2019
Llega un año donde la incertidumbre global y local obligará a importantes definiciones políticas. En primer lugar, del gobierno, que tiene por delante el desafío de consolidar la recuperación económica y mejorar las siempre volubles expectativas; que deberá afrontar un escenario donde la polarización sigue abriéndose paso, a tono con tendencias que en la actualidad sacuden a casi todas las democracias occidentales; y que necesita además responder a un cuadro de deterioro institucional cuyas principales ramificaciones se han concentrado hasta ahora en Carabineros, pero que tiene alcances que van desde la Contraloría a TVN.
La oposición, por su parte, tiene este año el desafío vital de encontrar finalmente un cauce de convergencia, que le ayude a salir del estado de parálisis y fragmentación en que terminó luego del fracaso de la Nueva Mayoría. La existencia de tres oposiciones -DC, ex Nueva Mayoría y Frente Amplio, es la más fiel expresión del cambio de escenario impuesto por la consolidación de la alternancia en el poder, un cuadro que incentivó lógicas refundacionales que terminaron abriendo abismos insondables en la centroizquierda. Es cierto: la unidad es una condición esencial para afrontar con alguna posibilidad de éxito los imperativos electorales que vienen a partir de 2020, pero al menos hasta ahora, no se ve ningún elemento que permita anticipar un proyecto unitario, más allá de los beneficios naturales de volver al gobierno.
Aunque todavía menos visible, en la derecha también empieza a incubarse el germen de una nueva fractura, condicionada por un sector que busca articular posiciones que harán muy difícil la unidad con las sensibilidades liberales y de centro que hoy forman parte de Chile Vamos. La insólita reivindicación del "pinochetismo" surgida en las últimas semanas es, de algún modo, parte de este fenómeno y de esta tensión en ciernes, un proceso que también puede llevar a quiebres identitarios similares a los que hoy recorren a la centroizquierda. Para la derecha gobernante, el desafío que esta dinámica supone está asociado a los éxitos y niveles de respaldo a su gestión, a la capacidad de responder políticamente a esta amenaza en su margen más radical, lo que de forma paralela también implica tomar decisiones respecto a cómo seguir consolidando su avance y penetración en los sectores de centro.
En síntesis, este 2019 será un año donde los realineamientos que se observan en la política internacional tendrán una decisiva incidencia en el curso de los procesos internos. Así como no puede desligarse la irrupción de José Antonio Kast de lo que en el mundo actual representan los liderazgos de Trump y Bolsonaro, la crisis por la que atraviesan las izquierdas en distintas latitudes también será un factor determinante en los caminos que se abren y se cierran para la centroizquierda chilena.
De la misma forma en que ya es costumbre discutir sobre los efectos de economía internacional en los niveles de inversión y crecimiento internos, es probable que en 2019 hablemos con más intensidad del impacto que los cambios políticos a nivel global están teniendo en el reordenamiento del proceso político local.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.