SU áspero canto llegó incluso hasta el Colón de Buenos Aires, donde hace algunas semanas se le rindieron homenajes como solo a pocos creadores. Este año además, y como nunca, su figura ha sido repensada como la curiosa niña, madre, amante y la prolífica creadora que fue, y sobre múltiples escenarios de todo el país. Y ahora, de cara al próximo 4 de octubre, cuando al fin llegue el día en que Violeta Parra (1917-1967) hubiese cumplido 100 años, tres piezas volverán a tocar las mismas cuerdas que ella tocó y a esparcir su mensaje en escena, cerrando de paso el año que a todas luces prometía ser el suyo.
* En fuga no hay despedida
Los periodistas nada más querían saber por qué lo había hecho, por qué Violeta Parra pensó que con tomarse un frasco de pastillas iba a aliviar para siempre su dolor. Pasaron, cuanto mucho, dos semanas, cuando el 5 de febrero de 1967, su obstinado deseo por quitarse la vida encontró su mejor aliado en un viejo revólver que mantenía escondido debajo de su colchón en su carpa en La Reina. Será su hermano Roberto, "uno de los pocos a los que ella recordó en sus décimas biográficas, junto a Nicanor", dice la actriz y directora Trinidad González (La reunión), uno de los que expondrá su verdad y dolor por la pérdida de una hermana en En fuga no hay despedida, el texto escrito por Luis Barrales que el viernes debutó en GAM.
Protagonizado, entre otros, por Paula Zúñiga, Nicolás Zárate y Nicolás Pavez, este debe ser sino "el único homenaje que se aleja de lo dulzón", opina la directora, aun cuando le sigue los pasos en varios episodios de su vida cruzados por el dolor y la rabia. "No basta con solo realzar a alguien, porque generas una imagen vacía suya, como la de un stencil, por eso pusimos varios otros sentimientos suyos aquí", agrega. Tomando extractos de sus entrevistas y textos que ella misma escribió, "el montaje la muestra de frente y con sus luces y sombras", dice González: "Poner palabras en su boca habría sido fatal. En lugar de eso, todo el amor, toda la rabia y toda la pena salen de sí misma y tal y como ella lo sintió".
* Paloma ausente
De niña, curiosa y empecinada en aprender a tocar guitarra. Después de joven, impulsiva y de grueso carácter, perdiéndose en las profundidades del campo chileno para ir en busca de los cantos más puros. Y finalmente hacia 1960, ya mayor y convertida en una artista de talla internacional, Violeta Parra intentará montar una y otra vez su frustrado ballet de El gavilán en el nuevo espectáculo callejero a cargo de la compañía La Patogallina (El húsar de la muerte).
Dirigido por Martín Erazo y apoyado por el Consejo de la Cultura, el montaje verá la luz el 23 de septiembre en Curicó antes de llegar el 29 y 30 del mismo mes al Museo de la Memoria en Santiago, donde volverá a presentarse en enero de 2018. Antes, el 4 de octubre, llegará a Punta Arenas, y el 1 y 4 de noviembre a Castro y Osorno, respectivamente. "Más que una revisión biográfica, nos intentamos meter en la mente creativa de Violeta Parra, entre los surcos más oscuros de una artista", explica el también autor del texto junto a la dramaturga Carla Zúñiga. "Nuestra apuesta va más por el rock presente en su música, y sobre todo por la idea de que el montaje salga a recorrer el país tal y como ella lo hizo", agrega.
* Violeta ciudadana
Chillán y Lautaro, la tierra natal de los Parra, fue donde los hermanos Gopal y Visnú Ibarra, la dupla detrás de Víctor sin Víctor Jara, entonaron los primeros versos de la compositora de Gracias a la vida junto a multitudinarios coros compuestos por habitantes de las mismas ciudades. Luego vino Arica, Antofagasta, La Serena y Rancagua, y próximamente Valparaíso y Chiloé, pero antes, el 3 de octubre, ambos estrenarán Violeta ciudadana en el GAM.
Más de 100 personas, entre adultos, niños y músicos suben a escena en esta cantata "para delinear a la Violeta más humana, crítica y comprometida con las causas de su época", comenta Visnú. Bajo la dirección musical de Cristóbal Montes, se podrán oír, entre otras, las canciones Qué dirá el Santo Padre, Los pueblos americanos, Arauco tiene una pena y Me gustan los estudiantes. "En todas ellas, Violeta Parra lanzó sus propios dardos al poder por los dolores y tragedias de su pueblo", concluye.