Votaré por Sebastián Piñera, porque ya lo hice en el 2009 y trabajé en el gabinete de Cultura con Luciano Cruz-Coke. Para mí, dicho gabinete fue una gran escuela de gestión, de lealtad y de compromiso ético.
A partir de esa experiencia me gustaría, entonces, por un lado, participar en un gobierno que tendrá la responsabilidad de instalar el Ministerio de las Culturas y, por otro lado, de implementar de manera más eficiente los programas de Cultura y Educación, con toda lo que se ha adquirido al respecto a lo largo de esta década. Hay definiciones que ya ha dado la Unesco en lo que a patrimonio y educación se refiere, y que obliga a asumir compromisos de Estado bajo condiciones de gestión, a la vez responsables e innovadoras.
Raúl Zurita dijo una vez que el hombre era el escultor de su propia "pietá". Eso significa poner la creatividad en el centro de todas las acciones susceptibles de convertirse en programas de reparación social. Para eso es necesario producir infraestructura no como sinónimo de edificios, sino como generación de criterios conceptuales que permitan establecer las distinciones propias que articulan un paisaje natural con un paisaje cultural, ya sea desde las prácticas de arte hasta los efectos estéticos de las prácticas rituales, sociales y culturales, en el seno de las comunidades.
Sobre todo, las más extremas, no solo en términos de vulnerabilidad, sino de proximidad crítica, porque no hay ficción de país sin la negociación simbólica que se arriesga a pensar las contradicciones propias de la invención de la nación.