De barrio olvidado y fabril a lugar de moda, colonizado primero por artistas y luego, poco a poco, por restaurantes, cafés, negocios cool y bares de los que todos hablan. Esta fórmula se repite en muchos barrios de Nueva York y describe un fenómeno: las fronteras de lo último nunca dejan de moverse. Unos años atrás sumaron a Williamsburg, del otro lado del East River, en Brooklyn.
La mejor forma de llegar a Billyburg o W-burg, como lo llaman, es tomar la línea L del subway (la gris) y bajarse en Bedford, la primera estación de Brooklyn. Basta subir la escalera y llegar a la superficie para ver que por las calles del barrio circulan más bicicletas, skates y rollers que autos. Hasta el delivery de pizza se hace en skate. Hay negocios de diseñadores independientes, lugares de ropa vintage, una librería especializada en rarezas, un espacio donde hacer el propio perfume (CB I hate perfume, 93 Wythe Av at N 10th St), una ecoboutique donde las prendas son de material reciclado (Sodafine, 119 Grand St) y una galería con venta de juguetes eróticos y talleres de literatura hot (Shag Brooklyn, 108 Roebling Street N. 6th Street).
En las esquinas del barrio se ven looks funkies y ondas que dentro de algún tiempo aparecerán en las revistas; además, en todos los cafés y bares dan ganas de sentarse a tomar algo.
No hay minorías étnicas en W-burg: el barrio es elegido por creativos, bohemios y artistas del mundo. Russell Parish vive aquí y es el artista que hace un par de meses inauguró la Capilla de Culto a Michael Jackson, una muestra en la galería Figureworks, en la que venera al Rey del Pop con devoción religiosa. Hace poco declaró que si hubiera una capilla de Michael Jackson, él sería el ministro. Hay pinturas, muñecos, jabones y hasta pequeños Jackson de chocolate para comprar.
¿EL PROXIMO SOHO?
"Diez años atrás los taxis no entraban al barrio, era un sitio peligroso", me cuenta Diego Galarza, vecino y dueño de El Almacén (557 Driggs Av.), un restaurante argentino abierto el año pasado y donde se puede comer un bife de chorizo o unas ricas empanadas de humita, en un ambiente de almacén de campo.
Unos seis años atrás llegaron a Williamsburg los primeros músicos, escritores, fotógrafos y directores de cine. Más tarde abrieron wine bars, restaurantes, hoteles y negocios únicos. Aun hoy existen más locales de autor que grandes cadenas.
En los diarios y revistas se publicaron notas diciendo que se venía el "Próximo SoHO", en los viejos edificios de piedra café se anuncian modernos lofts y los alquileres cuestan más que antes. Todavía falta para que lleguen las grandes cadenas, pero los coolhunters hacen bien su trabajo y poco a poco se instalan marcas conocidas. La francesa de básicos que usa Sofía Coppola, A.P.C. (33 Grand St.) ya abrió un outlet. Fuego 718 (249 Grand St), del catalán Alex Aldama, vende objetos de corazón latino. Aldama llegó al barrio cuando todavía era oscuro, con fábricas y arriendos baratos. Igual se quedó, apostó a que sería un lugar de moda. Este año, su local fue seleccionado por la revista Time Out entre los mejores de la ciudad. La avenida principal del barrio es Bedford. Allí encontrará cafés, personajes y situaciones. En Oslo Coffee (133 Roebling St), expressos bien hechos y muffins esponjosos.
MULTIPLES ETNIAS
Entre locales de ropa única, ecoboutiques y un centro de meditación, City Reliquary (370 Metropolitan Av) es un museo de memorabilia de Nueva York: desde colecciones privadas de tijeras hasta pósters de Miss Subway, un título de belleza que existió entre 1941 y 1976.
Warsow, la Casa Polaca (261 Driggs Av) tiene bistró, cerveza polaca y shows. En sus orígenes, Williamsburg fue un barrio de inmigrantes con mayoría de polacos. Después llegaron los italianos, más tarde los puertorriqueños y hoy se pueden hallar 20 nacionalidades en una cuadra. A propósito, la zona cuenta con cocina thai de primer nivel: Amarin (617 Manhattan Av.) y una muy buena opción para probar ostras, tortilla de papas y deliciosos quesos: Marlows & Sons (81 Broadway).
En Billyburg hay más de 40 galerías y espacios de arte. Los segundos viernes del mes, muchas galerías abren hasta tarde, y es una buena excusa para quedarse en el barrio a tomar un trago (Hotel Delmano, 82 Berry St) a cenar (Sweetwater, 105 N 6th St, entre Berry St y Wythe Av.), a ver un show.
El Music Hall de Williamsburg maneja una agenda de conciertos de indie pop y rock (entradas entre US$ 15 y US$ 35). Otro recinto para pasar la noche es Pete's Candy Store (709 Lorimer St), un antiguo negocio de golosinas devenido en pub con bandas en vivo y entrada gratis.
Cuando el barrio ya se va apagando, seguro que Rose Mary's, un bar en Bedford, a media cuadra del subte, sigue encendido, fiel a su leyenda: Everybody's Bar Everyday, el bar de todos, todos los días.
- Metrocard por una semana, US$ 27 y por dos, US$ 51,50.
- Dónde dormir Hotel Le Jolie, US$ 139, www.hotellejolie.com
- Internet: www.wagmag.org www.freewilliamsburg.com