"Jamás imaginé un gesto así", dice alegre a través del teléfono el sacerdote Jorge Delpiano. El actual director espiritual del Seminario Metropolitano de Concepción puede decir algo de sí mismo de lo que no todo el mundo es capaz: es un viejo amigo del Papa Francisco. Tanto así, que una de las peticiones del Pontífice para su próxima visita a Chile, entre el 15 y el 18 de enero, es que Delpiano forme parte de su séquito papal. Esto es, la comitiva que lo acompañará durante todas sus actividades en los cuatro días de su visita.

Fue a inicios de noviembre cuando el sacerdote recibió un llamado telefónico de la Nunciatura Apostólica para entregarle la noticia, y si bien la amistad entre ellos se remonta a varias décadas, atrás, dice que recibió la invitación con sorpresa. "Como sabía que iba a haber un encuentro del Papa con los jesuitas durante la visita, yo pensaba que ojalá en esa oportunidad tuviera la posibilidad de darle un abrazo. A eso creía que podía aspirar, pero esto jamás se me ocurrió", dice Delpiano.

El sacerdote cuenta que han pasado casi seis décadas desde la primera vez que conoció al Papa Francisco. En esa época, el Pontífice tenía 23 años y había viajado a Chile para formarse como sacerdote en la casona de retiro de San Ignacio de Loyola, hoy "Alberto Hurtado", donde Delpiano, con 17 años, realizaba su noviciado. Durante ese año no tuvieron mucho trato, ya que vivían en secciones distintas, pero el presbítero dice conservar "recuerdos muy claros de él en ese tiempo y escenas muy particulares, por ejemplo, que fue actor en una obra de teatro".

Delpiano cuenta que el contacto con el Papa se fue dando de forma progresiva. "En 1965 lo vi en Santa Fe, en Argentina, porque me interesaba conocer el sistema de internado que tenía el Colegio de la Inmaculada, del cual él era subinspector general", dice. En otra oportunidad, durante el año 1983, tuvieron la oportunidad de saludarse en Roma. Sin embargo, fue en 1992 cuando se consolidó la amistad.

Delpiano había sido llamado ese año a trabajar en Roma: "Le escribí diciéndole que iba a rezar por él cuando el avión hiciera escala en Ezeiza y él me dijo que bajara de todas maneras del avión, porque él iba a llegar hasta allá, y así fue". Al descender, el sacerdote recuerda que el Pontífice lo estaba esperando en Policía Internacional. "Conversamos los 45 minutos de la escala. Yo creo que ahí nació la amistad, porque el gesto fue bien notable y durante la conversación sentí mucha sintonía con él".

Durante los años siguientes la amistad se ha mantenido a través de cartas, las que intercambian al menos dos veces al año. En una entrevista publicada por el Arzobispado de Concepción, Delpiano manifestó que le escribe al Papa "de vez en cuando y él me contesta mis cartas, y por supuesto que las cartas van tratándolo de 'tú', porque él es mi amigo desde hace años. Él es muy directo en las respuestas y yo puedo ir comentando lo que yo veo, lo que siento sobre la Iglesia, sobre las orientaciones, sobre el trabajo en favor del pueblo de Dios. Bueno, pienso que puedo conversar libremente con él. Es una ventaja".

Además de formar parte de la comitiva, el Pontífice solicitó que se reserve un puesto en su mesa para Delpiano durante el almuerzo que tendrá en Iquique. El sacerdote dice ver la instancia como "la posibilidad de encontrarme como un amigo, de poder conversar un ratito como un amigo".

Faltan aún 41 días para ese encuentro, y hasta esa fecha, el sacerdote continúa con sus agitados días. De sus 75 años, 46 de ellos han sido dedicados al sacerdocio y, además del trabajo que realiza en el seminario, es director del Departamento de Espiritualidad del Arzobispado de Concepción. Paralelamente, recibe a distintas personas que acuden a él con consultas espirituales.

"Es un trabajo muy bonito, porque uno entra en el alma de la persona y en el secreto de su intimidad con Dios, lo cual a mí me fascina", indica.