Los diseñadores franceses no se dejan intimidar. La presión de la pasada temporada, cuando el modisto Christian Lacroix tuvo que anunciar su insolvencia, parece haber desaparecido en estos cinco días de alta costura para Primavera-Verano 2010 de París.
Las nuevas ideas y los diseños innovadores de Josephus Thimister o Alexis Mabille, junto con la brillante creatividad de los maestros como Jean Paul Gaultier o Karl Lagerfeld para Chanel devolvieron el placer por la "couture".
Al término de los desfiles, que culminan hoy, una cosa quedó clara: pese a la fluctuación de los precios y pese a que cada vez menos casas de moda emplean a los talleres necesarios, el arte del corte y la confección no piensan desaparecer.
CLASICOS
Los dos diseñadores de la casa Valentino, Maria Grazi Chiuri y Pier Paolo Piccioli, presentaron en la tarde del miércoles un paraíso terrenal virtual. El desfile estuvo animado por grandes pantallas con imágenes de la artista estadounidense Jennifer Steinkamp, con árboles mecidos por el viento y los contundentes acordes de Debussy.
Y ligeros, como si volaran, fueron también los modelos: vestidos de muselina de seda y organza en tonos grisis, beige y rosado, cortados de forma que se abrían y plegaban unos sobre otros como si fueran flores. Y entre los colores suaves se mezclaban también otros más fuertes como el amarillo limón o el rojo cereza, con amplios monos de tonos piel cuyas generosas mangas sastre lucían adornadas con toques rosas o amarillos.
Por su parte, los diseños del libanés Elie Saab recordaban en sus suaves tonos pastel a los cuadros impresionistas. Cortos y amplios vestidos y largas capas de gasa transparente, con una raja en la parte delantera y con un solo tirante en tonos grises, azul turquesa, rosado o beige dejaban mucha piel al descubierto. Pero pese a los delicados adornos y hermosos estampados en acuarela que adornaban los modelos, en total el desfile lució algo soso y poco inspirado.
INSPIRACION
En el caso de Jean Paul Gaultier, la inspiración le llegó de la cultura mexicana, que dio rienda suelta a su fantasía. Sus largos abrigos y tintineantes brazaletes robaban el aliento, combinados con sombreros multicolores adornados con flecos y picos, fueron seguidos de vestidos de piel en tonos amarillo verdoso que parecían enredados en lianas y vestidos de tafetán con apliques de tela en azul claro con forma de palmera.
Otros modelos, en negro, recordaban al plumaje de los pájaros y parecían estar diseñados para un ritual azteca. A ellos se suman pantalones de gaucho con grandes botones de plata, finas enaguas y un vestido de lamé cubierto de pedrería de arriba a abajo, en partes con formas de escarabajo.
Y entre unos y otros, los típicos elementos que distinguen a Gaultier: look marino y pantalones estilo Marlene Dietrich o sus particulares corsés. Para llevar a cabo esta colección, el modisto trabajó en algunos diseños con estudiantes de la Académie Royale des Beaux Arts de Bruselas. Y no habría hecho falta que al final apareciera la atractiva cantante francesa Arielle Dombasle con un sexy vestido para demostrar que la alta costura no tiene por qué parecer conservadora.