Es imposible no remontarse a la época dorada de los Chicago Bulls, en la década de los 90, cuando un equipo marca una supremacía tan grande como la que muestra Golden State Warriors en la NBA. En realidad, como vienen exhibiendo desde hace ya algunos años, toda vez que ya suma dos anillos de campeonato y la temporada pasada dejaron escapar el título en un séptimo partido, después de establecer el récord de victorias en la campaña regular (73-9).
El título conseguido en cinco partidos ante los campeones vigentes, los Cleveland Cavaliers, los devolvió a la cima de la NBA a los pupilos de Steve Kerr. Un lugar del que difícilmente salgan en un futuro cercano, de acuerdo a cómo viene conformándose la plantilla de los Warriors. Por eso, muchos ya se atreven a plantear el debate con el último gran equipo de la liga, aquel que se hizo conocido en cada rincón del mundo de la mano de Jordan.
Desde la salida de Jordan de los Bulls en 1998, hubo varios equipos que intentaron monopolizar la liga. Los Lakers de Kobe y Shaq (tricampeones entre 2000 y 2002), el Heat del trío formado por James, Wade y Bosh con un bicampeoneato y otras dos finales, y los Spurs de Duncan, Parker y Ginóbili con cinco anillos en 12 temporadas, dominaron la NBA post MJ. Sin embargo, ninguno fue capaz de plantear la comparación con los Chicago Bulls de los noventa como sí estos Warriors.
A primera vista, por ahora, los números entre uno y otro parecen muy lejanos. La ventaja sigue siendo muy clara para los Bulls. Primero, porque ganaron seis anillos. Eso para comenzar la discusión. Y de no haber sido por el retiro voluntario de Jordan entre 1993 y 1995, la cantidad de campeonatos pudo ser mayor para Chicago.
Chicago podrá vanagloriarse de haber tenido en sus filas nada menos que a Michael Jordan, el mejor jugador de la historia. Era tal el dominio de MJ en esos años, y el manejo del técnico Phil Jackson para encajar piezas, que hasta se daba el lujo de ganar títulos con compañeros que en otros equipos con suerte habrían estado sentado en la banca. Luc Longley, Bill Wennington, Randy Brown, Stacey King, entre otros, fueron algunos de los afortunados de compartir camarín con el más grande y de tener un anillo en sus vitrinas personales. Salvo Pippen, Kukoc y Rodman, el resto era un grupo de obreros dispuestos a dejar la piel en cada partido.
Una realidad, la de jugadores ignotos con tanto protagonismo, que no conoce Golden State. La actual plantilla de los Warriors cuenta con varios de los mejores jugadores de la actualidad. Curry y Durant están sin duda entre los mejores cinco de la liga. Además, Draymond Green es uno de los mejores defensores, por lejos. Y los llamados actores secundarios (Thompson, Iguodala, Livingstone) perfectamente serían titulares en el 90% de los equipos de la NBA.
Todas estas individualidades prácticamente que obligan a Golden State a ganar un título o al menos llegar a la final. Por el momento, su andar es casi perfecto, con dos anillos en tres años, pero deben sumar todavía más banderines de campeón para plantear una discusión mano a mano. Las marcas de temporada regular o de playoffs, no serán suficientes para destronar a los Bulls. Eso sí, su gran mérito fue doblegar ya en dos finales al mejor jugador de este siglo en la NBA, Lebron James.
Afortunadamente para los californianos, el núcleo del equipo podría permanecer mucho tiempo junto. Es verdad que en este receso tendrán que discutir la renovación de Stephen Curry, el gran objetivo de la gerencia, pero todo parece indicar que seguirá varios años más en la bahía. Durant, quien tiene una cláusula para salir al término de esta campaña, no tiene ganas de emplearla, por lo que el camarín de los Warriors volverá con las mismas caras del éxito para la próxima temporada. Ahora dependerá de ellos establecer una dinastía que pueda hacer olvidar la que supo construir Jordan en Chicago.