Histórico

Visitar a seres queridos en el cementerio es saludable para vivir el duelo

Con la cercanía del 1 de noviembre, Día de Todos los Muertos, los cementerios del país se repletan de personas cargadas de flores que van a visitar a sus familiares ya fallecidos. Como un rito, asisten una vez al año para recordar a esos seres queridos que ya no están.
 
Si bien perder a un ser querido es probablemente uno de los dolores más grandes que puede llegar a sentir un ser humano, es necesario aceptar la pérdida del otro y continuar con la vida cotidiana. Es aquí que cobran sentido las visitas al cementerio, pues según especialistas son parte de los ritos necesarios para vivir un duelo sano. "La visita al cementerio y todos los rituales asociados, son saludables en la medida que permiten apuntalar el significado que hemos otorgado a la pérdida" comenta Rodrigo Morales, sicólogo de la Universidad Mayor.
 
El sicólogo añade que "los ritos siempre han formado parte de nuestra cultura como modo de conmemoración, como modo de hacer real aquello que no podemos tocar. Los símbolos asociados permiten que celebremos en concreto lo abstracto que resulta el destino de la vida después de la muerte".
 
La dificultad del duelo varía considerablemente para cada persona y dependerá de qué significado le demos a la vida y la muerte en nuestra vida cotidiana. Hay ejemplos claros de factores socioculturales que modulan esta relación con la muerte, como el sostén en la religión, las creencias, o la historia personal en torno a la pérdida de seres queridos.
 
Visitar a nuestros seres queridos
 
Eso sí, el sicólogo de la Universidad Mayor asegura que visitar la tumba de los seres queridos no es una acción terapéutica en sí. Pero se puede decir que, "sin tener la mediación de un terapeuta, puede tener consecuencias terapéuticas, en el entendido de que resulta saludable para la propia historia, construida en torno a la pérdida, realizar el rito". 
 
De este modo, la visita al cementerio no sólo permite celebrar al que ha partido, sino que permite celebrar además aquella relación con la vida y con la muerte que ha construido aquel que ha quedado en vida. Esto reafirma un compromiso, una historia y así una forma de vida en ausencia del ser querido.
 
Vivir el duelo
 
Existen momentos distinguibles en la vivencia de un duelo, en muchos casos caracterizados por una reacción inicial de evitación de la pérdida. En este primer momento se genera una sensación de que esto no puede estar ocurriendo. Luego viene una paulatina asimilación de la misma, que tiene que ver con el reconocimiento intelectual y emocional de la pérdida, lo que genera una inevitable revolución interior.
 
El momento final tiene relación al acomodo, por parte de la persona, de un nuevo escenario sin el fallecido. Esto implica la aceptación de la pérdida y la reorganización de la vida.
 
Para cada persona es diferente la asimilación de la pérdida de un ser querido. Así  también, la vivencia de cada momento es disímil para cada individuo. "En esta última fase es donde se marcan las diferencias más importantes, ya que tiene que ver con qué recursos contamos para significar la ausencia de la persona querida en el resto de nuestra vida. Ahí pueden aparecer recursos como la fe, como las creencias, como los rituales, entre otros", enfatiza el experto.

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