En Hollywood los sueños se repiten cada cierto tiempo. Whiplash, del joven Damien Chazelle, reedita el caso de Bottle rocket, la primera película de Wes Anderson: al igual que el debut del director de El gran hotel Budapest, la cinta que ahora está nominada a cinco premios Oscar empezó como un cortometraje en el Festival de Sundance. Uno de apenas 20 mil dólares. Fiera historia de superación, talento y sadismo al mismo tiempo, Whiplash gustó tanto en el 2012 que rápidamente encontró inversores y se transformó en un largometraje. Es más, en el 2014 ganó el Premio del Público y el Gran Premio del Jurado en Sundance.

El filme, cuyo título alude a una canción estándar del jazz, se estrena hoy en Chile, a una semana y media de los Oscar, donde está nominada en cinco categorías: Mejor Película, Mejor Guión Original, Mejor Actor Secundario (para J.K. Simmons), Mejor Montaje y Mejor Mezcla de Sonido. Es, con seguridad, el trabajo que menos dinero ha recaudado entre todos los postulantes, con nueve millones de dólares, pero eso importa poco. Su costo de producción fue bajísimo y en apenas diez semanas Damien Chazelle filmó y editó una historia que es básicamente un duelo de personalidades soberbias y competitivas: el joven baterista Andrew Neyman (Miles Teller), que quiere ser el mejor; y el profesor Fletcher (J.K. Simmons), que no cree en los niños mimados y aplica disciplina espartana en su academia.

Ambientada en la Costa Oeste de EE.UU., Whiplash nos muestra en primer término a un muchacho algo tímido, interesado en las chicas y con la vaga intención de destacar en la batería. A los pocos minutos, el mismo personaje se ha transformado en un ser autosuficiente, obsesionado con las baquetas y empujado al límite de lo humanamente posible por Fletcher. Su academia musical más bien parece una escuela de entrenamiento para Vietnam y Fletcher trata a todos con la violencia verbal y hasta física de un sargento. Según él, es el único método para encontrar al nuevo Charlie Parker o Buddy Rich, héroes incontestables del jazz.

Whiplash ha encontrado muy buenas críticas, casi siempre elogiando el nivel de las actuaciones y el ritmo imparable de la historia. Sin embargo, su descripción ominosa y marcial de las escuelas de jazz tiene sus detractores. Entre los seguidores duros del jazz, por ejemplo, el editor de la revista Jazzwise, Jon Newey, afirmó al diario británico The Independent: "Hay muchos errores en la cinta. Es una representación retrógrada y torcida de las bandas y sesiones de jazz".

El filme nació de la propia experiencia del director Damien Chazelle, quien antes de ser cineasta estudió en una academia similar a la que aparece en la historia. "Creo que el jazz es en general una música muy hostil", dijo en entrevista al portal británico Little White Lies cuando promocionaba la película hace un mes.