8 de marzo: un día para no celebrar ni olvidar

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Por Miriam Henríquez, decana de la Facultad de Derecho, Universidad Alberto Hurtado

El Día Internacional de la Mujer no es un día para celebrar. Es un día para reconocer, conmemorar, tomar conciencia y asumir compromisos colectivos.

Para reconocer que históricamente las mujeres han afrontado discriminación, violencia y opresión; y para conmemorar la lucha de tantas mujeres valientes que nos legaron una sociedad menos adversa y más equitativa, pero que dista de ser justa. También es un día para tomar conciencia de los retos que las mujeres -en su diversidad y complejidad- enfrentan.

Es un día para insistir en la urgencia de remontar las consecuencias adversas que ha dejado la pandemia. La crisis multidimensional que causó la pandemia supuso un retroceso de más de una década en los progresos logrados en materia de participación laboral de las mujeres. Es forzoso superar ese rezago. No para volver a la situación de los años previos, que no era óptima, sino para avanzar en las transformaciones indispensables que generen un desarrollo económico sostenible e inclusivo.

Es también un día para reconocer los obstáculos que enfrentan las mujeres en el mercado laboral, así como los sesgos de género presentes en ciertas profesiones y tareas; para tomar medidas para reducir la brecha salarial entre mujeres y hombres que realizan un mismo trabajo; y para poner en marcha un sistema nacional de cuidados basado en la corresponsabilidad, es decir, que no pese desmedidamente sobre las mujeres, sino para que sea una responsabilidad compartida entre el Estado, la sociedad civil, la comunidad y las familias. Y, por supuesto, es un día para enfatizar lo imperioso de erradicar la violencia de género. La situación de violencia, que ya era preocupante a comienzos de 2020, se agravó con la pandemia, por el confinamiento, el desempleo y el incremento desmedido de la carga de cuidados.

Asimismo, es un día para llamar a avanzar en derribar las normas sociales y barreras culturales que plantean esa noción equivocada de que las mujeres no son aptas para liderar. El ejemplo del gabinete paritario del próximo gobierno debe extenderse a todos los ámbitos; porque la democracia solo se beneficia con la participación de más mujeres en la vida pública, en la política, en la formulación de políticas públicas y en todos los espacios del quehacer del Estado.

Es entonces un momento para abrir espacios definitivos al reparto igualitario del poder. La paridad en la Convención Constitucional es un paso sin precedentes a nivel nacional y mundial en ese sentido, sin embargo, corresponde internalizar que la participación igualitaria de mujeres y hombres en la toma de decisiones fortalece la democracia y la hace sostenible. Para ello, la paridad debe delinearse como un principio cardinal del futuro texto constitucional.

Hoy, 8 de marzo, es un día para tomar conciencia y asumir activamente un compromiso colectivo por la búsqueda de una sociedad más justa e igualitaria. Es un día para no olvidar que esta búsqueda todavía no termina.

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