Aprovechó mientras los guardias salían a almorzar para hablar con la prensa. Por primera vez, la esposa del Nobel de la Paz chino 2010, Liu Xiaobo, burlaba el silencio impuesto por las autoridades para decir que los 26 meses de detención domiciliaria de su esposo habían sido

Xiaobo agregó que los últimos dos años para su familia habían sido lo opuesto "a la festiva respuesta ofrecida" de China al Nobel de Literatura 2012, ganado por Mo Yan. En ese momento, en Estocolmo, Yan daba su discurso ante la Academia Sueca y se negaba a responder por qué no había firmado una carta apoyando la liberación de Xiaobo. "Para un escritor, la mejor manera de hablar es la escritura", decía.

Como pocas veces en los últimos años, la controversia política ha ensombrecido al Nobel de Literatura 2012. Acostumbrada a premiar a víctimas de la represión o a intelectuales promotores de la libertad, este año la Academia Sueca falló a favor de un autor ligado a las altas cúpulas de poder del tan cuestionado régimen chino: ayer, Mo Yan recogió el galardón en Suecia no sólo como el popular narrador de las tensiones sociales de la de la China de los últimos 50 años, sino también como un autor oficialista, hoy vicepresidente de la Asociación de Escritores Chinos.

Todo está en la obra
Las críticas contra Yan llegaron a su clímax durante el fin de semana. Mientras el escritor enfrentaba con evasivas las preguntas políticas de la prensa en Estocolmo, otros intelectuales disparaban. Como "una catástrofe", calificó la Nobel Herta Müller el galardón. El artista chino Ai Weiwei lo definió como "vergonzoso" y aseguró: "Nuestros escritores viven hoy en la desesperación de no tener libertad. Yan se ha adaptado a la censura".

También se sumó a la discusión el director de Pen Club de Hong Kong, Patrick Poon, que sostuvo que Yan reflejaba la "triste realidad de los escritores chinos: no pueden tener conciencia si quieren tener éxito". Y agregó: "Ganaría respeto como escritor íntegro si dejara su puesto y al menos instara al gobierno a dejar en libertad a otros escritores".

En su discurso, el autor de Grandes pechos, amplias caderas habló de su infancia pobre, su madre y el cuentacuentos que lo marcó de niño. Sobre la polémica política pidió remitirse a sus libros: "Todo lo que tengo que decir lo escribo en mis obras. Las palabras que salen de la boca se dispersan con el viento. Las que nacen de la pluma nunca se borran. Espero que lean mis obras".

Más que paños fríos, el presidente del Comité Nobel de Literatura, Per Wästberg, ayer defendió el galardón. "Nunca se concede por razones políticas, aunque casi siempre tenga efectos políticos", dijo, y agregó: "No le dimos el premio a Llosa por criticar la dictadura en Perú, ni tampoco a Pamuk por posicionarse contra el genocidio armenio".

Wästberg fue más lejos y sostuvo que la obra de Yan "es una revisión convincente y mordaz de cincuenta años de propaganda". Y siguió: "El autor conoce prácticamente todo lo que hay que conocer sobre el hambre y, probablemente, la brutalidad del siglo XX en China nunca ha sido descrita de una manera tan desnuda".

Hoy, disponible en librerías chilenas con títulos como Las baladas del ajo, Rana y La república del vino, entre otros, Yan efectivamente relata la historia íntima y rural de China post Revolución Cultural. "Mi vida y mis novelas son las dos caras de una misma moneda", dijo en su discurso, y recordó que su madre fue analfabeta; muchos días en su infancia pasó hambre y creyó ser un niño feo. En 1976 ingresó al Ejército y echó a andar la vida que lo llevó al Nobel: "Si no hubiera sido por los grandes progresos y el desarrollo de la sociedad china durante estos treinta años, por la apertura y la reforma, no existiría un escritor como yo", aseguró.