Una investigación del Peninsula Medical School de Plymouth, en Reino Unido, constató que la obesidad infantil se hereda con mayor frecuencia de un padre a un hijo y de una madre a una hija, y que las razones tendrían que ver más con una herencia de hábitos que de una herencia genética.
Los autores del estudio, dirigido por el profesor Terry Wilkin, estudiaron a 226 familias y constataron que entre las madres obesas la posibilidad de tener hijas con el mismo problema era 10 veces mayor que entre las madres con un peso normal, mientras que los hijos varones de esas mismas madres no presentaban problemas de obesidad en la misma proporción.
Lo mismo ocurría con los padres obesos con respecto a sus hijos varones: la probabilidad de que el hijo fuera obeso era 6 veces superior al de sus hijas. El estudio concluyó que es "altamente improbable" que la genética esté detrás de estos datos, sino que más bien tiene que ver con que los niños tienden a copiar el comportamiento del progenitor del mismo género.
Los autores de la investigación lo definieron como "simpatía en la conducta" y concluyeron que esta perspectiva sobre las posibles causas de la obesidad, al margen de los problemas metabólicos, debe llevar a las autoridades a repensar su estrategia contra este problema cada vez más presente en los países occidentales.
Durante la investigación se pesó y se midió a los niños y a sus padres durante un periodo de tres años, lo que permitió constatar que el 41% de las hijas de 8 años de madres obesas eran también obesas, frente a un 4% de las hijas con madres de peso normal.
Entre los padres obesos, en tanto, se comprobó que un 18% de sus hijos de 8 años presentaba obesidad, frente a un 3% entre los progenitores sin problemas de peso.