Como Elvis en los 60, cuando envió a su Cadillac de gira por el mundo, impedido de hacerlo él mismo ante los problemas migratorios de su mánager. O The Beatles montando Sgt. Pepper bajo la idea de un espectáculo en vivo, precisamente para que el álbum cumpliera la función de los tours.
"Es fantástico una gira donde no tengas que ir vos a todos los shows. Mandar de gira a otros. A todos estos chicos que son grandes artistas y que tienen 20 años. No se nos va a complicar tanto la vida, como era el trabajo con Soda", dice Zeta Bosio, fundador del trío, sentado en un hotel del centro bonaerense, en plena vorágine de todo lo que ha significado ese proyecto donde el conjunto ha vuelto a la ruta, como si fuera una réplica de esas travesías ochenteras que remecían al continente. Aunque esta vez sin sus integrantes.
Se trata de Séptimo día, el proyecto de la compañía canadiense Cirque du Soleil inspirado en la historia y la música de Soda Stereo, con 87 presentaciones ya cumplidas en Argentina y 20 fechas para el Movistar Arena de Santiago, las que empiezan el miércoles 19 de julio. Luego siguen Colombia y México. Hasta ahora, el show ya ha despachado 750 mil entradas en toda la región: aunque bajo otro cuerpo, algo de la antigua Sodamanía ha vuelto entre nosotros.
"Los tiempos cambiaron y antes las cosas se daban de otra manera, las comunicaciones eran distintas. No sé si Soda hubiese podido sobrevivir a este mundo con tantas redes sociales, éramos medios fóbicos a la exposición y a la fama, no fuimos de esas bandas que se muestran todo el tiempo. Hoy no existe claramente nadie que haya ocupado nuestro lugar. Me animaría a decir que hay otros lugares, pero en el de Soda no hay nadie", reafirma.
Pero si ningún otro conjunto ha ocupado el espacio dejado por los argentinos, es el propio público quien adquiere ese rol en Séptimo día. Y el asunto es literal: en la obertura del espectáculo, una voz en off advierte que los tres músicos siempre formaron un triángulo en el escenario, en el que jamás nadie se entrometió. "Por primera vez van a dejar que alguien entre", remata la locución, como una manera de invitar a los espectadores a adentrarse en la historia más íntima del grupo.
A partir de ahí salta el festín de acróbatas, trapecistas y actores que tejen un relato centrado en un escenario que semeja la corteza de un planeta y con una sucesión de cuadros escénicos musicalizados por los himnos de la agrupación, aunque con una particularidad: una parte mayoritaria de la audiencia está en la cancha, como si fuera un encuentro rockero más que una obra musical, lo que nunca antes había sucedido en el Cirque.
Bosio sigue: "Con mucho respeto pudimos hacer algunas intervenciones y sugerencias que ellos las entendieron completamente. Les transmitimos que era importante que la gente pudiera participar, tal como en nuestros conciertos. Desde cancha está la adrenalina de sentirse dentro de la bestia, dentro de la ballena".
La faena del colectivo junto a Bosio, Charly Alberti y la familia del fallecido Gustavo Cerati empezó en 2013, cuando los norteamericanos aprobaron su primer montaje dedicado a músicos fuera del circuito anglo, luego de Elvis Presley, The Beatles y Michael Jackson. "Después de lo que pasó con Gustavo, quedamos muy golpeados. La sensación era que nunca más íbamos a poder hacer nada. Cuando surgió esta idea, él aún estaba convaleciente, y teníamos la fe de que podía hasta estar en el estreno, si Dios nos ayudaba. Las cosas no fueron así, el proceso tuvo todo ese sabor a tragedia que tiene esta historia".
Más que distanciarse de la presencia invisible de Cerati, sus ex camaradas hicieron el trayecto inverso: trabajar bajo los métodos y en los sitios en que lo hubiesen hecho con su líder. Por ejemplo, ambos debieron escoger los temas presentes en la trama, para editarlos y transformarlos, con versiones remozadas que se escuchan a lo largo de la presentación. Una cirugía que ejecutaron en los estudios Unísono, propiedad de Cerati y cerrados desde su accidente cerebrovascular de 2010.
"Lo volvimos a abrir, con un olor a humedad terrible. Pusimos las máquinas en funcionamiento y escucharlo cantar ahí adentro era como verlo. (Con Alberti) recuperamos mucho de nuestra amistad, de esas saturaciones que a veces se dan, porque no nos llamábamos todo el tiempo. Hubo mucha nostalgia, aunque un trabajo de edición de canciones difícil. Jamás hubiera permitido que otras personas lo hubieran hecho", sentencia.
En paralelo, Cirque du Soleil desplegaba un focus group regional -Santiago incluido- para cuantificar qué tan popular seguía siendo Soda. Las conclusiones fueron lógicas: "Fue investigación de mercado y toda la familia, desde los más chicos a los más grandes, se acordaban. El Cirque tenía claramente un público más segmentado, de la clase alta. Era algo que suponíamos, pero nunca lo había visto escrito en un cuadro de excel. Nosotros hacíamos todo más intuitivo, desde el amor, pero aquí vimos que amor y negocios no son incompatibles". De alguna manera, fue la filosofía que a partir de ahí guió Séptimo día: la iniciativa con que Soda Stereo ha vuelto a dominar Latinoamérica.