Entre septiembre y noviembre de este año, la temperatura promedio en Santiago alcanzó los 25,5 ºC, un récord para el período, que incluyó una máxima de 34,8 ºC el 29 de noviembre.

No fue la única ciudad en que la primavera resultó ser la más cálida en más de medio siglo. Entre La Serena y Punta Arenas también se registraron temperaturas promedio récord, que no se producían entre 55 y 57 años, y aún algunos días antes de que termine la actual estación, la semana pasada volvieron las temperaturas extremas (ver nota secundaria).

El meteorólogo José Vicencio, del Departamento de Meteorología Agrícola de la Dirección Meteorológica de Chile (DMC), indica que, en general, el fenómeno se explica por las altas presiones en el Pacífico Sur y sobre el continente, que, en vez de moverse, parecen quedar estancadas sobre el país. "Eso genera, por ejemplo, varios días sin precipitaciones y provoca aumento de temperatura. Está mucho más relacionado con eso que con el fenómeno de El Niño, porque estamos en condición neutral. Pero es una hipótesis, no sabemos si fue eso en particular o no", señala.

Patricio González, investigador en agroclimatología del Programa de Cambio Climático de la U. de Talca, señala que, de acuerdo a los estudios realizados en la institución, desde el año 1900 las temperaturas máximas han aumentado casi 25%, sobre todo desde principios de este siglo. "Las máximas sobre 33 ºC, son más que lo que había en los años 40, 50 o 60. Las olas de calor han tenido un aumento sustancial desde el año 2000 en el Maule y, en general, en la zona central de Chile", dice.

Esto tiene impacto en las cosechas, que se han adelantado. "En nuestro caso, de 10 a 15 días", dice Alberto Siegel, gerente general de viña Siegel, ubicada en el valle de Colchagua. Es lo necesario para lograr vinos más frescos.

En el Maule, agrega Patricio González, también se han adelantado las cosechas frutícolas y vitivinícolas en casi 15 días. "Eso está haciendo pensar, desde el punto de vista fenológico (que estudia los fenómenos biológicos que se presentan según la estación o el clima), que la primavera se está acortando, está alcanzando a tener un mes y medio, desde septiembre a mediados de octubre, luego es prácticamente verano", indica.

Una primavera más cálida -y un año más cálido en general- acelera todos los procesos en las plantas, dice Fernando Santibáñez, director del Centro de Agricultura y Medio Ambiente de la U. Chile. "La maduración, la transpiración, el agua que usan. El desarrollo de las plantas, al ocurrir todo más rápido, finalmente reduce el rendimiento", sostiene.

Las temperaturas altas para las plantas, al igual que para los animales, son incómodas. Según Santibáñez, estas tienen tolerancia hasta 30 a 32 ºC, pero sobre eso entran en fase de estrés, que las hace menos productivas, crecen menos y es probable que tengan menos rendimiento. Cerezas, arándanos y kiwis son los menos tolerantes, seguidos de manzanas y peras. "El golpe de sol, que se da entre las 16 y 18 horas, cuando la temperatura llega a su máxima intensidad, provoca la mancha negra en manzanas y peras, que inmediatamente las deja fuera del mercado internacional", dice González.

"No solo es un problema de producción, también de calidad de la fruta, porque si se ha desarrollado con temperaturas muy altas, queda defectuosa internamente, su desarrollo es incompleto, resiste mal la postcosecha, tiende a ablandarse en pocos días y llega mal a destino, madura. Este año vamos a tener ese problema y habrá más descarte", agrega Santibáñez.

También impacta en los trabajadores expuestos a altos niveles de radiación ultravioleta y, en el futuro, puede ser peor, dice González. "Las temperaturas en verano alcanzarán casi los 38 ºC a la sombra, y 40 ºC al sol, impactando en la salud, con los golpes de calor, sobre todo a infantes y tercera edad. Se ha probado que las altas temperaturas (sobre 38 ºC) pueden ser fatales para personas con problemas cardiovasculares o de presión arterial", enfatiza.