Tomarle el pulso a una sociedad siempre es un asunto complejo y de resultado interpretable, pero varios factores apuntan a que el de Chile, al menos en lo económico, se acerca al ritmo de un vivificante trote.

A ver si nos entendemos. Este año no empezó mal, sino pésimo, y el doble golpe a la quijada del sismo y el maremoto fue lo suficientemente fuerte como para dejar a cualquiera fuera de combate por un buen rato. Pero si bien es cierto que no hemos, ni con mucho, superado los problemas que provocó el desastre en muchas zonas del país, la forma en que mucha gente se está volcando al consumo da cuenta de saludables cuotas de optimismo.

El comercio saca cuentas alegres al ver cómo el público aprovecha las liquidaciones habituales de estas fechas y cómo anticipa desde ya los ofertones post Mundial (por ejemplo, el recambio de televisores del 2010 se apresta a entrar en Fase 2). También aumentan las ventas de autos y de propiedades, y las proyecciones de ambas para el segundo semestre. Desde afuera, llegan halagadores diagnósticos sobre la recuperación post sismo del país y esperanzadoras estimaciones de crecimiento para el año que viene.

No será jauja, pero no está nada de mal. Da gusto saber que el futuro promete (parece) buenas posibilidades y que habría razones para crisparse un poco menos. Tal vez comprar ahora ese plasma de numerosas pulgadas, tentadoramente rebajado, sea una oportunidad no sólo de darse un gusto, sino de darnos un "voto de confianza". (MOJ)