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Viva de prisa: el estrés lo hará feliz

Todd Buchholz, economista y ex asesor de la Casa Blanca, recurre a la neurociencia en su nuevo libro: el ser humano está programado para lograr la felicidad persiguiendo metas y corriendo riesgos. Y no para una vida llena de tranquilidad.

"Cometí un error. Este no es el libro que se suponía usted iba a leer, pero cambié de opinión". Así, casi pidiendo perdón, el economista y ex asesor de la Casa Blanca Todd Buchholz comienza explicando por qué plantea que la clave de la felicidad para el hombre no está en buscar la calma, el relajo ni una vida armoniosa o equilibrada. En un nuevo y provocador libro, que desafía las nociones que apuntan al estrés de la sociedad moderna como el "causante de todos nuestros males", el académico de la Universidad de Harvard asegura que es precisamente el estrés lo que nos "hace sentirnos vivos, mantener la agilidad mental" y, de paso, "tener vidas más largas y plenas".

Según relata en Rush (prisa), todo partió cuando años atrás comenzó a investigar para escribir un libro sobre economía y felicidad, cuyo título sería "cazadores de su propia cola: cómo los americanos persiguen el éxito y pierden sus almas". En aquel tiempo todavía se reconocía como un detractor confeso del estilo de vida exitista que llevaba a las personas en su país a surgir y sin importar el costo: podía ser el éxito económico, la búsqueda de la eterna juventud o tener a los hijos en el mejor colegio, todo daba lugar a una desenfrenada carrera que para la mayoría conducía a un precipicio o, en el mejor de los casos, a un "laberinto sin salida".

Pero fruto de su recopilación de estudios en el área de la neurociencia, sus entrevistas con ejecutivos de alto nivel y su propia experiencia, llegó a una conclusión diametralmente opuesta: la clave de la felicidad no radica en trabajar menos horas, desconectarse, encontrar un trabajo más relajado ni tomar clases de yoga o de meditación tantra para bajar nuestros elevados niveles de estrés. ¿Es acaso la búsqueda incesante de nuevos desafíos aquello que realmente nos hace felices más allá de los resultados obtenidos?, se preguntó Buchholz. Concluyó que sí: necesitamos competir duro y experimentar el estrés para dar sentido a nuestras vidas. "Hemos evolucionado para manejar la presión", asegura.

La gratificación de saberse experto, la necesidad de controlar nuestro entorno, son algunos de los componentes de la felicidad que no pueden ser alcanzados adhiriendo a movimientos que abogan por la vida lenta ni haciendo del yoga el leitmotiv de nuestras vidas, sostiene el economista.

EL INFLUJO DEL ESTRES

Aunque reconoce que la presión prolongada puede causar daño a la salud, uno de sus argumentos principales es que no podemos escapar de la ansiedad y del estrés: estamos configurados como especie para vivir así. De a cuerdo con su interpretación, es esta la razón por la cual diversos estudios muestran que el efecto de las vacaciones tiende a no perdurar. "Las vacaciones son una táctica de corto plazo, pero no solucionan el estrés debido a esta razón", sostiene.

Un estudio de la U. de Tel Aviv, en Israel, aunque no mencionado en el libro, confirma este aspecto: las personas vuelven a experimentar los mismos niveles de estrés a sólo tres días de su regreso de vacaciones. Lo mismo que una investigación de la U. Erasmo de Rotterdam, que el año pasado comprobó que el efecto "relajante" no se prolonga por más de dos semanas. En otras palabras, afirma Buchholz, una especie de fuerza compulsiva e inconsciente nos impulsa a experimentar la ansiedad para, en definitiva, sentir el placer de dominarla. Y esta sería la razón por la que tanta gente reconoce en las encuestas evitar las vacaciones. En Chile, por ejemplo, estudios muestran que el 70% de las personas no utiliza todo el tiempo que permite la ley y que casi un tercio descansa apenas una semana. "Hay una euforia en la capacidad de enfrentar las dificultades en la vida, estamos programados para correr riesgos", asegura Buchholz. La raíz biológica que determina este comportamiento se encuentra en el cerebro y la dopamina, el neurotransmisor que se libera en el circuito de recompensa cuando experimentamos placer.

Cuando intentamos tareas nuevas o nos enfrentamos a problemas, la corteza frontal del cerebro libera la dopamina como una recompensa que nos hace sentir bien. "Pero no se nos entrega el premio por ganar la carrera, sino por el mero hecho de estar en la competencia", dice el autor. En una de las anécdotas que relata, cuenta que de joven trabajaba en Nueva York y ganaba mucho dinero, pero optó por trasladarse a Washington y aceptar un puesto como consejero económico de la Casa Blanca, aun cuando pagaban menos.

Recuerda que cuando se enteró de que muchos de sus colegas eran llamados para trabajar los fines de semana, mientras él descansaba en su casa, se sintió deprimido. Y no porque se considerara un trabajólico compulsivo: "Mi jefe no me había considerado y mi felicidad en ese puesto no derivaba del salario, sino del autorespeto que sentía al ser considerado".

LA NEUROBIOLOGIA DEL TRABAJO

Todos estos factores también ayudan a explicar por qué la gente que posee dinero suficiente como para prescindir del trabajo realiza exactamente lo contrario: trabaja más. "El solo acto de trabajar les otorga un sentido de dominio, de autoridad, de maestría", asegura el economista. Y esto es válido no sólo para quienes poseen riqueza. El libro cita investigaciones sobre las personas que eligen el camino del trabajo independiente. Estas personas tienen un 29% más de probabilidad de trabajar más de 44 horas a la semana.

Buchholz explica que esta compulsión por trabajar, que muchos experimentan, pero pocos quieren reconocer, tiene un fuerte componente neurobiológico. Durante el transcurso de la evolución, el ser humano llegó a ser la única especie capaz de proyectarse en el futuro, gracias a un mayor desarrollo de su corteza prefrontal. Aquí radica nuestra capacidad de "inspirarnos" y pensar en el mañana, así como también, de competir o invertir en algo pensando en los resultados que obtendremos. "Lo que nos impulsa a movernos hacia adelante y a luchar por controlar nuestro entorno", dice. Es esto, en definitiva, lo que nos hace seres humanos.

Por eso, cuando somos premiados sin esfuerzo, como al ganar la Lotería, la satisfacción del momento suele desvanecerse tan rápido como llegó. En un estudio con 50 mil personas, el profesor Andrew Osvald, de la U. de Warwick, Inglaterra, descubrió, por ejemplo, que los ganadores de la Lotería no mostraban un aumento significativo en su bienestar. O como diría Todd Buchholz, si usted no intenta cazar su propia cola, difíclmente logrará ser completamente feliz.

FICHA DEL LIBRO
Rush,
Año 2011
Disponible: Amazon
Idioma: Inglés
Precio: US$ 11.33
Autor: Todd Buchholz, ex asesor financiero de la Casa Blanca.

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