Zalo Reyes (65) solicita un par de segundos de atención y su voz adquiere un acento mucho más elocuente: "Hay gente que piensa que yo estoy retirado y lo que pasa es que, escúchame esta parte porque es re importante: te lo juro por Dios, la Virgen María y por el niño Jesús que yo le digo no a la TV, y a mi hijo, que está encargado de mi carrera, también le digo que se niegue.

Hace años que no voy a programas. Ahora me llamaron del programa de la Diana Bolocco y les dije que no. Yo soy sincero, no sirvo para mentir, prefiero mandar todo a la mierda. ¿De qué voy a hablar yo con la Bolocco? No me interesa, lo único que uno quiere es cantar y para eso ya estoy lleno de trabajo en otros lados".

Es cierto. El intérprete -protagonista en los 80 de uno de los más estremecedores fenómenos de éxito de la cultura popular chilena-, sobrevive desde hace décadas en una escena casi anónima para los grandes medios, desperdigada entre casinos, peñas, festivales comunales, fiestas para la tercera edad y teatros. Un presente que hoy buscará su gran noche en Espacio Belloni, recinto enclavado en pleno barrio Bellavista (entradas en atrapalo.cl) y hasta donde llegará con un concierto de gala que pretende mostrarlo en su dimensión más óptima, luego de una década batallando contra las secuelas de una parálisis facial y de una diabetes que lo obligó a amputarse el pie izquierdo.

"Estoy muy bien en cuanto a salud, ya pasó lo más fuerte. Yo tomaba insulina y de repente dije 'no tomó más, se acabó'. Y no tomé más, la cambié por una pastilla que es re común y que se llama metformina. Así me mantengo bien. Porque la huevada que hace mal es el cigarro. Yo tuve una herida horrible en el pie por cinco años, grande, como una torreja de jamón. Y un día dejé de fumar y la herida se cerró al tiro. Yo fumaba tres cajetillas diarias, a veces prendía dos cigarros a la vez. Y un día me levanté y dije '¡no fumo más!'. Eso fue hace casi un año, ahí me di cuenta que el cigarrillo es penca. Ya estoy bien de la cara, ya no la tengo chueca. Y también me siento bien de los pulmones, tengo la voz de un viejo de 65, pero es la edad que tengo, ¿qué querís que la haga?", relata Reyes, vía teléfono -la única vía en que hoy da entrevistas- y antes de vocalizar un par de "la la la" para probar que su garganta aún cumple.

Porque, pese a sus tormentos personales, su retorno a escenarios más convocantes coincide con una temporada en donde la tradición romántica perpetuada como "música cebolla" ha disfrutado de una suerte de segunda vida, gracias a libros como Llora, corazón, de Marisol García, o a los ejercicios de remodelación del género impulsados por Mon Laferte o Los Vásquez, que precisamente han bautizado su propuesta como "pop cebolla". Pero el rescate de las nuevas generaciones ha funcionado como telón de fondo de un salvataje mucho más privado: tras años en que encarnó los pecados y los excesos de la bohemia capitalina, Reyes hoy se define como un hombre apacible, refugiado en su familia, que no usa celular y que sólo sale de su casa de toda la vida en Conchalí para cantar cosas como "Tú, prisionera de mi corazón/ vivirás cien años este amor/Atada a mis besos/ diciendo te quiero".

"Ahora agarré la de ir a todos los shows con mi señora, ¡imagínate! Después aprovechamos, pasamos a comer algo rico y no importa que lleguemos a las cuatro de la mañana, porque hacemos lo que queremos. Es amor verdadero el que estoy viviendo. Y el amor verdadero no es sexo, es estar con la compañera feliz".

¿Se arrepiente de haber retomado tan tarde esta rutina familiar?

No, así se ha dado, por algo Dios permitió que me amputaran, porque la cojera me hace andar más lento. Y yo ahora necesito no tener tanta velocidad, porque con el éxito que tengo aparece mucha gente falsa que se aprovecha. Ya no estoy para eso, se acabó mi hueveo. Ahora canto, pesco la platita y espero la siguiente oportunidad. Estoy dedicado a mis nietos, a ver buenas películas, a escribir, a hacer arreglos musicales. Mañana (hoy) mi nieto va a abrir mi show en Belloni. Me preocupo mucho por eso, porque en la tele me faltaron el respeto. Un domingo estaba con mis nietos y un gallo aparece hablando de mí, y de drogas y de todas esas leseras. La TV yo no la quiero, sólo me molesta.

¿De qué escribe?

Canciones. Tengo como 100. De amor y de otras cosas. Pero te digo algo: lo que ando haciendo es agradecer. A los 65 años es una buena edad para un final perfecto. Voy a distintos lugares a dar las gracias, porque nunca me pifiaron, siempre me apoyaron.

¿Cuál sería su final perfecto?

Quedarme dormido un día. No quiero sufrir. Quiero estar con mi señora, que ha sido muy importante en mi carrera y en mi vida.

¿Le teme a la muerte?

No, lo que sí quiero es un poquito más. No quiero vivir 90 ni 100. Vivir hasta los 80 hubiera sido ideal, pero yo creo que ya no va a ser.

¿Por qué?

Me siento débil, es natural, son 65 años muy trasnochados. Pero ahora duermo mucho. Me acuesto a la una de la mañana y me levanto a las 12. Soy amante de mi familia, ya no tengo ni amigos, apenas unos cuatro, pero son de verdad.

Pese al giro en su cotidianidad, hay algo que no cambia: Zalo Reyes sigue siendo un nombre reconocible por un porcentaje mayoritario del país. De hecho, el alcalde de Conchalí, René de la Vega, anunció que en 2018 inaugurará en la comuna una calle con el nombre del artista.

¿Existe otro artista que haya ocupado su espacio?

No lo sé, ha habido algunos que lo han rozado un poco, como Santos Chávez. Lo que pasa es que yo tuve mucha suerte en aparecer todos los días en el Festival de la Una, en tiempos en que no había redes sociales. La mejor fecha para mí fue el año 82 o 83, estaba la cagada en Chile, no había trabajo. (Los militares) pararon el Festival de la Una y todas esas cuestiones, a mí me hizo mucho daño el gobierno de Pinochet. A mi mamá una vez le pegaron un puntapié en la fila de la parafina. Entonces el gobierno fue una molestia. Yo fui un bálsamo para la pena y para la gente que se sentía mal, el único artista que no participó ni en la franja del Sí ni en la del No.

¿Le gustan hoy artistas como Mon Laferte o Los Vásquez?

Me gustan, porque tienen canciones románticas y sencillas. Aunque las canciones hoy de los jóvenes son más atrevidas. Leo Rey por ejemplo cuando dice "te voy a hacer el amor/ hasta que no respires". ¡Imagínate po'! O sea, ¿la va a matar? La verdad, yo soy tan Zalo Reyes que no me gusta nadie. Me gusta sólo Zalo Reyes. Soy admirador de él, porque cuando él lo hace bien, a mí no me falta nada.