El peumo es un siempreverde, de las Lauraceae, nativo del bosque de la zona centro sur y uno de los anónimos damnificados de los últimos incendios forestales que asolaron el país el verano.
Alcanza los 25 metros de altura, aunque dependiendo el clima, puede crecer como arbusto. Es endémico (sólo habita esta zona), y entre sus virtudes está su veloz crecimiento aun en condiciones desfavorables. Es una de las varias especies que a sólo tres semanas de los incendios, ya ha vuelto a germinar en la zona, según un estudio de la U. de Concepción liderado por Eduardo Peña Fernández, ingeniero forestal, especialista en ecología del fuego y académico de la facultad de Ciencias Forestales.
Según la investigación, los ecosistemas de la zona de Constitución, Santa Olga y Cauquenes presentan las primeras evidencias de recuperación natural, es decir, el rebrote postincendio de hierbas y arbustos. En el caso de los árboles, sólo el eucaliputs (Eucalyptus globulus) mostraba rebrotes.
Esta rápida respuesta, dice la investigación, se explica porque estos incendios, como son guiados por el viento, pasan muy rápido por la zona afectada (menos de 10 minutos, salvo que existiera combustible grueso acumulado) y el calor generado se disipa a la atmósfera sin incrementar significativamente la temperatura del suelo.
En pocos casos la temperatura sobrepasó 1 cm de profundidad del suelo (donde se encuentran las semillas de las hierbas y de los arbustos, llamada "banco de semillas del suelo") y superó la "temperatura letal" (entre 60 a 100°C) que es la que hace que estas semillas se dañen. Lo mismo ocurrió con las que se encuentran en la base de los troncos que tienen una corteza mayor a 1 cm de espesor, suficiente para resistir un fuego rápido, o en el caso de las raíces, que se localizan en profundidad, donde el suelo no se calienta.
Capacidad natural
El segundo factor de esta rápida respuesta de regeneración es la capacidad natural de rebrote de la mayoría de los arbustos y árboles de los ecosistemas de la zona centro sur. "Estos incluyen, además del peumo, litre, boldo, culén y lenga", entre otros, dice Peña Fernández.
Esta respuesta de recuperación ya había sido observada en los incendios de San Fabián de Alico en 2010, en Quillón en 2013 y Torres del Paine en 2013 (aunque en este último caso, la recuperación es un poco más lenta, porque el período de crecimiento de las especies es más acotado). Por ello, dice Peña Fernández, esto hará que sólo sea necesario reforestar las zonas que sufrieron daños más severos.
Además, explica que si las primeras lluvias son de baja intensidad -como acaba de ocurrir en la zona de Concepción- se promoverá una rápida germinación de pastos, "que pueden dar una excelente cobertura del suelo y reducir significativamente el riesgo de sufrir erosión y favorecer la recuperación natural. Muchos ecosistemas se recuperarán de manera natural", afirma.
Eso sí, estima que para ver las zona tal como estaba antes de los incendios, pasarán unos cinco años.
Lo que no debe esperar, advierte, es la necesidad de responder a los dos mayores riesgos para los ecosistemas naturales: el riesgo de erosión en las zonas de suelos susceptibles y con alta pendiente y la amenaza del avance de especies introducidas que se comporten como invasoras. Dice que ambos problemas son la principal amenaza para los ecosistemas y son los primeros que se deben abordar. Por ejemplo, menciona el aromo, que es una especie dominante, y la que hay que erradicar manualmente, antes de un año.