Viviendo todo por primera vez... siempre
La historia que Adam Sandler y Drew Barrymore protagonizan en Como si fuera la primera vez, existe. En Inglaterra, Michelle Philpots no tiene memoria a corto plazo. No recuerda nada. Ni siquiera que está casada.
Decir que la vida de alguien parece una película puede ser tan bueno como malo. Y puede hacerse por envidia o por compasión. Puede ser un drama o una comedia, u "otra tonta película americana". Pero todas las opciones implican lo mismo: una vida absurdamente irreal. Y la vida de Michelle Philpots se parece a tres filmes distintos.
La culpa es de dos accidentes sobre ruedas: uno en moto, en 1985, y el otro en auto, cinco años después. De ambos salió viva, pero no ilesa. Michelle quedó con heridas cerebrales que, en 1994, le valieron un doble diagnóstico: epilepsia y amnesia anterógrada.
En lenguaje simple, eso significa pérdida de la memoria inmediata e incapacidad de almacenar nuevos recuerdos. Los más recientes son de cuando tenía 31 años. Hoy tiene 47. Su vida se detuvo en un día de 1994, y todo lo que alcanza a aprender desde que se despierta, lo olvida al acostarse.
RECONQUISTA DIARIA
Una de las tantas cosas que Michelle olvida todos los días es que está casada. Desde 1997. Por eso, la película de Adam Sandler y Drew Barrymore, Como si fuera la primera vez, parece un calco de su historia. La protagonista tiene la misma enfermedad que Michelle, y Sandler trata de conquistarla todos los días. De convencerla de que a ella le gusta estar con él.
Ian Philpots, el marido de Michelle, intenta convencerla de que están casados. Por eso guarda cerca de la cama varios álbumes de fotos, para mostrárselos cuando despierta especialmente desconfiada.
"Nos conocemos desde hace 25 años. Tengo suerte de que fue antes del accidente, porque sí me recuerda", explicó Ian al diario británico The Sun. De hecho, Michelle se acuerda de cómo se conocieron, pero no de qué almorzaron hace un par de horas. Según su marido, "es con la rutina del día a día con lo que pelea siempre".
Y eso, a Ian lo frustra. Sabe que es difícil no tener una rutina. No disfrutar de la comodidad de lo que, para muchos, es simple tedio. Por eso, se asegura de que Michelle anote todo.
Tal como el protagonista de Memento, que también tenía la misma enfermedad que ella, Michelle lleva un registro de todo: de quienes conoce, de los lugares que frecuenta, de las cosas que le gustan y las que no. Sabe, por ejemplo, que le encanta la serie inglesa EastEnders, aunque nunca recuerda de qué se trata ni de quiénes la protagonizan.
Su sistema es a base de post-its. Cientos. En toda su casa. Y cuando sale, programa su dirección en el G del auto. Porque aunque Spalding sea un pueblo de apenas 30 mil habitantes al sur de Yorkshire, para alguien que no recuerda en qué dirección dobló tres cuadras atrás, un pueblito es un laberinto.
Por eso, Michelle sale poco. Es complicado. Su casa "a veces se convierte en una prisión, y eso es muy deprimente", como explicó en el The Sun. Y entre las cosas que sí recuerda, está el hecho de que no podrá tener una vida normal. Aburridamente común. Tediosamente coti-diana: "Entiendo que mi vida cambió. Sé que no puede volver a ser como era antes del accidente, pero me cuesta mucho aceptarlo".
UN DÍA, TODOS LOS DÍAS
Contra toda lógica, y a base de recordatorios en la agenda del celular, Michelle sí tiene un hábito. Tres días a la semana trabaja como voluntaria en la Lincolnshire Association of People with Disabilities, una asociación que asiste a personas con cualquier tipo de discapacidad. Ahí, Michelle lidera a los integrantes que vienen de Spalding.
Pero todo lo que hace implica un esfuerzo doble. Por eso, volver a trabajar como asistente en un bufete de abogados, como lo hizo hasta 1994, sería complicado. Su último recuerdo laboral es que la mandaron de vuelta a su casa tras haber estado fotocopiando el mismo documento todo el día.
Michelle sabe que su amnesia no es reversible. Que su desmemoria no tiene vuelta atrás. En 2005 le extrajeron varias células del cerebro dañadas para eliminar las convulsiones, y eso funcionó. Pero la memoria a corto plazo es irrecuperable. Y el daño en el lóbulo temporal, irreversible.
Por eso, aunque se somete a una terapia de rehabilitación, tiene claro que su vida es poco usual. Absurdamente irreal. Como la película El día de la marmota, protagonizada por Bill Murray. La recuerda porque se estrenó en 1993, justo antes de su pérdida de memoria. Y, como dijo a otro diario británico, se identifica con ella: "Cuando me despierto, todo afuera de mi ventana es lo mismo. Es difícil de explicar, pero todos los días son, para mí, el mismo día común y corriente". Aunque, a diferencia de Murray, ella no aprende de la versión anterior. Todo se le olvida antes de volver a dormir.
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