2020: tres desafíos complejos

Manifestación en Santiago


Sin lugar a duda, este 2020 será un año complejo para Chile. No solamente por el convulsionado ambiente político, sino que también por el clima social que se ha desatado en los últimos meses. Frente a esta realidad, nuestro país y, en particular la centroderecha, tienen desafíos que son relevantes y que podrían determinar su futuro para los próximos años.

El primer desafío es volver a disputar el diagnóstico que se ha impuesto después del 18 de octubre. Este indica que la desigualdad es el mayor problema del país y que en los últimos 30 años los chilenos hemos sido víctimas de un sistema injusto. Cuestionar esas afirmaciones resulta crucial para empezar a proponer alternativas concretas y reales a los chilenos. Hay varios elementos que se podrían incorporar a la discusión, como, por ejemplo, las sucesivas trabas que se le fueron poniendo al modelo de desarrollo, la ineficiencia inaceptable del aparato estatal -notorio en temas como la salud y la educación que entrega el Estado-, y un amplio etcétera.

El segundo desafío es que las posibles soluciones que baraje la centroderecha deberían ir de la mano de esa disputa conceptual. Hoy se produce una esquizofrenia política cuando algunos se suben al carro del diagnóstico sobre desigualdad, pero parecieran olvidar que son las políticas de izquierda y no las suyas las que buscan combatir directamente ese problema. La agenda de la centroderecha tiene otros principios: la justicia, la libertad y la dignidad de las personas. Es por eso que resulta lógica la baja aprobación de algunas políticas cuando no buscan directamente resolver el problema que sus mismos promotores dicen querer solucionar. Lo anterior debe ir acompañado con un sentido social genuino, que conozca las urgencias que viven miles de compatriotas, y cuestionar el paternalismo clasista que lamentablemente muchas veces pulula en las élites.

El tercer desafío es que debemos hacer un esfuerzo mayor para recuperar la amistad cívica. Es verdad que, para un grupo de izquierda radical, incluso con representación parlamentaria, esta situación es inconcebible, pues consideran que los que piensan distinto a ellos son sus enemigos y no simplemente sus adversarios. Por eso es tan importante que las distintas fuerzas políticas hagan todo lo que sea posible para mantener la paz y la armonía social. De poco sirve torcer las instituciones al arbitrio propio para doblegar a los opositores políticos, como tampoco contribuye tolerar y justificar a los que utilizan la violencia como método de acción política. Chile y nuestra democracia deben defenderse de aquellas personas, para aislarlos democráticamente y enjuiciarlos penalmente. No sacamos nada con hacer llamados a la paz y a condenar la violencia, si no se usan las herramientas para limitar la acción de los violentos.

El 2020 es un año abierto, y de nosotros depende que debamos celebrar o lamentar en los próximos meses.


Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.