Más de 20.000 indígenas mayas del grupo rebelde Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que se alzó en armas en 1994, realizaron hoy una marcha silenciosa en por lo menos cinco municipios del sureño estado mexicano de Chiapas para refrendar su vigencia.

No hubo arengas, consignas, muros pintados, pancartas o discursos en la movilización, que coincidió con la fecha del fin de ciclo en el calendario maya y se realizó en la víspera del 15 aniversario de la matanza de 45 indígenas en Acteal. 

En las marchas estuvo ausente el "subcomandante Marcos", principal estratega y portavoz del EZLN, que fue visto por última vez en público hace cuatro años y de quien se rumorea desde hace tiempo que tiene problemas de salud.

El único mensaje de los miles de indígenas de las etnias tzotsil, tzeltal, tojolabal y choles con pasamontañas fue su presencia caminando bajo una pertinaz lluvia por las calles de las ciudades de Palenque, Las Margaritas, Ocosingo, Altamirano y San Cristóbal de Las Casas. 

Los indígenas portaron adelante la bandera de México y la insignia de cinco estrellas con las siglas del EZLN. La movilización se interpretó como una muestra de presencia para el nuevo gobierno de México, encabezado por Enrique Peña Nieto, a 19 años del inicio de la lucha armada.

El EZLN se sublevó el 1 de enero de 1994 y declaró la guerra al estado mexicano por la condición de marginalidad, pobreza extrema e injusticia de los indígenas.

Entonces estaba en el poder el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó México de 1929 a 2000 de manera ininterrumpida y al que pertenece Peña Nieto.

A pesar de un proceso de diálogo después del levantamiento armado, el gobierno se negó a cumplir los primeros acuerdos signados en San Andrés Larráinzar en 1996.

Desde las primeras horas de este viernes y de manera simultánea, los más de 20.000 rebeldes zapatistas comenzaron a concentrarse en la periferia de los cinco municipios para luego marchar en completo silencio por las calles encharcadas hasta llegar a las respectivas plazas públicas y mostrar que el EZLN está vivo.

Fue una movilización en la que los únicos ruidos que se podían escuchar con claridad fueron el golpeteo sobre las calles llenas de agua de las botas de hule, las sandalias y los pies descalzos de los indígenas, que se resisten a claudicar en su lucha por alcanzar mejores condiciones de vida para los pueblos indios de Chiapas y de México. 

Sin importar la lluvia constante, hombres y mujeres con los rostros cubiertos con clásicos pasamontañas y paliacates caminaron por las calles de la colonial ciudad de San Cristóbal, misma que tomaron como su principal tribuna en 1994.

Cientos de humildes mujeres ataviadas con sus coloridos atuendos avanzaron por las calles con el brazo izquierdo a todo lo alto, mientras que con la otra mano sostenían a sus pequeños hijos que al mismo tiempo amamantaban.

Gran parte del contingente de zapatistas que participaron en esta marcha silenciosa fueron hombres y mujeres jóvenes, que en 1994 eran apenas unos niños.

Ante el temor de que los rebeldes zapatistas realizaran actos de violencia a su paso, decenas de comercios cerraron.

Los únicos momentos en que el silencio se rompió fue a su llegada a la Plaza de La Catedral, cuando cientos de turistas nacionales y extranjeros los recibieron con hurras y aplausos, y cuando el enorme contingente tomó de nuevo las calles de la ciudad para retornar a sus comunidades de origen.

En algún momento de la marcha la alerta se encendió ya que corrió la información de que en el municipio indígena de Oxchuc, a 40 kilómetros al este de San Cristóbal, se había producido una fuerte explosión, que en primera instancia algunos relacionaron con la movilización de los zapatistas.

Fuentes gubernamentales indicaron que en efecto se registró una explosión en ese municipio con importante presencia del EZLN, pero que se debió a fuegos pirotécnicos, con el saldo extraoficial de un muerto.