VIERNES. Cinco de la tarde. Es el día y hora en que José Tomás (28) se pone de acuerdo con sus "compadres" para juntarse después del trabajo. Todo parte en WhatsApp y la organización es rápida. El punto de encuentro generalmente es el sector de Orrego Luco, en Providencia, porque les queda a todos más o menos cerca del trabajo. Es ahí donde "los viejos zorros" (nombre del grupo de WhatsApp) aprovechan de sacarse la oficina de encima antes de comenzar el fin de semana.
José Tomás vive con Javiera (27) hace dos años y pololean hace cuatro. Y siempre que algo no amerite lo contrario, los viernes (y a veces los sábados) son de ellos… pero por separado. El modus operandis es sencillo: una llamada corta o un "whatsappeo" avisando con quién y dónde. Esa es la única regla para salir y disfrutar la noche con los amigos y no en pareja. Como ellos, hoy son muchos los que han rediseñado los tradicionales acuerdos de buena convivencia y los han agrupado bajo una moderna consigna: compartir el mismo techo, pero con libertad para poder salir separados.
Y ni siquiera se trata de algo tolerado a regañadientes: las parejas jóvenes ven en este trato una muestra vital de confianza y de que las cosas van bien entre ambos.
Precisamente por eso, las explicaciones no existen. Actualmente, dedicar un fin de semana al grupo de amigos, a viajar solos o compartir con grupos sin necesariamente integrar al otro, dejaron de ser temas conflictivos para las parejas jóvenes.
Para Adriana Palacios, sicóloga social de la Universidad del Desarrollo, esta búsqueda de nuevas formas de congeniar con la pareja tiene relación directa con las transformaciones impuestas por la modernidad. La experta cree que más que pasar por un tema generacional, la negociación sobre el tiempo libre tiene que ver con un proceso histórico y cultural, que ha dado paso a una redefinición de los roles y el comportamiento esperado para cada género dentro de ciertos grupos.
Y es precisamente porque no todas las personas viven el cambio de la misma forma que este fenómeno se da más en cierto tipo de parejas. Claudia Rodríguez, académica y terapeuta de parejas de la Facultad de Sicología de la UDP, explica que donde más se notan las transformaciones en la convivencia es en aquellas parejas profesionales que tienen sus necesidades básicas cubiertas y donde ambos tienen acceso a similares recursos económicos, lo que posibilita que tengan mayor paridad. Ese es el escenario ideal para que estos jóvenes desarrollen sus intereses en conjunto o por separado. Eso sí: esto funciona siempre y cuando se combine la valorada autonomía con una sensación de confianza en el otro y de que ambos tienen preocupación por la relación.
Es por eso que si bien son distintas, las reglas no dejan de existir. Rodríguez enfatiza que hasta hace algunas décadas había un conducto regular establecido que las parejas seguían y que nadie cuestionaba. Hoy ya no hay sólo una forma de llevar una relación, sino muchas, y las reglas se construyen de a dos.
Para Andrés (29) y Natalia (26) las salidas por separado fueron más bien un acuerdo tácito. Todos los fines de semana salen con sus amigos, pero obedeciendo a un requisito mínimo: avisar. Claro, no es lo mismo salir con "Pedro" o "Juanita". Ellos conocen muy bien a los amigos del otro y durante la noche se "whatsappean" para contar si es que se cambian de lugar, si van a llegar más tarde o si se juntarán después. Sin embargo, la idea es nunca molestar al otro en sus planes.
Por eso, generalmente se ponen de acuerdo en la semana y sin imponerse nada. Primero se preguntan qué harán y si no hay planes en común, parte del fin de semana se destina a los amigos. Y si uno sale y el otro se queda en casa, tienen el "permiso para carrete", un rato de descanso extra en la mañana en caso de que el trasnoche haya ido demasiado lejos. Después, compartiendo el desayuno, se cuentan los pormenores de la noche anterior. Según Andrés y Natalia, esto ha fomentado mucho la confianza en su relación.
La confianza al interior de la pareja no es el único beneficio que aportan estas salidas por separado. Adriana Palacios explica que estas nuevas formas de convivencia también ayudan a evitar la sobrecarga de la relación. Compartiendo y recreando la vida afectiva en otros espacios y con otras personas se enriquece la vida emocional y se genera una mayor acogida a la hora de relacionarse cotidianamente con la pareja. "De esta manera no se agota toda la necesidad de contención en un solo círculo, cargando toda nuestra demanda afectiva en una sola persona. En otros espacios se puede intercambiar afecto, para llegar a ofrecer cariño más sano y contenedor a la casa", explica.
Las parejas perciben este beneficio y por eso muchas veces promueven las salidas individuales. Patricio, el pololo de Camila Duarte (24), ya se da cuenta cuando ella está un poco triste o colapsada y no duda en recomendarle que salga con sus amigas. Camila reconoce que aunque es menor que Patricio, a ella le costó un poco más asimilar esto de salir por separado. Pero ahora lo entiende y valora que su pololo le aconseje a veces desahogarse con sus amigas. "Así no sólo lo cargo a él con mis dramas. Hay cosas que entienden mejor mis amigas". Camila ve incluso más beneficios en estas salidas y algunos expertos concuerdan. Uno de los más importantes es no descuidar el círculo social en caso de que la relación no dure para siempre y se requiera de contención tras la ruptura.
Camila y Patricio llevan cuatro años pololeando, viven juntos hace tres y para irse de vacaciones por separado tampoco se complican. De hecho, hace algunos meses lo hicieron. Ella se fue con una amiga a ver a su familia a Misiones (entre Brasil y Uruguay) y él al sur con su grupo de amigos. Aunque se comunicaban todos los días, sólo hacían un resumen (la idea es llegar a contarse todo). Pero si bien muchas parejas jóvenes están siguiendo esta dinámica, las familias no dejan de extrañarse. A Camila sus padres le preguntaron. "¿Y dejaste solo a Pato?". Pero ella está clara: "No van a entender porque son otros tiempos", dice entre risas.