentinos, quienes vuelven al pasado para reconstruir sus recuerdos de la guerra y su vida tras el cese al fuego.
Lou Armour fue tomado prisionero ese 2 de abril y hoy es profesor de niños con problemas de aprendizaje; Rubén Otero sobrevivió al hundimiento del Buque General Belgrano y ahora tiene una banda de tributo a los Beatles. David Jackson pasó la guerra escuchando y transcribiendo códigos por radio, y en el presente escucha a otros veteranos en su consultorio de psicólogo. Gabriel Sagastume, abogado penalista, fue soldado y nunca quiso disparar; Sukrim Rai fue un Ghurka que supo usar su cuchillo y actualmente trabaja como guardia de seguridad. Marcelo Vallejo fue apuntador de mortero y ahora es campeón de triatlón. Lo único en común en estos hombres es haber vivido y sobrevivido a la guerra.
"No quise usar actores, pues el testimonio es mi diamante como documentalista. De hecho, estoy trabajando con los mismos hombres para una película que se llamará Veteranos", cuenta Arias. "¿Quiénes son ellos hoy? Fue la primera pregunta que me hice. ¿Qué es ser veterano: un sobreviviente, un héroe, un loco? Quizá lo son todo al mismo tiempo y más. Por eso me refugié en Svetlana Alexiévich, pues ella comprobó que la guerra no terminaba con la muerte ni el triunfo, sino con quienes podían recordar cómo ha sido todo. Y aquí hay otra prueba de ello".