Se escribirá de ustedes, héroes. Y los nietos de sus nietos deberán dar entrevistas cada vez que se celebre el 4 de julio de 2015, sólo para explicar qué se siente llevar la misma sangre de Gary Medel, Claudio Bravo, Alexis Sánchez, Charles Aránguiz, Eduardo Vargas y de los 23 jugadores que integraron la selección nacional más gloriosa de todos los tiempos. Porque se acabaron los más de 100 años de amarguras y triunfos morales, porque por fin este país puede decir con todas sus letras que es campeón. Porque con la misma frialdad que tuvo Alexis en el último penal, las lágrimas brotarán solas al relatar lo de esta noche en el estadio Nacional.
El coliseo celebra, como reflejo de la nación. El estruendo del Chile ganador es más fuerte que los fuegos artificiales que se despliegan para celebrar la primera Copa América en la historia del balompié criollo. También hay llanto, pero de alegría, porque en una final de infarto, la Roja cumple el sueño de todos, al vencer a la poderosa Argentina por 4-1 en definición a penales, tras empatar a cero en 120 minutos. Un premio más que justo para la mejor escuadra del torneo, que también fue superior en el partido final.
No fue fácil, se sufrió demasiado. Qué importa, si Chile está acostumbrado a eso y se une todavía más. A poco de iniciar el duelo, Sánchez le dice a Vidal que no está cómodo y se toca las piernas repetidamente. Desde la galería nacen cánticos en su nombre y el delantero del Arsenal mira al cielo, se lamenta y sigue buscando la jugada que lo saque del pozo. El mérito de la Roja es doble, porque con su máxima estrella perdida en la cancha, igual se le para de igual a igual a Argentina. No le tiene miedo al monstruo y no tiene por qué: es un gran equipo, con el libreto claro y con un público que lo alienta sin cesar.
El combinado transandino, de hecho, se sorprende porque es Chile el que tiene la pelota. No hay sincronía entre los ases de arriba, Messi todavía no aparece y Vidal provoca una tremenda tapada de Romero a los 11 minutos. Poco a poco, sin embargo, el coloso empieza a despertar, pese a que pierde a Di María por lesión, su hombre más peligroso hasta ese momento. El balón pasa al otro costado y Agüero complica con un cabezazo que Bravo saca brillantemente.
La planificación se nota. Marcelo Díaz ya no tiene tanta libertad para pasar al mediocampo y se queda fijo entre los centrales, como último hombre. La Roja defiende con línea de cinco y con un orden que aprendió de memoria en los entrenamientos. No se confunda, eso sí, los locales no se olvidan del arco contrario. Si Valdivia la toca, algo bueno pasa, algo se inventa. El dominio va y viene, la final cumple con las expectativas, sin duda son los mejores cuadros de la Copa.
El complemento promete el triple de tensión, acumulado por tantas jornadas de frustración. Y más encima, Argentina entra con ganas de llevarse el partido y mete al elenco de Sampaoli en su propio campo. El duelo es parejo, en todo caso, porque los transandinos no son tan profundos. Son sólo amagos, ninguna daga.
Y Chile levanta. Muestra su hambre a todo el mundo, su valentía y se va al frente. Valdivia ya no influye tanto, porque está cansado, pero Alexis es mucho más protagonista, cargado por la derecha. No es su mejor día, pero sigue ahí, intentando una y otra vez. Le queda una para la volea y su remate besa el poste. El físico de ambos elencos está mermado, el alargue es inminente. El estadio repentinamente se silencia, porque Messi la toma con espacio y la abre para Lavezzi. Nadie se explica cómo nadie conectó su centro. No fue gol, la tribuna vuelve a respirar y canta el himno nacional, para anunciar el tiempo extra.
Los nervios lo consumen todo, también a las estrellas argentinas que le ceden el terreno y no dan cinco pases seguidos. Díaz, de gran partido, llega al área albiceleste y saca un tiro desviado, sus compañeros piden más aliento y el público responde. No hay miedo.
Argentina se ve muy disminuida, con varios contracturados. La Selección entiende y sigue machacando, cuando quedan minutos para los penales. Ya no juega la estrategia, pero sí el corazón y las dos oncenas derrochan sangre. Messi camina por la cancha, parece querer los penales. La Roja, en cambio, intenta golpear con su último aliento. Merece el premio, pero no llega. Como en Brasil 2014, a seguir sufriendo.
Todo parte con los tirazos de Fernández y Messi. Luego Romero casi ataja a Vidal, pero casi no alcanza. Higuaín la manda a las nubes y el grito y los garabatos hacen temblar el estadio. Aránguiz se pone al frente y demuestra que es un crack (3-1). Le toca a Banega para descontar, pero Bravo está notable. Todo está en los pies de Alexis Sánchez. La gloria es tuya Niño Maravilla. Y eres de hielo, eres extraordinario, GOLAZO!!! Chile campeón. El final de las amarguras. Bienvenida inmortalidad, gracias a la mejor generación de futbolista de la historia de Chile. Muchas gracias.