Pocos motivos para sonreír han tenido durante las últimas semanas los habitantes de la Tercera Región y de Diego de Almagro, en particular. La ciudad que hasta la década del 70 se conoció como Pueblo Hundido fue una de las zonas más castigadas por los aluviones de marzo, con incontables damnificados y decenas de fallecidos y desaparecidos. Por eso, el fútbol se ha convertido en una suerte de inesperado impulso para las esperanzas colectivas gracias a la vibrante coronación de Cobresal como campeón del Clausura.
A eso, ayer se sumó un motivo especial: la presencia de Iván Zamorano en Diego de Almagro, junto al plantel de Cobresal, su viejo equipo. El delantero arribó a la zona como parte del esfuerzo para apoyar una reconstrucción que se anticipa tan difícil como prolongada. En diálogo con La Tercera, analizó estas situaciones y también dejó ver algunos de sus proyectos más queridos.
¿Qué siente al ser recibido casi con tanto o más entusiasmo que el plantel de Cobresal?
La verdad es que me siento como si no me hubiera ido nunca de acá. El cariño, el afecto, el respeto y la admiración están absolutamente intactos. Me dio mucha alegría poder venir. Hace rato que veníamos planificando esto con el Desafío Levantemos Chile. Hace un mes habíamos concluido que sería bueno venir en esta fecha y, mira, justamente se dio la coincidencia de que Cobresal fue campeón ayer. Igualmente hay un choque de sensaciones, de sentimientos. Primeramente, mucha tristeza, porque la naturaleza fue muy dura en Diego de Almagro, Chañaral, Copiapó; y después, vivir la alegría inmensa de que los muchachos de Cobresal, su plantel, su cuerpo técnico, hayan entregado esta maravillosa circunstancia de darle un título a toda la gente del Norte. Me reencontré con mucha gente que, en la etapa en que yo me estaba iniciando en el fútbol, estaba también comenzando con sus casas, con sus negocios. Y de verdad fue muy duro para mí ver todo eso destruido. La naturaleza, sin embargo, puede destruir casas, las cosas materiales, pero el corazón y los sueños no los destruye. Por eso vi a la gente de Diego de Almagro con muchas ganas, con mucha fuerza y hay que seguir luchando, entregando el máximo para poder salir de esta situación.
Además, revivir historias como la de la tía Nona, que nos contó hace un rato...
La tía Nona llegó a Diego de Almagro con su Cobresalito en 1984 y yo me vine para acá en 1985. Y mira , ahora vuelvo y a la primera persona que me encuentro al bajar de la van es a la tía Nona. Fue una emoción muy grande, se me puso un nudo en el corazón, una emoción muy, muy fuerte. Ver a la tía Nona con su casa totalmente destruida fue...
¿Ella trabajaba ahí en su casa?
Sí, tenía un negocio de abarrotes, Cobresalito, y ver todo destruido... uff, pero ver a la tía Nona intacta, en lo humano, en su capacidad de esfuerzo, de su mucha fe... Le transmitimos un sentimiento de esperanza muy alto. Estamos convencidos de que esa gente saldrá adelante.
¿Vio muy cambiado El Salvador luego de nueve años sin visitarlo?
Sí, muy cambiado; como todo en la vida, cambia. Creo que tiene que ver con lo que hoy significa el campamento minero. Cuando yo estaba acá, vivían 18 mil personas, y hoy hay siete mil, creo. Las ciudades, las cosas y la gente van cambiando, pero el sentimiento del minero, del esfuerzo, de la perseverancia, del compañerismo, del trabajo en equipo, se traspasó totalmente al club, al equipo, que ha podido construir una gran familia, con un objetivo, con metas claras, a base de trabajo y profesionalismo... Así fue como construyeron el camino para ser campeones.
Manuel Rodríguez decía, hace unos días, que este Cobresal tiene mucho mérito, porque este equipo era más humilde que aquel que formaban ustedes con Salgado, Martínez... ¿Cómo lo ve usted?
Sí, lo que ha hecho Cobresal tiene mucho mérito desde la llegada de Giovagnoli. Él es un tipo serio, profesional, que ha formado un plantel con pocos medios, pero con jugadores que venían con muchos sueños de buscar una segunda o tercera oportunidad. Eso hizo que Cobresal se transformara en un rival difícil, de muchos sueños. Además tuvieron que irse de la ciudad para seguir en otros lugares de Chile; te sacaron de tu esencia, que es el campamento minero. Es un equipo formado a costa de todo y de todos.
En relación con los otros equipos en que militó, ¿qué lugar ocupa Cobresal?
Cobresal viene siendo mi alma mater, que vio nacer en el fútbol, me dio la posibilidad de desarrollarme, de crecer como ser humano, como persona. Estaré toda mi vida agradecido de esta institución.
¿El bajo nivel de los clubes grandes fue determinante en gran campaña de Cobresal?
Cobresal le ganó a la Católica, a Colo Colo y estuvo a punto de vencer a la U. Con un equipo de muchos hombres y no de nombres dio un gran ejemplo de cómo formar un grupo humano para alcanzar metas importantes. Así es que felicitaciones y chapeau a Cobresal.
En lo personal, ¿termina el curso de entrenador en junio?
Lo terminó a fines de mayo.
¿Y cuándo lo veremos sentado en el banquillo de un equipo?
En algún momento, no sé. Yo tengo muchos nuevos desafíos, tengo muchos emprendimientos... Quiero seguir creciendo tanto profesional como humanamente. En ese sentido, en algún momento de mi vida me sentaré en algún banquillo de un equipo que tendrá muchos sueños, mucha motivación y poder construir lo que uno quiere, con trabajo, con esfuerzo, con perseverancia... reflejando un poco lo que ha sido mi vida. Eso, hasta conseguir cosas importantes.
Dados sus contactos en el fútbol, ¿se ha planteado comenzar como ayudante de algún técnico?
No, pero sí el día de mañana habrá una instancia en que tendré la posibilidad de conocer un poco más cómo trabajan amigos míos que están entrenando o grandes entrenadores que son la esencia misma de lo que quiero hacer el día de mañana.
¿Se ve dirigiendo a Colo Colo?
No me he puesto a pensar en qué equipos quiero dirigir. Lo primero que quiero hacer es terminar el curso y comenzar a construir ladrillo a ladrillo mi sueño de lo que es ser técnico. Lo que más amo es estar cerca de una cancha de fútbol y después veremos si es Cobresal, Colo Colo, la Selección o en el extranjero.
¿Se identifica con algún técnico en particular?
Me identifico mucho con una mezcla entre Simeone, Guardiola, Vicente Cantatore, Valdano... Es decir, una mezcla entre todos los entrenadores que admiro y sacar también un tema persona, para decir que de alguna manera los equipos tienen una dinámica, un estilo propio de jugar.
¿Cuáles han sido sus influencias?
Gracias a Dios fui un jugador que siempre aprendí de todos los entrenadores, desde mi etapa de cadete, partiendo por Reinaldo Hoffmann, Juanito Zárate y Manuel Rodríguez, por supuesto. Y luego técnicos que me marcaron, que me hicieron mejor jugador, como Cantatore, Benito Floro, Jorge Valdano, Simoni e inclusive la garra y el coraje de Nelson Acosta. Uno intenta sacar lo mejor, rescatar las fortalezas de cada uno y formarse su propio estilo, su propio pensamiento y diseño futbolístico.
¿Tiene algunos enemigos?
No sé si tengo enemigos, pero como en todas partes del mundo uno tiene detractores, gente que te quiere y gente que no. Uno lo tiene súper asumido.
Se le atribuye excesivo afán de figuración.
No vale ni comentar ese tipo de situaciones. Hay de todo en la viña del señor y no gastaré ni un segundo de saliva en eso. Yo nací en La Legua, un barrio en donde, hasta el día de hoy, están muy estigmatizados con la droga, con el alcoholismo, con la delincuencia, pero hay gente que ha salido adelante, que ha cumplido sus sueños. Y el mensaje que uno debe entregar es que en la vida no hay imposibles y mi vida ha sido así. He tenido que construirme el camino solo, saltar vallas. Por eso, los detractores o los enemigos pasan a segundo plano cuando tú tienes las cosas claras.