Corría 1966 y John Lennon acudió a la muestra de una comentada artista visual en la Galería Indica de Londres. Vio una escalera que llegaba hasta el techo, subió y con una lupa leyó un diminuto mensaje que simplemente decía "Yes". "Fue un gran alivio que no dijera 'No' o 'Jódete', o algo así. Yo estaba muy impresionado", contó el músico en su famosa entrevista a la revista Rolling Stone en 1970. Fue, artísticamente, un amor a primera vista.

La autora era Yoko Ono, una japonesa de familia millonaria que se había criado más enfocada en la cultura occidental que en la de su país natal. Con una obra experimental que comprendía filmes, dibujos, instalaciones y música, la que bebía tanto de artistas como Max Ernst y Marcel Duchamp, como también del arte pop y de las experiencias sonoras de John Cage, Ono ya era un nombre destacado dentro de la escena artística de Nueva York. Lennon diría que "ella no sabía quien era yo, sólo había oído de Ringo, porque creo que así se dice manzana en japonés". El flechazo fue igual. Ambos se divorciarían de sus respectivas parejas y comenzarían un intenso romance que acabaría en matrimonio en 1969 y que revolucionó toda una época.

Lennon necesitaba de una figura materna y de una luz artística que le mostrara algo más allá de la cómoda fama de ser un Beatle. Mientras, Yoko se convirtió en una figura odiada por los fans, quienes vieron que por culpa de su influencia el músico perdía todo interés en la banda, llevándola al quiebre definitivo. Así, la relación no sólo la convirtió en la "bruja mala" del rock, sino de paso también opacó su obra artística.

Hoy, tres días antes de cumplir 80 años, la retrospectiva que le dedica el Museo Schirn Kunsthalle de Frankfurt (Alemania) busca reposicionar a la artista más allá de sólo ser la excéntrica esposa de John Lennon, o de aquella que lanzaba guturales gritos en raras canciones y la que incomodaba al resto de los integrantes de The Beatles dando opiniones en las sesiones de grabación. La muestra, que la presenta como "una de las artistas más influyentes de las últimas décadas", contiene más de 200 piezas que van desde sus primeras instalaciones y performances a inicios de los años 60, pasando por sus filmes experimentales como Fly (1970), en donde en un plano cerrado se sigue a una mosca recorrer el cuerpo desnudo de una mujer, como una forma de enfrentar los tabúes de la época.

Pero también la compleja figura de Ono es recogida en la publicación Yoko Ono: Collector of skies, una biografía escrita por Nell Beram y Carolyn Boriss-Krimsky, que se levanta como la investigación más acuciosa de la vida de la artista. El libro retrata una infancia que "fue terriblemente solitaria, sin ningún amigo", como dice ella.

Yoko Ono nació 1933 en Tokio, fruto del matrimonio entre Eisuke Ono e Isoko Yasuda, ambos de aristocráticas familias en Japón. Su padre, un banquero, trabajaba en Estados Unidos cuando ella nació. Recién conoció a Yoko Ono cuando toda la familia se fue a vivir a California y ella tenía dos años. "No sintió felicidad al conocerlo", dice el libro. Al poco tiempo regresaron a Japón y Yoko hablaba inglés, sabía de pintura y música clásica. Su personalidad más liberal chocaba en Japón y fue discriminada en el colegio. Luego, la Segunda Guerra los golpeó fuerte y jugaba con su hermana, por ejemplo, a imaginar comidas. En ese tiempo escaseaban alimentos en Japón.

Forjó así una actitud introvertida, pero que explotaba artísticamente. Ya dio que hablar cuando en 1953, a los 20 años, fue la primera mujer en Japón en entrar a estudiar filosofía. Pero ese mismo año llegó a Nueva York. Germinaba el Arte Pop y Ono vería ahí el rumbo necesario para expresarse y destacar. Luego vendrían los 60, Londres, Lennon y la (buena o mala) leyenda.