La enfermedad, sin embargo, no parece haber sido tan severa como se pronosticó.

Los estudios más recientes sugieren que en el hemisferio norte, donde según la OMS la infección ha alcanzado ya su punto álgido, han ocurrido 26 muertes por cada 100.000 casos de la enfermedad.

Esto refleja, dicen los expertos, que el virus H1N1 es mucho menos letal de lo que inicialmente se temió.

La infección del virus H1N1 comenzó en México en abril y frente al patógeno desconocido las autoridades sanitarias de todo el mundo llevaron a cabo esfuerzos frenéticos para detener su propagación.

El virus se extendió, primero a Estados Unidos y Canadá y después a Europa, y en ambas regiones se establecieron estrategias de salud que nunca antes se habían implementado.

Se aisló a los pacientes contagiados, se lanzaron campañas sanitarias multimillonarias, se aceleró la producción de antivirales y los medios de comunicación lanzaban boletines diarios con las cifras de muertes y contagios.

LO PEOR
Los expertos temieron entonces que las personas más vulnerables, como ancianos, niños, o aquéllos con sistemas inmunes comprometidos, podrían sucumbir ante la nueva enfermedad.

Se cerraron escuelas, se pidió a las personas con síntomas de gripe que se mantuvieran en sus casas, y todos nos preguntábamos cuándo caeríamos enfermos.

Mientras se esperaba "lo peor" en el hemisferio norte, los países del hemisferio sur seguían de cerca la actividad del virus mientras establecían sus propias estrategias para enfrentar sus propia temporada de influenza.

Y aunque la propagación de la enfermedad llegó a extenderse ampliamente en esta región, nunca logró una transmisión comunitaria sostenida.

En agosto de 2009 el principal asesor médico del gobierno del Reino Unido, Liam Donaldson, declaró a la BBC que "estos virus tienen un elemento desconocido y son muy impredecibles. Tienden a alejarse y regresar".

"Si observamos la situación en el hemisferio sur, vemos que en México el virus ya llegó a su punto álgido, pero en Sudamérica, como Argentina, se han duplicado las muertes en las últimas dos semanas".

"Esto refleja que no podemos ser complacientes con este patógeno, necesitamos seguir planeando estrategias y estar preparados para lo que pueda ocurrir en el otoño", declaró el funcionario.

Pero el otoño llegó al hemisferio norte y la pandemia pasó casi desapercibida.

Estados Unidos, Canadá y varios países europeos lanzaron extensas campañas de vacunación para proteger a sus poblaciones del contagio.

Y a pesar de que seguían ocurriendo casos de la enfermedad, en diciembre Liam Donaldson aceptó que el virus H1N1 era menos letal de lo que se temía.

"Atacamos este virus de forma muy dura y quizás por esto hemos visto un número menor de muertes por influenza que en el pasado" declaró el funcionario.

NO TAN GRAVE
En su último boletín del 30 de diciembre de 2009, la OMS informa que el número total de muertes por gripe porcina en todo el mundo es de 12.220.

Esta cifra, dicen los expertos, es mínima comparada con entre 250.000 y 500.000 personas que mueren anualmente a causa de la gripe estacional.

Y aunque la gripe porcina llegó para quedarse, es claro que no es una enfermedad tan grave como se temía.

Tal como dijo a BBC Ciencia el doctor Amadeo Esposto, jefe de infectología del Hospital San Martín, en Argentina, "las precauciones que se tomaron parecerían, ahora, exageradas ante los resultados".

"Y aunque al inicio fue muy difícil establecer un equilibrio, mi opinión es que ésta fue una epidemia sin la agresividad que se suponía. Fue una epidemia relativamente benigna ante las expectativas que se tenían", señala el experto.

Agrega que "aunque fue una enfermedad peculiar, porque afectó a grupos que no se consideraban vulnerables, como los jóvenes, su mortalidad estuvo claramente por debajo de las expectativas que se suponía".

Y ¿qué podemos esperar en el 2010? ¿Volverá la gripe porcina?

Según el doctor Esposto "los informes que tenemos es que esta cepa gripal ha desplazado casi en su totalidad a la cepa estacional que estaba circulando anteriormente".

"Esto hace suponer que la nueva cepa va a tener preponderancia y seguramente empezará, como la otra, a modificar sus estructuras antigénicas anualmente y lo que habrá que hacer es acomodar la nueva vacuna a esos cambios", expresa el experto.