18-0 e inercia política
Por Eugenio Rivera de Fundación Chile 21.
El 18-0 hizo trizas la complacencia predominante en el sistema político y, tras pocos días, la idea de la imposibilidad de sustituir la Constitución del 80. El acuerdo del 15-N canalizó la demanda ciudadana hacia el proceso constituyente. La conmoción duró poco en la derecha, que rápidamente volvió a atrincherarse en sus convicciones. Pese a la fortaleza fiscal del país, el gobierno retrasó largamente la aprobación de paquetes de ayuda a los afectados por la pandemia. Solo tras grandes presiones, se acordó un IFE de solo 100 mil pesos, ejecutado con una demora insensible a la emergencia, por los filtros propios de su focalización. No pasó mucho tiempo antes de que la ciudanía hablara de nuevo, e impusiera los dos retiros de fondos previsionales. Pese a esta clara manifestación de voluntad, la moderada reforma previsional propuesta por la oposición se estancó, por el pertinaz rechazo de la derecha a aceptar que los 6 puntos del aporte patronal fueran a un fondo colectivo.
La ciudadanía ya aprobó elaborar una nueva Constitución mediante una Convención Constitucional sin parlamentarios, evidenciando la radicalidad de la demanda transformadora en el país. Sin embargo, las propuestas programáticas llevan el sello de lo que Noam Titelman denomina el extremismo del centro. La retórica del amplio espectro político partidario, hasta ahora, es “mortalmente semejante”. Todo ello pese a que diversos investigadores insisten en llamar la atención sobre el “regreso del baile de los que sobran”, la imposibilidad de los egresados de la educación superior de alcanzar la situación de las clases medias y la “disconformidad subjetiva, un no poder hallarse a sí mismos en las reglas del juego que les hicieron jugar”, “nos invitaron a ser individuos y seguimos siendo masa”. (Manuel Canales). Kathya Araujo, por su parte, constata la transformación del malestar en rabia, la demanda de un nuevo trato, la exigencia de autonomía, la irritación frente a que el 1% capta el 30% del ingreso.
Así, una modificación menor del modelo de crecimiento no permitirá absorber a los nuevos profesionales. Pequeños ajustes no terminarán con la mediocridad del sistema universitario y la distribución estamental de las posiciones laborales. Un sistema previsional con las AFP y el lucro como columna vertebral no terminará con las malas pensiones. Vacilar, en vez de afirmar la necesidad de superar el neoliberalismo, será insuficiente para interpelar a una población desafectada del sistema político, que se ilusionó con el apruebo, pero que observa una retórica vacía. Una nueva Constitución que reafirme la insensibilidad e incapacidad del sistema político para dar respuesta a la ciudadanía, junto a un sistema partidario divorciado de la sociedad civil, potenciarán el descontento a un nivel insospechado e insostenible.
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