Fue en 1968 cuando el mundo conoció a HAL 9000, la supercomputadora de una nave espacial que es capaz de pensar y tomar decisiones al punto de convertirse en la antagonista principal de 2001: una odisea en el espacio, la película de Stanley Kubrick, basada en un cuento de Arthur C. Clark. En la historia, HAL 9000 toma conciencia del peligro que corre y decide matar a los astronautas que quieren desconectarlo. Hoy, cuando la inteligencia artificial ya no es sólo cosa de ciencia ficción, los expertos han demostrado que el desarrollo tecnológico ha sido hasta ahora más beneficioso que perjudicial y que el ser humano aún está por sobre la máquina.
Es el caso de Watson, el sistema de inteligencia artificial creado por la empresa IBM. Si bien hizo su presentación en sociedad en 2011, a través del concurso de TV Jeopardy!, en el que derrotó a dos históricos rivales humanos -el mayor ganador de dinero en el programa y el poseedor de la racha más larga-, hoy se define más como un aliado en la solución de problemas y desarrollo de conocimientos para diversas empresas e instituciones de toda índole.
Watson -bautizado así en homenaje al fundador y primer presidente de IBM- entiende el lenguaje natural y es capaz de responder a preguntas complejas procesando todo el conocimiento disponible hasta ese momento. En América Latina ya se aplica hace algunos años en las áreas más probables: bancos como Santander Río; sistemas de salud como los Hospitales Angeles de Ciudad de México, especializados en oncología; en eduación como Innova Schools, la red educativa más grande de Perú, y en Chile por Red Crecemos, que desarrolló un asistente educativo bautizado Brainy para colegios de Lo Prado, La Granja y El Bosque. La última experiencia, si embargo, fue menos esperada: se presentó en abril de este año en la Pinacoteca de Sao Paulo a través del curatoría La voz del arte, en la cual Watson le permite al público dialogar con siete obras maestras de la colección, entre ellas Mestiço, de Cândido Portinari (1934); Saudade, de Almeida Junior (1899); Ventania, de Antonio Parreiras (1888), y São Paulo, de Tarsila do Amaral (1924).
"El caso de la Pinacoteca es el menos tradicional y cambia la forma en que las instituciones de arte hacen las cosas hoy", dice Marco Barbosa Lauria, vicepresidente para Latinoamérica de Soluciones Cognitivas de IBM. "El museo no ha evolucionado mucho en la forma en que las personas participan y Watson da la posibilidad de una experiencia diferente", dice el ejecutivo, quien estuvo en Chile presentando las novedades de Watson en el Congreso América Digital que se desarrolló en Espacio Riesco.
"Hace años que muchos museos han implementado audioguías que te dan información sobre las obras de arte; la diferencia es que tú puedes interactuar con Watson, crear una conversación, no es un audio que simplemente te cuenta cosas, sino que tu puedes preguntar lo que quieras y Watson es capaz de responderte", agrega Barbosa.
Aunque la mayoría pensaría que el sistema Watson sólo está al alcance de bolsillos abultados, lo cierto es que IBM decidió abrir su código y migrarlo a la "nube", poniendo a disposición varias aplicaciones básicas en el sitio www.ibm.com/cloud-computing/bluemix/es, además de algunas más avanzadas pagando desde US$ 34 mensuales.
Las posibilidades de desarrollo son infinitas; Watson es capaz incluso de analizar estados de ánimos y comportamientos de las personas, por ejemplo a través de sus textos o lo que escriben en Twitter. En la web de IBM ya hay análisis de personalidad de los tuits de Oprah Winfrey o Don Francisco.
El arte de preguntar
El funcionamiento de Watson depende de la cantidad de conocimiento que se le ingrese y del grado de entrenamiento que alcance. En el caso de la Pinacoteca de Sao Paulo, el sistema recibió una formación de seis meses antes de ser probado con los visitantes, a quienes se les entregó solo un smartphone y audífonos con los que cada uno pudo interactuar libremente con el dispositivo. Las respuestas de Watson no son predeterminadas, sino creadas en el preciso momento en que se le formulan las preguntas. En el caso de la oncología, por ejemplo, Watson ha sido capaz de almacenar más de 1.600 casos reales, además de más de 2 millones de páginas de investigaciones, por lo cual está capacitado para hacer un diagnóstico altamente probable. ¿Esto implicaría la desaparición de los guías de museos o de los oncólogos? Barbosa asegura que no.
"No consideramos a Watson como un reemplazo de las personas. Nosotros ponemos la inteligencia artificial al servicio de los expertos. Un médico interactuando con Watson tiene mejores resultados porque si bien no es capaz de procesar toda la información disponible sobre una enfermedad o un tratamiento, sí es capaz de hacerle las preguntas correctas a Watson para obtener una respuesta idónea. No estamos empujando a las personas para que se autodiagnostiquen", aclara el experto de IBM.
Así, si bien hace décadas que las empresas y todo tipo de instituciones se han obsesionado en coleccionar datos de las personas, esto agudizado por el auge Internet, Watson viene a a aclarar que tan importante como quién tiene los datos es quién sabe hacer las preguntas correctas. No sirve de nada que el cerebro artificial de IBM acumule toda la información del mundo, si no somos capaces de extraer verdadero conocimiento de él. El ser humano aún tiene el poder.